"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez
jueves, 7 de diciembre de 2006
La marina
El salitre es azul. ¿Lo sabías? Pero cuando humedece tus labios es rosáceo, y cuando te sazona el cabello se vuelve pelirrojo. Aquella tarde te vestiste de turquesa y la seda de tu vestido se aireaba al compás del oleaje. ¿Por qué hiciste una diadema con tu cabellera? Contemplar la marina es una ceremonia, contestaste, y querías estar majestuosa para flotar en su viento. ¿Y el vertical acantilado de tu nuca? Su desnudez es mi consistencia, sugeriste. ¿Sabes que jamás había contemplado con esta luz tu cuello, desplegando los angulosos sedimentos que provocan el deslumbrante abismo de tu espalda? Rapa Nui queda al otro lado, y señalaste un punto imaginario, y las embarcaciones de totora pueden llegar en cualquier momento. ¿Por eso miras? Miro la partida de los héroes. ¿Tal vez ése es el impulso por el que se desliza lentamente el festón de los tirantes bocabajo de tus brazos? Me conmueve la audacia de los emprendedores. ¿Quieres recibir con la hojarasca de tu sonrisa a los osados marineros de las mil y una islas de los confines? Quiero celebrar el riesgo y escuchar el relato de sus dificultades, de sus pericias y de sus fracasos. Mientras oteabas la línea lejana e invisible que preñaba tus ojos con el oro del recuerdo, yo adivinaba el valle de tu dorso. Su claroscuro dependía de tu inmovilidad. Y tu firmeza de mi cercanía. Un péndulo midiendo el tiempo de la expectación: el pendiente se agitaba desde tu lóbulo como un testigo huérfano. La arena o las sirenas o los listrígones se habían empeñado en quedarse con el otro en un golpe de mano audaz sobre tu cuerpo. Seguiste impasible ante el despliegue de lluvia. Y pasó la jornada y transcurrieron las noches y se alternaron las mareas. Tú permaneciste a la espera de la llegada triunfal. Alguien, pero tú sobre todo, tenía que recibir a los esforzados viajeros que moraban dentro de ti.
"Yo he elegido ser un poeta troyano. Pertenezco decididamente a la facción de los perdedores: los perdedores, privados del derecho a dejar huella de su derrota, privados hasta del derecho a proclamarla. Ahora bien, acepto la derrota, no la rendición". Poeta palestino Mahmud Darwish.
EL PASEANTE VALLISOLETANO
LAS FRANCESAS. UN CLAUSTRO CONVENTUAL DE LUJO DE HACE SIGLOS INCRUSTADO EN LA ARQUITECTURA DE HOY
TÚ, LA EVANESCENTE
El alma condenada. De Bernini a Bartolozzi
CHITÓN
El mar de Aral
LA SILLA DE K
TAKLAMAKÁN
DICHOS Y CONTRADICHOS
LA DAME AU CHIEN
EL INGENIOSO HIDALGO DON QUIJOTE DE LA MANCHA
"-¡Ay! -respondió Sancho llorando-. No se muera vuesa merced, señor mío, sino tome mi consejo, y viva muchos años; porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben que las de la melancolía."
¡me ha encantado el final!. Precioso
ResponderEliminarTambién tienes gracia tú para inmortalizar retratos de mujer, me ha encantado tu texto, y desde luego, la fotografía, es de una gran belleza!
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