"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez
miércoles, 22 de noviembre de 2006
La mujer varada
Cuando las olas se retiraron yo no era más que un cuerpo de arena, un promontorio de sueño mirando la marea ciega de la noche. Sentí que me esculpía una remota lluvia. Desde el océano convulso traía el viento ráfagas de espuma para adornar mis sienes. Luego la obscuridad modeló el instante en que la materia se resquebraja bajo la superficie de lo aparente. Las sombras que difuminan mis contornos hablan de mi conversión en animal marino. Hasta mi llega una caracola: se escuchan los cantos ancestrales de diestras hilanderas náuticas tejiendo las redes de mi cuerpo. Me abandono al clamor de sus epopeyas con el orgullo de una despechada. Mi paisaje es mi fuga. Varada en una playa núbil. (Sobre una imagen del fotógrafo griego Manolis Tsantakis)
Dejan tantas esculturas, tantas huellas, tantos seres diminutos y a veces hasta tantos pecios las olas cuando se retiran...dejan de todo, hasta recuerdos. Una verdadera sirena.
Observo, Fackel, un tono excesivamente arcaico, no sé si son los calificativos o tu melancolía. Se ve que te pesa Kavafis, pero él era alejandrino de verdad. Saludos.
"Yo he elegido ser un poeta troyano. Pertenezco decididamente a la facción de los perdedores: los perdedores, privados del derecho a dejar huella de su derrota, privados hasta del derecho a proclamarla. Ahora bien, acepto la derrota, no la rendición". Poeta palestino Mahmud Darwish.
EL PASEANTE VALLISOLETANO
LAS FRANCESAS. UN CLAUSTRO CONVENTUAL DE LUJO DE HACE SIGLOS INCRUSTADO EN LA ARQUITECTURA DE HOY
TÚ, LA EVANESCENTE
El alma condenada. De Bernini a Bartolozzi
CHITÓN
El mar de Aral
LA SILLA DE K
TAKLAMAKÁN
DICHOS Y CONTRADICHOS
LA DAME AU CHIEN
EL INGENIOSO HIDALGO DON QUIJOTE DE LA MANCHA
"-¡Ay! -respondió Sancho llorando-. No se muera vuesa merced, señor mío, sino tome mi consejo, y viva muchos años; porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben que las de la melancolía."
Dejan tantas esculturas, tantas huellas, tantos seres diminutos y a veces hasta tantos pecios las olas cuando se retiran...dejan de todo, hasta recuerdos. Una verdadera sirena.
ResponderEliminarObservo, Fackel, un tono excesivamente arcaico, no sé si son los calificativos o tu melancolía. Se ve que te pesa Kavafis, pero él era alejandrino de verdad. Saludos.
ResponderEliminarUn poema precioso. Evanescencia en esa mujer varada.
ResponderEliminarDescribes con precisión la inmersión en las profundidades...
Me alegra que captes ese fondo. No lo recordaba, mi espontaneidad a veces no guarda memoria.
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