Sospecho que esta aproximación a la mujer va a ser la última. No solo con Else sino con cualquiera. Las mujeres de mi pasado se extinguieron bien en el anonimato bien en la muerte. Esa otra forma de anonimato al que ridículamente se le concede el obsequio del recuerdo. Y los recuerdos nunca sustituyen lo vivido, si bien alientan fantasías o juicios de valor o una lenta compensación de las carencias. Ella se ha dejado, ha permitido que yo haya sentido, me ha sentido a mí. Pero ¿han sido las mismas sensaciones de juventud? ¿Queda algo de las viejas entregas, cuando la exploración era más estimulante que la experiencia a la que ahora solo persigue el desinterés y el agotamiento?
¿No te parece que a medida que perdemos el gusto por amar más nos acucia el turbio pensamiento del fin?, pregunta. Dice fin, teme decir acabamiento. Huye de pronunciar la palabra de las diez mil lenguas pero una única conclusión. Hace poco vi una película muy reciente, de cierto director actual, que trata del tema fatídico, digo a la mujer, obviando el término clave. Y aunque su argumento se desarrolla en una Edad Media cercada periódicamente por pestes exterminadoras bien puede representar lo que hemos vivido. Y en ese filme la muerte es la Muerte, un personaje al que, como ha hecho durante siglos toda la mentalidad tradicional, el director personifica, le hace hombre con una ambigüedad exterior pero con una concreción funesta en cuanto a su misión. Pero sabes qué hay, ¿aparte del miedo a la muerte que manifiestan todos los protagonistas? Hay la angustia generada por los predicadores. Hay la brutalidad persecutoria del poder elesiástico. Hay la pobreza y la miseria de cuerpos y almas. Hay la inseguridad. Pero, y esto sí que es fascinante, hay un margen para el amor, manifestado en una familia pequeña de juglares o saltimbanquis donde los padres se quieren y quieren al hijo en el que de algún modo proyectan no tanto sus ilusiones como sus esperanzas, o acaso es a la inversa. Y eso revela que no es una mera película sobre la muerte sino también sobre el amor que puede salvar. Y, ojo, tiene su pizca de ironía y desenfado, no es necrófila en absoluto.
Else ríe. ¿Un amor salvífico?, dice jocosa. No, solo compensatorio, digo. Entiendo que hablar de este asunto tratado en una película es algo que podemos captar mejor a nuestra edad avanzada y con nuestros achaques que si la hubiéramos visto de jóvenes, cuando apenas se hacía cine y aún no se había socializado. De jóvenes ya vimos lo que vimos, replica con una serenidad que no puede evitar una huella de melancolía. Pero no interpretábamos, Else. Cuando eres joven y estás metido en una épica vertiginosa se percibe el dolor pero lo contrapesábamos con una aspiración radical que anhelábamos cambiante y liberadora. ¿La de un triunfo de las ideas? ¿La de generar un mundo nuevo? Más bien la certeza de que pasara lo que pasara teníamos una vida por delante. Esta imagen de que saldríamos de todas, simplemente porque éramos conscientes, por la edad y un cuerpo aún dinámico, que disponíamos de salud y vigor, y que no cabía dar vueltas a lo ineludible, nos ponía a salvo. Aquel ha muerto, el otro no apareció nunca, eran las expresiones comunes que cundían entre nosotros sin mayor indagación. Nos afectaba pero no nos hundía. La muerte existía como acción de un enemigo que era tan frágil como nosotros pero que poseía la fortaleza de las bestias, es decir el poder y las armas. Y al que, ingenuamente, pretendíamos desmontar.
Else me ha escuchado atentamente. Aunque no hubiéramos hablado ahora de esto, dice, aunque la gente no comente porque mantiene un buen margen de superstición y de tabú, sí que existe un diálogo interior. Nadie se engaña. Nadie habla con una figura metafórica, y menos fantasmal, dentro de sí mismo, sino con su doble, con su declive, y dónde acaba todo. Porque sabe del propio desgaste, la pérdida de propiedades, el trastorno, todos esos heraldos negros que caminan con presura hacia un instante vacío. Y aún hay muchos que piensan que la alternativa consoladora es la religión. La alternativa de muerte, Else, es vida, no le demos vuelta, y esta comprende su limitación. Y ahí está lo crucial, aceptarlo. La única religión que reconozco válida es la memoria de lo vivido.
