Ha topado con un texto significativo de
Walter Benjamin, nada más abrir su libro
Dirección única.
La construcción de la vida se halla, en estos momentos, mucho más dominada por hechos que por convicciones. Y por un tipo de hechos que casi nunca, y en ningún lugar, han llegado aún a fundamentar convicciones. Bajo estas circunstancias, una verdadera actividad literaria no puede pretender desarrollarse dentro del marco reservado a la literatura: esto es más bien la expresión habitual de la infructuosidad. Para ser significativa, la eficacia literaria sólo puede surgir del riguroso intercambio entre acción y escritura; ha de plasmar, a través de octavillas, folletos, artículos de revista y carteles publicitarios, las modestas formas que se corresponden mejor con su influencia en el seno de las comunidades activas que el pretencioso gesto universal del libro. Sólo este lenguaje rápido y directo revela una eficacia operativa adecuada al momento actual. Las opiniones son al gigantesco aparato de la vida social lo que el aceite es a las máquinas. Nadie se coloca frente a una turbina y la inunda de lubricante. Se echan unas cuantas gotas en roblones y juntas ocultas que es preciso conocer. El robasueños lector nocturno se queda pensando. Estas palabras suenan antiguas. Estas palabras las creímos una vez ya desusadas. Estas palabras vuelven cargadas de significación, no porque Walter Benjamin las haya cambiado, obvio es que no, sino porque se las necesita nuevamente. Y porque determinados hechos las ratifican y las actualizan. ¿Qué son, por ejemplo, los blogs, sino la acepción moderna y el acontecimiento técnico de esas
octavillas-folletos-artículos-carteles que él reclama como puesta en vigor del ejercicio de la escritura? Benjamin menciona la eficacia literaria. ¿Será que en los tiempos de oscuridad de los que él padeció y fue víctima fatal urgía un concepto literario que incidiese más en la sociedad? ¿Veían claramente entonces que la literatura no salvaba? Pero los tiempos malos que nos harán más ciegos es una amenaza latente, una espada damocliana sobre nuestras cabezas. Y entonces, la pregunta permanece en pie: ¿seguirá jugando la literatura ese papel infructuoso del que Benjamin se queja tan amargamente? ¿O estaremos rompiendo ya el esquema tradicional, donde la narrativa no puede ocupar sólo un rol de refugio, huída o simple recreo formal?
Preguntas nocturnas de un empleado cargado de sueño ante unas letras del filósofo berlinés Walter Benjamin (1892-1940)
Interesantes preguntas las de este empleado nocturno.
ResponderEliminarHacía tiempo. Veo que has avanzado mucho en temática general. Y no te digo en tus pinitos personales, que supongo te los pedirá el cuerpo. Si lo que planteas, Fakel, es la vieja polémica sobre expresión literaria y utilidad de la misma, pues sí, sigue en vigor, pero no creo que a estas alturas sorprenda a nadie ni sea objeto de tener que plantearse elecciones imposibles. Que la literatura debe ser comprometida, no cabe duda. Que la calidad siempre es profética, clarividente, y rebelde, no me cabe duda alguna. Que hay letras bien escritas y letras mal escritas, tampoco. Que compromiso no tiene por qué significar adscripción partidista determinada, pues acaso hoy menos que nunca. Pero que sí que debe estar adscrita a la búsqueda de la verdad -la concreta, no la religiosa ni la metafísica abstracta- es evidente. En fin, antiguas dudas, preguntas que vienen de muy largo, compromisos que siguen vivos. Un saludo.
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