Somos el entorno. El cañaveral. Nos adornamos con la esbeltez ajena. Nos desgastamos con el influjo adocenado que nos llega. Pasan los días sin fecha. Nos refugiamos en lo hondo de la cavidad. Dejamos que penetre la luz mínima pero selecta. La imprescindible. Somos una permanencia a la intemperie.
Aprobado
Hace 4 minutos
Mientras tanto, el Campo Grande sigue siendo una isla en medio del tráfico.
ResponderEliminarEn medio de la nada, a veces. Entrar allí es sentir otros mundos.
EliminarEllo sucede cuando nos encontramos a nosotros mismos, cuando no, la intemperie es luz cegadora, la hondura un infierno y los días la vejez
ResponderEliminarun abrazo
Cuánta razón tienes, Omar. Habrá que procurar hallar los pequeños encuentros en lo más íntimo de nosotros. Un abrazo.
EliminarSí, amigo Fackel, somos el entorno tanto en cuanto al espacio como en el tiempo. Y somos la circunstancia cada vez más extensa, que alcanza desde Hospitalet hasta Valladolid, desde Bujaraloz a Singapur, a Helsinki a Santiago de Chile y a Singapur. Si hay una caverna donde cobijarnos ésta se encuentra entre las suites de Bach o los versos de la Commedia.
ResponderEliminarSalud
Francesc Cornadó
Por eso mismo últimamente desconfío como nunca del show de la mercadotecnia aplicada a la política, la gestión cultural, el arte-precio. ¿Cómo va a ser lugar de cobijo el circo de los Diputados? Y sin embargo allí decidirán, harán y desharán, tocando la vida de los indefensos que todos dirán defender. Refugio, busco refugio.
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