...y el pájaro incandescente restalla en la mano con los colores del mar y de la tierra, y se adivinan las espumas de los oleajes y se advierte el fulgor de las lavas que brotan de las ubres del planeta, y el pájaro trae aromas de lejanos salitres, deposita el polvo de los terrenos yermos, aventa las cenizas de las aves muertas, despliega los pasos que se perdieron por las sendas de los continentes, deja caer los gritos y las risas y los llantos que escuchó al atravesar cada calle y cada patio y cada alféizar de ventana de alcoba, arrastra el eco de los silencios que recogió entre los hombres que habitan las ciudades y los campos, y al tacto del ave que no cesa en sus ofrendas los dedos se encienden más y más, y sus yemas se iluminan, y se impregnan de cada una de las sustancias que el vuelo del ave le ha proporcionado, y a través de cada partícula de esas materias la mano se abre, crece, se extiende, la mano adquiere una energía insospechada, el pájaro picotea en la mano generosa, bebe en ella las gotas renovadas de rocío, cata en ella la esencia nueva del alimento que conjure la muerte, rescata de la afasia su voz firme, y al hacerlo la ave procura curar sus heridas, reorientarse, fijarse en un punto en que la supervivencia no sea sólo vuelo inerte, y en esa transustanciación no se sabe bien quién se nutre de quién, tal vez ambos, mano y pájaro, se alimenten mutuamente, porque ése es el destino del vuelo de las aves, porque esa es la súplica de los hombres que no renuncian...
Tienes un parqué inmaculado, no sé cómo te las arreglas.
ResponderEliminarEl texto, pulido también. Pero eso ya es marca de la casa...
Hay algo de respeto zen en ese piso; al entrar hay que descalzarse (no obligado para fontaneros o reparadores varios); y luego pisar sitiendo la madera como si tocaras la tierra; en verano uno se tumba casi desnudo bocarriba y palpa el suelo imaginando que se trata del primigenio; etc., en fin, imaginaciones varias.
ResponderEliminarqué placer andar descalza, por la hierba, por la arena, por el suelo de tu casa cuando es verano. las plantas de los pies tiene una sensación del tacto deliciosa, que alguien coja tu pie y lleve tu planta hasta su vientre cálido... en fin, estoy perdiéndome, es que son ya la una de la mañana.
ResponderEliminarNaturalmente, Ana, los pies y, en concreto su planta, son más sensibles y táctiles de lo que normalmente reconocemos. Tantas horas sumergidos en un calzado, exigiéndoles que nos lleven de acá para allá, anula o reprime su voluntad sensorial. Pobres. Así que cualquier propuesta liberatoria, ese simple caminar de los pies desnudos por las superficies más acogedoras es como un reencuentro entre dos naturalezas que son sólo una. Cualquier otra iniciativa como la que planteas queda en manos de la imaginación y los recursos de cada quisqui, ¿no?
ResponderEliminarGracias.