"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez
domingo, 22 de julio de 2007
Dispersándose
Y entonces fue la dispersión. El mismo viento soplaba en distintos sentidos. ¿O acaso eran muchos vientos desde distintos vértices? Las raíces tiraban desde posiciones contrapuestas. Los troncos se desgajaban de la tierra. El ramaje se sentía tan fecundo como para ensayar su dinámica de vuelo. No se sabe cómo fue, pero el paisaje estalló plural desde el origen. Y luego, el aprendizaje. Después, la prueba. Y más tarde, la tentación del paraíso. Y al fin y al cabo, la necesidad imponiéndose. La extraña y maldita dispersión. El arrojamiento sugerido por la sangre. La asombrosa diáspora del polen. La incomprendida apuesta por los seres que se lleva dentro. El sentido de las propias claves. Sobre la colina pelada, los árboles se hacen viejos. Parecen cimbrearse con dificultad. ¿Se recogen o se hunden? Un arco de madera y follaje completa la danza. No son tan enormes. No son tan seguros. Perseveran bajo el sol. Simplemente. Tienden la redonda mano de sus copas a la luna. Un signo. No es el flujo caprichoso del aire el que les zarandea. Son sus preguntas, sus ansias. Campean vehementes, desafiando el ciclo de las estaciones. Al caer la tarde, se alzan pausadamente, pero decididos. Nadie los ve, pero son ellos quienes dibujan los deseos. Nadie los oye, pero son ellos los que agitan los sueños.
Acaso por eso mismo la sabiduría del Tao considera que la dispersión no proporciona conocimiento. Pero ¿aporta conocimiento la concentración? ¿Cómo hallar el término equilibrante entre una y otra actitud? Me ha gustado la metáfora d elos árboles y el viento. Un abrazo.
Agradecido por tu fervor, Gabriela. Las dispersiones dan para mucho.
Claro Fernando, claro. Casi siempre se nos van las cosas (los proyectos, las relaciones, los planes, las aspiraciones, etc.) de las manos, pero no por eso abandonamos.
No sé responderte esta noche en plan Tao, Alex, tal vez otro día, o la respuesta acaso está en la fotografía. Fíjate bien en ella.
"Yo he elegido ser un poeta troyano. Pertenezco decididamente a la facción de los perdedores: los perdedores, privados del derecho a dejar huella de su derrota, privados hasta del derecho a proclamarla. Ahora bien, acepto la derrota, no la rendición". Poeta palestino Mahmud Darwish.
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"-¡Ay! -respondió Sancho llorando-. No se muera vuesa merced, señor mío, sino tome mi consejo, y viva muchos años; porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben que las de la melancolía."
Preciosa dispersión Fackel
ResponderEliminarTerrible asunto el de la dispersión, F. Queremos ser como dioses, ¿verdad? Por eso al final se nos va casi todo de las manos...Un saludo cordial.
ResponderEliminarAcaso por eso mismo la sabiduría del Tao considera que la dispersión no proporciona conocimiento. Pero ¿aporta conocimiento la concentración? ¿Cómo hallar el término equilibrante entre una y otra actitud? Me ha gustado la metáfora d elos árboles y el viento. Un abrazo.
ResponderEliminarAgradecido por tu fervor, Gabriela. Las dispersiones dan para mucho.
ResponderEliminarClaro Fernando, claro. Casi siempre se nos van las cosas (los proyectos, las relaciones, los planes, las aspiraciones, etc.) de las manos, pero no por eso abandonamos.
No sé responderte esta noche en plan Tao, Alex, tal vez otro día, o la respuesta acaso está en la fotografía. Fíjate bien en ella.
Buenas noches a todos.