Escritor Antonio Scurati en el artículo titulado Declive de la literatura, amenaza para la democracia, aparecido en El País ayer:
“Masas cada vez mayores de contemporáneos nuestros no solo no son aptos ya para las prácticas de lectura que han favorecido en los últimos cinco siglos el desarrollo de la democracia liberal en Occidente, sino que han perdido incluso las facultades mentales que han moldeado el desarrollo intelectual de la especie humana durante los últimos 5.000 años. Atrapados en cámaras de eco donde los algoritmos de los motores de búsqueda solo les proporcionan fragmentos de información que refuerzan opiniones previas, a merced de miedos paranoicos, de creencias irracionales y de emociones evanescentes que los aíslan de perspectivas alternativas, del conocimiento, de la memoria del pasado, de la esperanza en el futuro y, en última instancia, del mundo, los ‘analfabetos digitales’ vegetan, olvidadizos y crédulos, agresivos e ignorantes, oprimidos y opresores, como idiotas cósmicos. Existe un vínculo, causal e histórico, entre el desarrollo de la literatura y el desarrollo de la democracia. Y también existe un vínculo entre el declive de ambas. Por primera vez desde hace cinco siglos, la base de la pirámide de lectores no está ampliándose, sino reduciéndose. No puede caber ninguna duda de que la capacidad de leer con profundidad ha acompañado, a lo largo de las edades moderna y contemporánea, el advenimiento de una sociedad abierta y de los sistemas democráticos. No es menos indudable que la pérdida de esa capacidad acompaña y contribuye, hoy en día, a su ocaso. Por lo demás, hace cien años, el auge del fascismo, en Italia y más tarde en Europa, se vio preparado por una astuta, vigorosa y aciaga operación lingüística de brutal simplificación ideológica de la complejidad de la realidad moderna”.
*Fotografía de Jean Marie del Moral.
En el interesante y discutible libro -¿qué pensamiento o libro merecerían la pena si no fueran objetables por los pensantes y los lectores, que son los mismos?- titulado La palabra que vence a la muerte. Cuentos de verdadera grandeza, su autor Rob Riemen realiza reflexiones hondas y claras. Como la siguiente:
"Los acontecimientos terroríficos descritos en las distopías de 1984 de George Orwell, en Un mundo feliz de Aldous Huxley, en Fahrenheit 451, de Ray Bradbury (que trata de libros que no se permite leer: la aniquilación de un acervo cultural), e incluso Eso no puede pasar aquí, de Sinclair Lewis, y La conjura contra América, de Philip Roth, ya no son hipotéticos. En la segunda década del siglo XXI se han hecho realidad, aunque más de uno todavía se niega a admitirlo. Lo cual no es nada sorprendente, dado que muchas veces la primera reacción a la predicción u observación de una amenaza contra la sociedad es negacionista. ‘¡No, no puede ser!’. ‘No puede ser’ porque es una verdad incómoda, que son las más difíciles de aceptar.
Véase, por ejemplo, la negativa a llamar ‘fascismo’ a las ideas políticas que ganan cada vez más terreno en Occidente. Se recurre más bien a términos como ‘populismo’, ‘derecha radical’ o ‘derecha alternativa’, que, no obstante, niegan la realidad. Sin embargo, hombres sabios del pasado como Confucio y Sócrates ya sabía que, si se quiere comprender algo y actuar en consecuencia, hay que llamarlo por su nombre correcto.
La realidad es que en Europa, Norteamérica y Sudamérica están resurgiendo con fuerza un espíritu cultivado por demagogos y un orden social en que el individuo debe ceder su lugar al colectivo; en que los valores espirituales y morales son reemplazados por una política de odio y chivos expiatorios; la verdad, por las mentiras; la vida del espíritu, por la manipulación de las emociones, el anhelo de justicia, por una política de resentimiento. Y en que, por último, el ‘derecho’ equivale a los deseos instintivos de las masas. Menos de un siglo después del fin de la Segunda Guerra Mundial, vuelve a ser despreciado, perseguido y, donde sea posible, exorcizado el espíritu democrático. Con su separación de poderes, cuyos mandatos son limitados en el tiempo, y su anhelo de que una gran diversidad de seres humanos pueda convivir en libertad, paz y dignidad.
La historia no deja lugar a dudas: todo eso es característico de la mentalidad fascista. Querer negarlo dándole otro nombre solo complica la tarea de combatirla. Y hay que combatirla, porque esa misma historia nos enseña que el fascismo es una fuerza destructiva por excelencia, estéril como la tierra yerma. Además, el resurgimiento de este clásico fascismo contemporáneo va de la mano de un ‘capitalismo de vigilancia’ cuyos algoritmos colonizan, literalmente, la mente del individuo desprevenido y la encierran en una caverna digital. A esto se suma que el orden social existente en Occidente sigue sufriendo las consecuencias de de una ideología político-económica, el neoliberalismo, que ha realzado con creces los valores comerciales en detrimento de lo que quedaba de los valores y virtudes morales y espirituales y su carácter universal. La libertad individual -que, como demostrara Faulkner, no hay que confundir de ninguna manera con el 'todo vale'- se ha convertido en una rareza atesorada por una pequeña minoría".
