Todos los caminos llevan -o traen o remiten o se hunden- a la Castilla profunda. Viejas encrucijadas en las que a veces parece que no se llega a ninguna parte. Esa sensación de estar siempre de paso en la tierra que uno pisa.
Cuando veo la precisión constructora de las iglesias románicas tengo la impresión de que aquella gente, más allá del simbolismo de la montaña o el homo quadratus, seguía adorando oculta pero fielmente, a Ra.
No sé si es propio de paisanos obcecados y valerosos o resultado de un complejo de haber perdido todas las batallas. La imagen del carnero broncíneo se encuentra reproducida en algunos monumentos alegóricos de héroes o de diversas circunstancias en que la vida, tan testaruda, es, no obstante, vencida.
Acaso lo da el carácter de la tierra o las modas o la economía en manos del mejor postor. Pero la ingratitud es hiriente. Un cine abandonado, en pleno centro de una ciudad, recordando cada día lo que fue y no puede ser, y con el edificio aún en pie ¿no es un testigo que clama contra la incuria y reclama justicia? Antonio Machado, ante el espectáculo fallido, no completaría el rótulo con aquel proverbio hoy es siempre todavía. ¿O es que sigue siendo siempre lo mismo, la pérdida?
Esquelas en la puerta del mercado. Se podrá disentir en cuestión de mónadas y entelequias, pero la vida social de las pequeñas ciudades es muy inteligente. ¿No es acaso el mercado el espacio donde los vecinos se ven todos los días? ¿No es donde se pulsa la economía de cercanía? ¿No es donde la realidad se hace más material al tocar las hortalizas, la fruta, las legumbres? Ahí la actividad, ahí la cháchara, ahí el alimento. Ahí el sentido. Y la despedida.
Parece que siempre hubiera sido así. Pero no. Los paisajes agrarios han sufrido cambios tan tajantes en el tiempo como modificaciones se han obrado en las ciudades. Cuanto hoy creemos ver como lo opuesto a la urbanización exagerada probablemente sea una antítesis del mismo espacio hace algunos siglos. Ni los sistemas de cultivo ni las masas arbóreas ni la propiedad responden a la geografía antigua. Algo debió pasar lenta pero también bruscamente. Tal vez los hombres.
* Leyenda de las fotografías aquí expuestas, en orden de arriba a abajo: Indicador de direcciones en una avenida de Palencia / Interior de iglesia románica en Zamora / Base del monumento a Viriato en Zamora / Antiguo cine desalojado en Zamora / Esquelas en la puerta de un mercado en Palencia / Panorama de cereal y de pinares desde Portillo (Valladolid)
Esas impresiones al paso condensan con emotivo acierto el ser de una tierra que cada uno de los paseantes percibe con mirada diferente. Un gran abrazo y feliz itinerario.
ResponderEliminarSí, esa impresión tengo yo. Los paisajes son únicos, las miradas diversas. Itinerarios que surgen sobre la marcha.
EliminarUn abrazo.
La imagen del negro carnero da mieditis. No conozco adecuadamente el talante castellano que mi sangre es mediterránea y mi educación británica. Mar, mar, mucho mar cuanto más brava mejor.
ResponderEliminarNo necesariamente es talante castellano, hay que tener cuidado con los símbolos. En muchos monumentos del XIX y XX, cruzados por la idae Nación aparecen símbolos muy viriles, digamos. También era carnero elariete de los romanos o de la Edad Media, ¿no? Y como metáfora bien empleada no está mal, hasta en fútbol se usa. En fin. Me alegro por tu mar y sus monstruos marinos, que haberlos haylos.
EliminarVa a ser verdad que todos los secretos están en Castilla...
ResponderEliminarNo creo que en esta tierra haya una especial posesión de los secretos. Simplemente que hay una ocultación desde dentro y desde fuera, incluido ese engendro llamado Estado, de las manifestaciones del pasado. Se resalta lo que interesa y se ignora otra parte de lo que ha sido. En ese sentido, hay un maltrato de comprensión de la propia historia. Y hay una carencia de método para valorar cada época, simplemente porque al nacionalismo del XIX y del XX, éste especialmente cruel, no interesó.
EliminarEncrucijada de caminos donde todos somos refugiados, metecos, contemplando una verja con hierros retorcidos como los cuernos del carnero y sin entender qué demonios es esto del simbolismo románico o del Dios Ra.
ResponderEliminarsalud
Francesc Cornadó
Por mi parte, simples ironías aplicadas a los objetos de mi mirada. Mi límite con esos objetos está en tratar de entender por qué existieron o existen pero no necesariamente en compartir los presupuestos que les hizo existir.
EliminarRa está siempre presente, el día que se acerque más o se aleje o pegue el estallido adiós creencias, adiós sublimes estéticas, adiós geniales creadores, adiós, adiós, adiós. (Por otra parte siempre me embeleso cuando el sol ilumina un espacio cerrado, de alguna manera lo amplía y los arquitectos supieron fomentar el juego; un truco más, que dirías tú)