"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





lunes, 7 de enero de 2019

Naxos. La vieja inscripción y el inválido

















"¿Cómo se reconocerán los habitantes de la ciudad,
me pregunté, si de su herencia quedan ahora solo cenizas?".


Poeta Sombreado, Ghazal de las cenizas, del blog La sombra de la nube.



Hay una inscripción antigua en la puerta principal de la ciudad que los años y los avatares no borran del todo. No vuelvas nunca sobre tus pasos, anda siempre los nuevos. Solo así podrás..., y ahí se corta el mensaje. Naxos se queda estupefacto y medita. Quien ordenara grabar la inscripción ¿se arrepintió, cambió su pensamiento sin lograr enunciarlo del todo o no pudo terminarlo a causa de una fuerza mayor? Andros es un hombre lisiado de mediana edad, que presume de conocer los rincones de su patria. Se despega del muro en el que se apoya y se dirige a él. Veo que te interesa, joven extranjero, la historia del lugar. Que te detienes ante las obras humanas, las observas con detalle y tratas de interpretarlas. Te he visto con algunos vecinos recorrer barrios que han sido arrasados y otros donde la vida intenta salir de nuevo a flote. También sé que estuviste preguntando por la sibila. Yo te puedo conducir por las calles y mostrarte los centros de nuestras instituciones y creencias. Pero no me pidas que te lleve hasta la adivina, pues hace tiempo que no solicito nada de ella y las adversidades me han vuelto un incrédulo total acerca de la condición humana y sus invenciones. Naxos le mira con curiosidad, aun sabiendo que no acertará sobre la causa de su malogrado físico. ¿Será así de nacimiento, por accidente o víctima de alguna correría? Andros está acostumbrado a ser observado por los foráneos. Sale al paso, antes de que se le pregunte. No mires mi desgracia como una maldición, antes bien debes saber que gracias a ella me dedico al oficio más inútil, según unos, y más fructífero, según yo mismo, que cabe resultar, le espeta al joven. ¿De qué oficio me hablas?, y Naxos desvía instintivamente su mirada hacia la inscripción. ¿Acaso fuiste tú el autor del lema que he leído en la muralla? ¿Eres un calígrafo de las incisiones en piedra? ¿O se esconde dentro de ti uno de esos filósofos que se creen por encima de los demás hombres? Andros sonríe con cierta malicia. No sé lo que soy. Sólo sé lo que hago. Antes de mi mutilación era un escribiente a quien se le daban bien las palabras. Me solicitaban para actos y celebraciones, y los artesanos echaban mano de mí para difundir sus trabajos por otras costas. Pero las invasiones y las guerras no trasiegan solo huestes de mercenarios de un lado para otro sino que dejan tras de sí la huella de las negras falanges de los inútiles. No sé quién dijo que hacer era pensar. Mi destino ha acabado en esto: propongo acertijos y planteo dilemas a los que entran o salen por esta puerta. Si los aciertan, ríen y se alejan henchidos de su pretendida sabiduría. Si no los responden, pagan, ofuscados por no saber resolver el enigma. Yo he oído que los filósofos hacen algo parecido, cobren o no por dar vueltas al pensamiento, se atreve a contestar Naxos. Pero los filósofos de los que hayas oído hablar, y Andros le quita la palabra de la boca, no se entretienen ni se divierten tanto como yo al comprobar los límites de la mente humana. Ni padecen, en sus fincas de recreo, naturalmente, las penurias que yo paso. Andros, ¿ha resuelto alguien el final de la inscripción?, pregunta curioso el joven. Andros ríe estrepitosamente. Muchos han sido los que han arriesgado el desenlace. Pero ninguna de las respuestas ha sido acertada. ¿Y si acaso no hay desenlace alguno, ni texto interrumpido ni consejo de ninguna clase?, se le ocurre a Naxos. Ah, mi amigo extranjero, salta Andros. ¿Ves cómo no tienes ninguna necesidad de dar con la pitonisa?




(Fotografía de Ata Kandó)


10 comentarios:

  1. A la vieja inscripción no le veo buen consejo.
    Uno, en ocasiones, ha de volver sobre sus pasos, al menos para saber si sigue por la senda del buen camino. Hoy sabemos que las brújulas están casi todas imantadas, y que ello nos hace perder el norte en alguna ocasión.
    Salut

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    1. Es un punto de vista el tuyo. Mirar hacia atrás y sacar conclusiones es una cosa, reintentar rehacer el pasado sin variar premisas sobre los nuevos tiempos, el presente, que se viven puede ser atroz. ¿No está pasando hoy día para ciertos sectores políticos de la sociedad? Además ya sabes que muchos pensamientos de la Grecia clásica eran vagos, abstractos, imprecisos, duales, así se portaban las adivinas. Así solía filosofar el Oscuro que tanto apreciamos tú y yo. Es probable que las agujas estén imantadas, y señalen determinadas direcciones fáciles (sobre caminos complejos, tremendo), lo cual nos debería llevar a considerar cómo y dónde situarnos, o inventando otro modelo de brújula, ya no sé.Incluso dudamos de si hemos perdido el Norte porque acaso nos hacen creer que no existe o que lo hemos perdido, y hasta qué punto será cierto es complicado advertirlo. Hacer es pensar. ¿Deberemos ser artesanos del pensamiento una vez más?

      Un abrazo.

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  2. Magnífico soliloquio. Heme aquí víctima de los propios que no son sino uno de tantos en el inconsciente colectivo del pensamiento filosófico.

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    1. Pues cuidado que la línea separadora del rol de víctima del rol de verdugo es a veces muy inconsistente.

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  3. Volver atrás no tiene sentido,¿quién querría reinventar el fuego?. Los pasos que damos aportan información y permite abordar las circunstancias que se van presentando de la forma más satisfactoria posible, sabiendo que dolor y dicha son parte de la vida y no hay escapatoria.

    Adriana

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    1. Así es, y no obstante cuántas veces repetimos errores análogos o nos sentimos impotentes ante situaciones. No hay escapatoria, desdramaticemos pues.

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  4. Así que quedó la frase inacabada, quizás sí había intención para dejar que los ocasionales lectores, intrigados, buscarán por sí mismos su continuación. Solo así podrás comprender el pasado y anticipar el futuro, añadiría yo.

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    1. Por ahí podrían ir los tiros. Los mismos ciclos que recorremos a lo largo de los años tienen más el cariz de lo incierto, abierto e inacabado que el de un proyecto ejecutado y sumamente previsto. Incluso lo que anticipamos y creemos resolver tiene su torcimiento en algún rincón del camino.

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