El otro día escuché a Qi decir que piensa cada vez con más frecuencia en la muerte. ¿Esa es buena o mala cosa, Xiao? Todo pensamiento sobre el devenir de la vida no me parece nunca mal, sobre todo si hay conciencia de ello. Qi tiene edad para percibir más cercano su destino. No es necesario que le acucie ningún tipo de enfermedad. ¿Te parece poca afección que haya visto caer a muchos de sus familiares o amigos? Por supuesto que no, Xiao. ¿Quieres decir entonces que cuando va muriendo gente del entorno es como si uno mismo estuviera viendo las orejas al lobo? Es sobre todo una sensación doble y opuesta, Cao. Por un lado te apena y en cierto modo te asusta ver desaparecer a los conocidos. Pero por otra parte te elevas, y ya sé que es algo estúpido, al decirte: a mí no me está pasando todavía. Eh, Xiao, eso suena a consolación. Y no te consueles, Cao, no te consueles. La angustia por el hecho de lo que acaecerá siempre nos acompaña. Deberíamos reducir no tanto el pensamiento como el efecto sobre nuestro ánimo. Hay que evitar que sea un caballo desbocado. Pensando obsesivamente en circunstancias luctuosas nos restaría una parte de nuestra salud integral y por lo tanto de nuestras energías. Dar vueltas de modo recurrente al asunto debe ser solo una especie de juego. No podemos traicionar el instinto de supervivencia, al que además acompaña el disfrute que sea posible, ni rebajar la pasión por el conocimiento y la curiosidad. Me pregunto, Xiao, si conseguirá Qi sujetar el caballo o le estará arrastrando en el galope. Eso habría que preguntárselo a él, y acaso no se deje interpelar, pues ya sabes, Cao, que es muy discreto con lo que quiere.
Xiao gusta de hablar de los temas duros sin remilgos. Se ha quedado abstraído. Por cierto, dice de repente, hace poco leí un relato de un escritor ruso, que precisamente me lo había proporcionado Qi. En él el protagonista, que se encuentra atormentado por los dolores extremos de una enfermedad sin cura, y además se siente incomprendido por el poco caso que le hacen los familiares, se deja invadir de pensamientos negros. Entonces el autor lo relata así: "...Padecía en soledad los mismos sufrimientos sin solución y daba vueltas en soledad a los mismos pensamientos también sin solución. ¿Qué era eso? ¿De verdad que eso era la muerte? Y una voz interior respondía: Sí, de verdad. ¿Por qué toda esa tortura? Y la voz respondía: Porque sí, no hay ningún motivo. No había nada más aparte de esto, nada más allá de esto". Xiao, ¿me dejarás leer esa novela?, parece interesante. Te la puedo prestar, Cao, aunque acaso no vas a comprender toda la tralla. El ruso la escribió al comienzo de la vejez, cuando ya la edad le iba abasteciendo de conclusiones más definitivas sobre la aventura de vivir y, sobre todo, de la finitud.
La finitud es un barco varado
ResponderEliminarla muerte es puramente un cambio más.
Y tan cambiante que es anulador de lo que fuimos.
EliminarEl Sr. Tolstoi, tenía su forma de ver, como cualquier otro. No hay doctores en «muertelogía» (perdón). Cada cual se hace su película, su tesis o su máster de doctorado. Todos nos consolamos con nuestra percepción de la cosa: Cambio para unos, vuelta a la casa del padre, para otros, viaje a la espera de la rencarnación para otros. En realidad, todos buscando un "consolatorum" ante una inevitable realidad: un viaje a la nada.
ResponderEliminarEl consolatorum existe para este tema y para casi todos, incluso de los más benéficos, pues los humanos inventamos sistemas de representación del mundo desde las primeras culturas paleolíticas, y el arte es lo que mejor lo representa, junto con todo tipo de ideologías ad hoc. Estoy contigo en definirlo así: el viaje a ninguna parte que es la nada.
EliminarMorimos, como nacemos, en completa soledad y sin un motivo. Todo lo demás, el huequito que queda entre medias de esos dos eventos aleatorios, es lo que importa, lo único que importa.
ResponderEliminarO sea nuestro tiempo y nuestro espacio, y parece mentira que sea tan complejo y a la vez lo pretendamos eterno. Un huequito (me ha gustado la calificación)
Eliminar¨La angustia por el hecho de lo que acaecerá siempre nos acompaña¨ Una gran verdad, y natural, creo a medida que nos hacemos viejos. Hay gente que siente un apego muy especial por la idea de muerte y parece sentir cierto placer en acariciar esa cercanía. No creo que sea bueno, en la medida que se corre riesgo de desaprovechar la vitalidad que aún se tiene. El caso de quien padece dolor y enfermedad es distinto. Allí la soledad no buscada seguramente lastima el doble.
ResponderEliminarLa idea de apego hay que desecharla. La idea de que está siempre ahí y que hay que soslayarla con una dedicación al ejercicio de vivir es inevitable y el ejercicio hay que practicarlo. Llegar a un punto en que a base de tener clara nuestra condición finita no haya obsesión alguna y obrar con la vitalidad que citas. En efecto, los dolores y el mal del que uno no se repone hay que entenderlo de otro modo. Me has hecho recordar a la negra Sosa que tanto nos gustaba en nuestra juventud:
Eliminar"Te vas, Alfonsina, en tu soledad..."
Alguna vez te he comentado que al pensamiento de la muerte hay que rebajarlo no en su importancia sino en la afección sobre cada uno de nosotros. Como tantos fenómenos ¡de vida! está ahi, simplemente porque es parte del fenómeno de la vida.
ResponderEliminarSoy Ander el anterior comentario.
EliminarDe acuerdo totalmente, pero duele esa parte de la vida.
EliminarÉ uma das certezas da Vida....Por isso, devemos tentar viver plenamente....porque tudo acaba num instante....
ResponderEliminarBeijos e abraços
Marta
Al fin y al cabo vivimos como podemos y nos dejan y acertando o errando, creciendo y decreciendo, en fin.
EliminarEstaría bueno poder pensar ciertas cosas sin tener consecuencias en el ánimo, ser capaces de discurrir por cuestiones espinosas sin sufrir esa neblina en el ánimo que suele estacionarse ominosa.
ResponderEliminarTal vez haya que disfrutar y decorar el huequito lo mejor que se pueda, solo para no sentir que el viaje hacia la nada es un pasaje de solo ida.
Tienes razón, no podemos escapar a que las cosas nos afecten, mas no me siento con angustia por estar haciendo un viaje sin vuelta, en absoluto. Me duelen, influyen y me rebelan las situaciones y complicaciones que la sociedad nos acarrea, pero es el precio de no vivir solo en una isla, y además también tiene sus ventajas.l
EliminarLa muerte nos hace humanos.
ResponderEliminarSin duda, al menos lo ratifica y confirma.
Eliminarque mierda me siento mal quiero vomitar y morirme despues
ResponderEliminarme quiero morir
ResponderEliminarPues vaya gusto, sorry.
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