*Fotograma del filme "El séptimo sello", de Ingmar Bergman.
Solo el amor y la música pueden salvarnos, ambos son lo único salvífico en nuestra existencia.
ResponderEliminarSaludos.
Y no es poco, al menos sirven para sobrellevar con cierto talante y ánimo.
EliminarInteresante texto que da para reflexionar aun a esta hora de la mañana.Te dejo un abrazo!
ResponderEliminarPara reflexionar, Menta, cualquier hora es buena. Y las reflexiones cuando se interrumpe el sueño nocturno son interesantes, pero pueden resultar obsesivas e impedir conciliar el descanso.
EliminarPERO la memoria de lo vivido no cuenta como religión. La ingenuidad juvenil que pretendía derribar monstruos sí.
ResponderEliminarSe trasluce por lo que cuentas que no has ido a la reinauguracion de Notre Dame.
¿ Nos estas poniendo deberes para revisar el séptimo sello? La Muerte seguro que ha sobrevivido sin perder lucidez sl paso del tiempo, pero ¿y la película?
¿Veremos otra película distinta de hace 50 años?
Abrazooo
Pd
Me aparecen en la lista de lectura Evanescencias de hace 5 años, cuando no tenía blog
La película citada, como otros filmes y libros, se ven siempre algo diferente o mucho, según. A mí me gusta verla de vez en cuando porque además se desarrolla en un contexto histórico del que nos hablaron lo justyo y de pasada y luego hemos descubierto lo que ha sido la peste negra y sus estragos. Un buen marco el que eligió Bergman para sus reflexiones porque en aquellos tiempos medievales (y no solo en aquellos) las sociedades vivían espantadas, lo cual era azuzado por determinada institución con caché "salvífico" a su decir, como si el mal vivir, la pobreza, la faltya de higiene, etc. no contribuyeran de por sí al desconsuelo general. Prueba a repasar la película, acaso pilles algo que hace años no pescaste. Para mí la película no ha perdido lucidez, pero claro también el público de hoy es otro y ya sabes, acaso no interesa en estos tiempos más "alegres y confiados" que nunca.
EliminarEsto último de Evanescencias no te lo capto o mi memoria flaquea.
Permite que subraye una frase de tu entrada: "la angustia generada por los predicadores!...
ResponderEliminarEs una constante histórica, la de los predicadores religiosos pero también los hay laicos, cuando no psiquiatras.
EliminarInteresante reflexión sobre la vida y la existencia. Else me parece maravillosa y muy misteriosa. La última frase es para enmarcar.
ResponderEliminarGracias, Fackel, disfruto mucho leyéndote.
Un abrazo enorme.
La frase solo es un pensamiento subjetivo, y acaso no vano. Porque si religión tiene que ver con el latín religo, ligazón, vínculo, ¿hay acaso algo que nos vincule más a nosotros mismos que los recuerdos de lo vivido?
EliminarLos recuerdos, puede que alienten fantasías; cosa que quizás estaría bien debatir, pero sé de su importancia, su peso específico. Ojo con menospreciarlos; quítale los recuerdos a una persona y dejará de serlo.
ResponderEliminarHoy vamos de ecos; tú los tuyos, yo los míos
Por supuesto que el peso específico de los recuerdos es intransferible y abrumador. En ellos está el acervo verdaderamente cultural y personal de un individuo. Ojo, también de una sociedad, que puede perder su propia memoria (de hecho ocurre) y luego vienen los desastres y los lamentos.
EliminarSólo aceptándola le hacemos sitio a la vida.