Una sociedad que no lee és una sociedad decadente y poco ilustrada. El libro de Riemen es muy interesante. Muy recomendable.
ResponderEliminarSaludos
Una sociedad así solo puede correr riesgos e ir hacia atrás.
EliminarEs curioso: todo esto sucede en una época en la que es más fácil que nunca acceder a la lectura y al conocimiento.
ResponderEliminarParadojas e ironías de la historia, de la vida.
EliminarLa sobrina de una amiga, estudiante de Bachillerato, le ha preguntado si Franco era comunista y, en una encuesta reciente, un 21% de los encuestados han respondido que los años de Franco fueron "muy buenos". Yo no sé si esa desinformación se arregla leyendo, pero sí sé que es grave.
ResponderEliminarLas nuevas generaciones, salvo que en su casa les hayan informado, no tienen puñetera idea de nada. Como las televisiones no aportan nada y la enseñanza borra la realidad que hubo, ¿qué cabe esperar? Que se repita la barbarie. Al fin y al cabo la ignoranci genera maldad y la maldad barbarie.
EliminarNo me parece que ninguno de los dos autores sean alarmistas . Escalofría ese mundo que va llegando.
ResponderEliminarAnder
No lo son, no. El libro de Riemen, autor del que no había leído nada, me ha parecido sustancioso, aunque ciertos aspectos podrían discutirse, pero maneja muchos conceptos y reclama valores que hoy están en desuso desgraciadamente.
EliminarMe adhiero al comentario de Francesc Puigcarbó.
ResponderEliminarSalut
Gracias, Miquel. Malo sería volver a un tiempo des-ilustrado.
EliminarAl hilo de el excelente post, inquietante sin duda este nuevo analfabetismo por la presión digital y por el capital, añado, si me permites este otro artículo de Ana Palacio que ensambla al tuyo:
ResponderEliminarhttps://amp.elmundo.es/internacional/2025/10/10/68e8d35ffdddffe9318b45a7.html
Por supuesto, permitido está. Voy a leer.
EliminarDe hecho los líderes que aparecen por doquier, marionetas utilizadas por los que realmente mandan para implantar con democracia o sin ella el capitalismo salvaje, son seres rudos, zafios, incultos y maleducados: Milei, Aznar, Ayuso, Orban, Trump... Para llorar.
ResponderEliminarLa lista es ampliable. Aunque se perfumen estos y otros innombrados e innombrables olerán a lo que son.
EliminarLa verdad es que es bonito escribir para decir que como no se lee surge el fascismo, y eso se le dice a los que leen el libro, es decir al grupo que con su acto individual y solitario está ayudando a resistir al fascismo. Y es que el Fascismo es el mal, y decía Confucio que cuando las palabras pierden su significado las personas pierden la libertad. No llamemos al populismo populismo, ni a la extrema derecha extrema derecha, llamémosles fascismo. Todo es fascismo, la palabra mágica. Las botas altas, el pantalón inflado, la marcha ritmica y el saludo al DUCE, al lider, asi marchan los fascistas que sueñan que la lucha de clases debe superarse mediante la concordia de clases, que el internacionalismo no camina de la mano del socialismo, y que es posible un socialismo nacionalista, de base etnica, o lingüistica (tipo Milosevic, donde se habla serbio está Serbia, que ahora Rusia hace suya, y quiza también la fachosfera con su Hispanidad, donde el "panchito" cabe pero el moro no).... Y como la ironía requiere de un cierto talento que yo no tengo y es fácil que se me malinterprete, discúlpeseme por el uso de panchito que me parece un término absurdo, como lo es llamar fascista al que simplemente no cree en el consenso de izquierdas. Afortunadamente los fascistas como yo (llamemos a las cosas por su nombre) no leeremos ese libro porque no nos gusta leer (¿la base de lectores ha bajado por primera vez? ¿de verdad no estaremos ante aquello de hay verdades, mentiras y estadísticas). Sí, el fascismo avanza y defiende control presupuestario, impuestos bajos, desregularización, control de fronteras, estado limitado... ¡vaya porquería de fascistas estamos hechos! ¿donde quedan los campos de exterminio? ¿y el mussoliniano "todo dentro del Estado, nada fuera del Estado? (¿sería un fascista Mussolini de verdad?) Afortunadamente la minoría que lee a este autor son como los 300 de las Termópilas.... mientras los fascistas pagados de su iletrada vida asedian el Estado del Bienestar.
ResponderEliminarAhí queda la vorágine o, si prefieres, la catarata de tus palabras.
EliminarEspero que sepas disculpar la extensión y el contenido del texto. No volverá a pasar. 🥺
EliminarOh, no, ningún problema ni por la extensión ni por la forma de expresarlo. Simplemente que me pareció vertiginoso.
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