Un amigo que ha pasado sus vacaciones por zonas del nordeste español me escribe con cierta euforia. No me resisto a reproducir algunos de los comentarios de su periplo recurrente, pero que le sigue dejando atónito.
"...El retorno a las ciudades que le han sido dadas a conocer alguna vez a uno suele llevar implícita la búsqueda. Y con ella, la ilusión. Se puede pasear por los mismos bulevares, demorarse en los jardines conocidos o transitar por el casco antiguo de toda la vida. Y sin embargo, siempre hay una nueva visión sobre los paisajes ya conocidos. Claro que también suele acontecer que al torcer por una calle habitual y tomar otra que nunca se ha tomado te depare algo absolutamente nuevo, o que desplazarse hasta una zona diferente de la ciudad te ofrezca barrios que no conocías, o que traspasar el zaguán de un viejo palacio te muestre formas de poder y de vida que ignorabas. La ciudad siempre ha estado ahí, posiblemente desde hacía siglos. Sólo faltaba que te encarases con las misteriosas facetas de sus profundidades y con las inadvertidas perspectivas de sus extensiones para conocerla mejor....En las ciudades a veces la historia se manifiesta a simple ojo. Pero también ofrecen descubrimientos que sólo se les propicia a los curiosos, a los indagadores de raza y a los románticos empedernidos en busca de lo nostálgico e inexistente. A veces esos rastros revisten todavía tonos patéticos y te sitúan ante un revivir imaginativo pleno de emociones. Es el caso de la visita a un refugio civil contra los bombardeos de la aviación militar sublevada contra la República legítima, que tuvieron lugar oprobiosamente sobre la población indefensa en 1936. Todavía existen en Barcelona, y uno de ellos, el Refugi 307, en Poble-sec, se ha recuperado en buena parte para rescate empírico, testimonio y conocimiento de nuevas generaciones. El mero hecho de transitar setenta años después de su construcción por las galerías excavadas en la madre roca de gres sobre la que se asienta la ciudad hace meditar íntimamente. Indudablemente, la amplia y nítida información proporcionada por las guías, que me han parecido sólidamente preparadas para la comunicación ad hoc, ayudan a la comprensión y el razonamiento sobre uno de esos hábitat circunstanciales que sólo ciertas poblaciones y en ciertos momentos de la historia han sufrido en nuestro país. Pero más allá de los datos, el mero hecho de adentrarte en aquella cueva humana recaba todas tus dotes de observación, toda tu propia capacidad de identificación con el medio y te ves de pronto haciendo un ejercicio importante, solidario en la distancia, respecto a la actitud y el comportamiento de los ciudadanos que tuvieron que refugiarse, entre asustados y esperanzados, infinidad de veces allí adentro....Reconozco que se me puso la carne de gallina cuando al entrar empezó a sonar la sirena de alarma que avisaba de un raid aéreo, como lo que sólo habíamos escuchado en las películas. Afortunadamente aquí también es ficción, pero escuchar la sirena según das el paso hacia el interior del refugio te sobrecoge. Luego, te abandonas. Un refugio civil no era un lugar de caos precisamente. Todo estaba previamente organizado y había que cumplir unas normas a rajatabla. Algunas de ellas: prioridades para enfermos, mujeres y niños; no fumar ni realizar estiramientos, para mantener un buen sistema de ventilación; no hablar de política, ya que allí acudían gente del barrio con diferentes ideas...Sólo pensar que el refugio, construido por las manos de los vecinos de todo género y edad, ya que los hombres adultos estaban en el frente, y con arreglo a unos criterios de ingeniería perfectos, asombra. Recuerdo con especial desgarro otro momento en que, no por ser de menor ficción resultaba menos emotivo. Fue cuando el grupo de visitantes nos sentamos en unos bancos corridos junto al muro y nos quedamos en silencio. El sonido de las bombas cayendo al exterior y algunas voces de personas que se desasosegaban hacía que nos mirásemos unos a otros con perplejidad y cierto aturdimiento. La técnica virtual ayudaba a la comprensión real....No voy a marearte con informaciones detalladas, puesto que todo el que quiera enterarse hoy día de algo no tiene más que pinchar en internet. Sólo me urgía transmitirte algunas de mis emociones sobre un recorrido de más de una hora por un lugar que nunca debería haber existido de no haberse producido en 1936 lo que se produjo. En estos tiempos en que hay ciertas fuerzas nacionales que no desean que se saquen a relucir hechos acontecidos dramáticamente hace tiempo, simplemente porque no aguantan el peso de la verdad, resulta reconfortante que toda una labor de vecinos actuales del barrio de Poble-sec, apoyados por historiadores consecuentes, haya logrado la recuperación de un testimonio humano de primera como es este refugio."Por mi parte, poco que añadir. Suena tan a ficción todo que diríase que a los que vencieron, pero no convencieron, este tipo de huellas no les habría gustado que resucitasen para memoria y conciencia de quienes quieran valorarlas. Viva la memoria viva.
(Fotografías de Tanya Ruis)
Moltes graciès. Un viajero nos descubre a los de Barcino el paisaje olvidado y sumergido. Sabia de su recuperacion, a ver si pronto lo visito y te comento. Salut i força, Fackel.
ResponderEliminarBienvenido, Ferrán. Sí, Barcino, como tú dices, siempre me ha deparado sorpresas. La ciudad es vida ante todo, después se podría hablar de estructuras, de barrios, de calles, de edificios, de museos, etc. Me ha deparado amistades y encuentros, aunque luego las dunas adquieran otra morfología y uno no reconozca ya a parte de su historia vivida; sólo recuerdo, vamos. Pero me sigue entrañando mucho. Si continuas visitando el blog verás más temas colgados, antes de que se me pase el efecto vacaciones. Salud, pues.
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