ResponderEliminarY no, seguro que no son las mismas sensaciones de juventud. El tiempo pasa... ¿cómo decía Pablo Milanés? El amor no lo reflejo como ayer.
Disfruto mucho tus textos. Casi cada frase me inspira comentario (me cuesta elegir), por lo que dice y por cómo lo dice. O sea, tú. En esta ocasión me encantó y me impactó la forma en que defines a la muerte: "Esa otra forma de anonimato al que ridículamente se le concede el obsequio del recuerdo". Me gustan mucho las paradojas.
Besos
Mira, no recordaba la palabra de Pablo Milanés.
EliminarSí, a la muerte la convertimos en algo anónimo, incluso le hurtamos el nombre al hacer referencia a ella, según en qué circunstancias. Y es que rechazamos que vaya con nosotros, cuando en realidad es fiel compañera. A veces me pregunto si no huiremos en nuestro tiempo de ella (pretendemos huir) más que en tiempos pretéritos. Ya sabes, la supresión de rituales domésticos y cercanos han quedado suprimidos por la urgencia en quitarnos al muerto en día y medio como mucho. Pero es otro tema el de los ritos, sobre los que sería divertido hablar en otro momento. Gracias, Alís.
Nos hacemos mayores y somos más conscientes de la presencia de la innombrable. Nos pasamos el día conjugando el verbo morir (me muero de risa etcétera) pero a la muerte le guardamos respeto y miedo. ¿En qué orden?
ResponderEliminarSalu2.
Cierto, esa utilización tan profana como ingeniosa y crítica, al menos en español, de me muero de ganas, me muero de risa, me muero de asco, etc. es tan expresiva...Ahí sí que traemos, conscientes o no, a la innombrable para vulgarizarla, robarla un poco de su efecto letal y reconvertirla. ¿Le sentará bien a ella que lo hagamos? Ride si sapis.
EliminarPor supuesto, la tenemos miedo, pánico. Lo de respeto es un eufemismo, además ¿de qué serviría si ella no se deja respetar? Sigue riendo.
Quieres ser intelectual y terminas siendo nada en tus escritos Me río bajito
ResponderEliminarMe encanta esta aportación brillante y edificante, jej, que haces. Me gusta tanto que hasta publico tu opinión, porque las críticas siempre me han hecho un hombre. Pero no le doy más vueltas a tu mensaje, lo pongo como diversión.
EliminarYa puedes reír en tono más elevado, si gustas.
Vaya !! Esto es lo que da de sí, un cerebro situado en los pezones.
EliminarEres hilarante.
EliminarY no me río bajito... ha ha ha!!
EliminarAceptar la impermanencia. Tener la actitud correcta, para no confundir aceptación con resignación. Ser lo suficientemente desprendido como para saber agradecer, a la vida, lo que nos dejó prestado en el momento en que fuimos fecundados. Ahora, simplemente, cuando ella nos lo pida, devolver la deuda.
EliminarProcura no quedarte ronco.
EliminarSuscribo tus palabras, y te diré que me han conmovido.
EliminarHe leído todos los comentarios. Se aprende mucho de ellos si las personas que contestan, evidentemente, lo hacen con criterio.
ResponderEliminarAquí , en esta casa, se da el caso.
Me quedo con una frase tuya:
"... a la muerte la convertimos en algo anónimo, incluso le hurtamos el nombre al hacer referencia a ella, según en qué circunstancias..."
Te doy toda la razón. Toda. Le hablo de ella a mis nietos, y le digo que yo ya me preparo, y que es lo más normal del mundo, pues lo anormal sería no morir. Les empujo a no coleccionar con avidez, y les digo que todo pasa deprisa, y que a mi ya me queda mucho menos de lo que he vivido.
No hay más.
Salut
Dentro de lo que podemos hacer, y tu conducta al respecto es correcta y en la buena dirección, cabe también decidirnos por hacer las gestiones para tener el Testamento vital, conozco gente que ya lo tiene, es algo práctico. Haces muy bien en explicar a los nietos el tema, algo les quedará en la mente para cuando no estés.
