...no lo suelta...lo ha hallado malherido entre las hojas del otoño, y su mano le aporta calor, y su boca pone saliva sobre sus alas maltrechas, y sus dedos pulsan el lomo de su cuerpecito, y sus palabras tenues pretenden la calma, y el pájaro revive, la ave es bella, sus colores refulgen, la pátina de su plumaje emite destellos diferentes en cada luz del día, su mirada hipnotiza, su urdimbre es aterciopelada, su canto se muestra cadencioso, su figura airosa, la mano se abre toda a su fragilidad, trata de concederle sosiego, de inocularle confianza, la mano rebaja su melancolía, la mano le sugiere esperanza, la mano es menuda pero posee una intensidad acariciadora, en ella cabe un pájaro descendido del paraíso, en ella se genera un haz de luces que se proyecta sobre los sentidos, en ella se columpia el pájaro en su contento, en ella la ave amortigua su desorientación, en ella el pájaro se duerme, la mano, mientras, recibe el tesoro ígneo que el alma del pájaro porta, una calidez que vincula a sus cuerpos, la mano necesita el pájaro de fuego...
Sigue. Sigue. Arde.
ResponderEliminarArde, Fackel, consume la antorcha, apura el cáliz hasta las heces, arranca la altiva corona a los dioses, humíllalos...
ResponderEliminarAbrazos
Anónimo, no en balde es el pájaro de fuego, vd. lo ha captado muy bien.
ResponderEliminarStalker, ¿traduces a Homero o a Virgilio? Acabarás aplicándome lo de la cólera del Pelaida, cólera funesta que causó tantos males a los aqueos, etc., jaj...