El que narra lo hace dos veces, me dice Ino de Agra mientras vacía en mi copa un vino de moscatel que cultiva en sus tierras. Una como verdad y otra como mentira. Cómo es eso, le digo yo. La verdad es lo que sucedió en una ocasión. La mentira es desde cuando se empieza a contar lo que sucedió, me responde. Pero eso quiere decir que nunca se cuenta la verdad, le replico. Ino de Agra exhibe en sus sienes unas canas dignas, luego experimentadas. Es probable, pero ¿importa mucho eso? ¿Qué quieren escuchar las gentes? ¿Lo que fue o lo que quieren que haya sido? Me confunde y trato de rebatirle. Pero si no se transmite lo que ocurrió realmente, ¿cómo puede nadie saber? Ino es tozudo en su particular visión de las cosas. ¿Qué importa que no sea cierto lo que se narra? Si lo que se dice es hermoso y gusta, ¿no se justifica? Convéncete y apura la esencia dulce de mis vides. Las gentes aceptan la belleza de lo que se cuenta en parte porque les interesa para justificar sus vidas y en parte porque les hace soñar. Y no todos comparten esa doble posibilidad del relato. Tu vino es exquisito pero tus palabras envenenan, amigo Ino. Sírvete más, e insiste. Haya tenido lugar o no un suceso los pueblos necesitan inventárselos. ¿No es ése el papel de nuestros relatadores? Si un acontecimiento ha tenido lugar en un pasado oscuro lo que nos llega de él es una versión transmitida de boca en boca. ¿Quién nos dice que por el camino no ha ido variando en parte o en todo? Lo que las gentes consideran certeza es siempre el último relato y sé que ha habido lugares en los que se han enfrentado diferentes versiones sin que nadie supiera cuál podría ser la menos engañosa. Entonces, le digo un tanto beodo, dime para qué sirve transmitir los mitos de los dioses y de los héroes y cantar las hazañas y las desdichas de nuestros antecesores. Sirve para esto. Para las tertulias y las celebraciones. Para las frías noches de invierno en el hogar y los atardeceres tediosos del estío. Sirve para mantener neciamente el orden de nuestros débiles sistemas de convivencia. La memoria ¿es siempre un relato alterado de lo que acaeció o pudo acaecer? Nunca lo sabremos.
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Hace 58 minutos
Proyecciones, simples o compuestas ídem. La cuestión consiste en identificar la supuestamente propia. Cuestión ardua, sorprendente a veces y triste otras tantas. La cuestión es brindar por seguir proyectando, que no es poco.
ResponderEliminarCuidado con los brindis, siempre tienen dos rostros.
EliminarUfff, demasiada "cuestión" repetitiva para un simple comentario. Pueden soslayarse para alzar la copa.
ResponderEliminarEl brindis, no te digo.
EliminarLo ideal es borrar de la memoria lo malo, Besos.
ResponderEliminarFeliz Año Nuevo.
En cierto modo lo hacemos, al menos evitando que nos resulte obsesivo. Gracias por los deseos.
EliminarRecordamos los hechos no como sucedieron sino como creemos interpretarlos. Si los sucesos les ocurrieron a otros, mucho más filtrados nos llegan todavía.
ResponderEliminar=)
Incluso habiendo vivido experiencias, con el paso del tiempo se diluyen, se desfiguran, se decoloran. Y al recordar estamos en otro punto de nuestra vida. Gracias, salud siempre, Neo.
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