EliminarMi opinión es que prácticamente todos los que comentan por aquí son gente con criterio y sensata. Las excepciones, escasas, son eso, excepciones. Un abrazo.
Amor y muerte son los dos temas eje sobre los que gira la vida tan liosa y se reflejan desde las épicas más ancestrales. No me parece mal que se siga dando vueltas a lo que es esencial en la vida humana.
ResponderEliminarAnder, saludos.
Quieras o no, Ander, está ahí y aunque huyamos como alma que lleva el diablo del único destino certero hay que buscar el aliento y como dice Ricard agradecer a la vida, al menos los que tenemos que agradecer, porque hay mucha gente que siga esperando que la vida le otorgue algo más que desgracia.
EliminarLa memoria de lo vivido como una religión, interesante reflexión. Los recuerdos son igual de volubles que la voluntad de los dioses, pero al menos acuden cuando los necesitamos y siempre intentan darnos una versión más amable de lo que fuimos y de lo que hicimos.
ResponderEliminarNo se trata de generar ritos ni establecer liturgias y mucho menos un corpus doctrinal, pero la memoria, poder ejercitar los recuerdos y regodearnos en las satisfacciones pretéritas es para tener en cuenta. Y todos podemos ser (de hecho lo somos) comulgantes.
EliminarLa muerta está supra valorada, al final se va uno, sin más alharacas. Lo sabemos todos, pero darle presencia objetiva es un paso para dialogar con lo que nos espera. Porque nos espera, y es fácil eso de morirse, lo difícil es vivir, me temo.
ResponderEliminarUn abrazo
Así es, uno se va, lo duro es que el proceso de irse sea de sufrimiento. Me gusta tu enfoque: presencia objetiva, desde un sujeto es un desafío, pero hay que hacerlo.
EliminarHay que ver cómo la conciencia humana se ha disociado del proceso natural, pero nunca es tarde para vincularnos (religo) con la naturaleza que es y que somos.
A morte existe... e temos que viver com essa certeza... Por isso, temos que viver com amor, permitir que todas as emoções cresçam em nós...
ResponderEliminarTexto interessante como sempre...
Beijos e abraços
Marta
La certeza es innegable, pero trabajar la mente en orden a ser capaces de aceptarla como hecho no es fácil. La vida es un combate con las imágenes que hay dentro de nosotros: la amistad, el amor, las ideas, la participación de la belleza, etc. y no puede faltar esa imagen que se reirá de todas en un momento dado.
EliminarGracias a la espiritualidad uno se evade de las complicaciones del vivir, del morir...
ResponderEliminar¿Qué es la espiritualidad?
EliminarMe refiero a trascender espiritualmente... sentir más allá de lo tangible, a través de la música, de la danza, de la pintura, de lo artístico en general... también a través de la meditación... es tener sensaciones más allá de lo puramente mundano. Esto es necesario cuando ha sido sometido a terribles experiencias.
EliminarAh, por supuesto, las sensaciones como las emociones son también efecto de la materia humana que ha llegado a afinarse sorprendentemente a lo largo de la historia de la especie -eso debe ser la cultura- hasta proporcionarnos una receptividad -eso debe ser arte y participación del arte- particular. Evolución, compleja evolución pero maravillosa evolución.
Eliminar"In memory love lasts forever", deia el cartell d'El pacient anglès. M'hi has fet pensar.
ResponderEliminarEn el cas que hi hagués vida després de la mort, com seria? Amb tots els cabells o bé calbs? Amb arrugues o sense?
Ala frase en inglés habría que añadir: En la memoria el amor que fue en su día perdura si no se olvida.
EliminarY lo otro que preguntas, a ver a ver, déjame qué piense...
Si la pregunta se la hiciera el sabio Abrahán a la doncella Theodor fácil que esta respondiera: Si hay vida después de la muerte es que el hombre y la mujer han nacido de nuevo (luego imagina cómo serían) ¿No has leído nunca el relato medieval La doncella Theodor?