Ni tú ni yo estamos para cuidarnos en el futuro el uno al otro. Sería una tortura vivir envueltos permanentemente en recuerdos del pasado. Eso ha ido diciendo Else a la par que preparaba su ropa y la iba colocando en la bolsa de viaje. Aunque ambos hemos compartido infinidad de vivencias en otro tiempo, y ese es un nexo importante pero venenoso, lo mejor es que cada cual nos quedemos con nuestra parte alícuota. ¿No se dice así en términos de economía pura y dura?
Ha doblado sus dos pulóver con esa lentitud acariciadora que tiene para todo. Del pijama, un rebujo. De su repuesto de lencería, una discreta colocación al fondo. Los útiles de aseo. Una falda plegada con sumo cuidado cubriendo todo el bagaje. La novela que le he regalado, verticalmente en un lateral. Siempre solías acertar con las lecturas que me obsequiabas, tiene la amabilidad de reconocer. Lo leeré con calma y expectación, no sabía nada del autor y menos mal que no es un escritor antiguo. A veces hay que hacer tabla rasa con los autores y con las temáticas, para no evocar nuestras propias experiencias. Y probar con nuevas visiones. Puede que las interpretaciones de las nuevas generaciones proporcionen nuevos placeres. Aunque dudo que podamos escapar de la esfera continua dentro de la que giramos desde nuestros primeros pasos abiertos a esa insatisfacción que llaman conciencia.
Creo que busca expresarse con cierta brusquedad para evitar que la separación nos haga dudar. O, lo que resultaría peor, dar marcha atrás. ¿Que tú por tu cuenta quieres cargar cada día con el saco de tus evocaciones? Perfecto. Tú haces y deshaces sin que nadie tenga que soportar lamentaciones. Y por mi parte, lo mismo. Todo acabó y veloz fue la carrera. ¿No decía así la poesía de aquel anglosajón? Sí, replico apocado, con desgana. Y recito un verso con el que continuaba. Galopada de galgo que se evade de la traílla, seguía el poema. ¿Sabes, Else? Demasiado elegíaco para mi gusto. Suena a sentencia, ya ves, apostilla Else.
Para sorpresa de los dos la mañana no presenta la imagen invernal de estos días últimos. Luce un sol con su cerco, pero espanta nubes. Ni rastro de heladas. Else se aproxima al extenso ventanal para despedir el paisaje. Los abedules al fondo agitan su ramaje vacío. Ha cerrado el pequeño equipaje y se ha puesto el abrigo. Tomo sus dos manos con las mías. Ambos las tenemos sin sangre. Nos sale una sonrisa amarga. Todo queda aquí, ha dicho. Todo va conmigo, me he dolido. Else ha querido tener la última palabra. No olvido tampoco, pero no debo vivir lo que me quede invadida por melancolías. Y además sé cómo tengo que llevarlo. Haz lo posible para que aquello que significamos el uno para el otro no sea causa de hundimiento sino de consuelo.
Me ha besado con los ojos. Al cerrar la puerta una sacudida de viento se ha convertido en estremecimiento.
La habitación sin Else es toda orfandad. Yo, el huésped solitario.
*Fotografía de Jorge Molder
... aire frío que transe y rechaza nuestro pulmón, alborotado hablar de muchas lenguas, en un adiós no por esperado, de esos que duele en el alma.
ResponderEliminarSaludos.
Siempre me pareció un poema de despedida seca y dura. Su autor sabría.
EliminarEl peso de la ausencia, una imagen muy gastada pero muy exacta.
ResponderEliminarSalu2, F.
Estará gastada, pero sigue en vigor. Casi todas las imágenes basadas en conductas humanas están gastadas, repetidas, manoseadas, etc. en las escrituras. Cómo se ofrezcan es otra cosa. Saludo.
EliminarEsa partida con su " todo queda ahí" es un punto y aparte. Else recorrerá otras lecturas, otras vivencias, y tal vez regresará más sabia, o no. Y quedes huérfano como único habitante del cuarto.
ResponderEliminarUn abrazo
Quien se quede con permanencia en un cuarto corre el riesgo de vivir con fantasmas. Bon dia.
EliminarEsos besos en los ojos serán eternos, los ojos tan delicados y frágiles captan el calor y la textura de los labios mucho más que otra parte del cuerpo.
ResponderEliminarY esos abedules fuera del cristal, me provocan, me imaginan una escena de Tarvkoski en esa Infancia de Iván tan conmovedora.
Ese cuarto no está vacío, plagado de voces y diálogos pegados a cada rincón y en las paredes seguirán su plática, como los versos, eternamente.
Qué bellas precisiones al texto. Cuando leemos nos cargamos de sugerencias y las retenemos junto a lo que vamos viendo y observando exteriormente. Las paredes seguirán la plática de quienes pasaron por la habitación, pero ¿quién la escuchará? Tal vez nuevos hombres y mujeres que las habiten circunstancialmente con análoga problemática, von parecido bagaje de memoria y pasión, con angustia por el fin.
EliminarUna despedida así no parece por siempre, quedan enlaces, vivencias y sentimientos compartidos, quizás le toca al protagonista tomar conciencia.
ResponderEliminarHay despedidas formales, despedidas accidentales y despedidas inesperadas (que se cree que no, pero que sí) La vida no cesa y da tantas vueltas...solo que la vida materializada en la edad de cada uno es decisiva.
EliminarPues si ahora se va él, cuando vuelva , convencida de que la soledad es peor, ya no quedará nadie.
ResponderEliminarNo tendrá más remedio que volver, porque el libro que le ha regalado, aunque el suyo no lo dice claramente, se intuye que es "Ecos lejanos" de Fackel, ese autor novel, y en el se desvela los pensamientos más íntimos del prota; ella se sentirá culpable y volverá a revelsrle los suyos, porque de siente culpable, de saberlo todo, las dos partes. Y él solo la propia. Else es buena persona y eso no le parecerá justo.
Esto no será el final, no?
Recuerda que tiene que acabar con uno de juventud😝
Abrazooo
Jaaaaaa, espléndido. Me parece que has leído a un Umberto Eco sagaz y a un Italo Calvino no menos ingenioso. ¿El final? Ve a saber, además el autor de estas entregas debe estar aburriendo a los que tienen la amabilidad y el aguante de leerle.
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