Recibo un sms en el móvil. Me agito. Solo un modo verbal. Conciso, categórico, seco. Ven, dice. Pienso en el verbo al que pertenece, lo enuncio. Conjugo el imperativo mientras me siento sobre un sillar del cruce de caminos de la ciudad en ruinas. Es un modo muy breve y como receptor del mensaje lo percibo con efecto parálisis. Todo lo imperativo es siempre reductor, exigente, implacable. El mensaje termina ahí, en tres letras. No aparece el nombre del emisor por ninguna parte. No siendo mis dedos muy diestros con el teclado salgo y entro del sms, buscando sin acierto quién me ordena, quién me escribe, quién pretende. Logro abrir de nuevo el correo. Ya no hay tal ven. En su lugar aparece una palabra más larga pero con caracteres que no son latinos. El ven sigue rondando en mi memoria, pero ese cirílico antiguo me desarma. Sigo manipulando el teléfono. Un sonido prudente me avisa de que hay un sms nuevo. Ven pronto, dice, como si quien me escribe me estuviera viendo despistado desde alguna atalaya oculta. Tampoco aparece un nombre. En su lugar un número de muchas cifras que, a medida que lo hago avanzar, se prolongan como si se tratase de la transcripción infinita de π. No sé qué pensar y las letras del mensaje se van haciendo más grandes. Empiezan a acercarse algunas personas, tratan de saber qué pone en la pantalla del móvil. Podría preguntar qué se debe hacer en estos casos. Pero la gente que me rodea no habla mi idioma. Entro de nuevo en el apartado de sms recibidos y ahora la palabra que aparece es incompleta. Ve, dice. ¿Le falta una letra o es otro verbo? Si es un verbo diferente también cruje como imperativo, pero entonces hay otra voz detrás. Me turba que me zarandeen dos voces, aunque bien pudiera tratarse de un juego con única procedencia. Sigo pulsando dígitos y el móvil se calienta. Mis dedos sudan, el teléfono se humedece, mi mano se incrusta. ¿Qué decía el mensaje de antes que no doy con él?, me pregunto. Ah, sí: Voy. La ciudad está a mis pies, pero no postrada, sino sumergida. Yo decrezco.
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Hace 1 hora
Inquietante. El texto es muy bueno consigues mantener la intriga hasta el final. Te felicito.
ResponderEliminarFrancesc Cornadó
Gracias por comprender la esencia de los sueños, Francesc.
EliminarVivimos tiempos agitados, últimamente más de una vez me he despertado con una sensación parecida a tu sueño, convencida de que tengo que acordarme de algo importante, importantísimo, pero no sé lo que es y la desazón me bloquea. Tu trepidante relato está muy bien.
ResponderEliminarLos sueños refrendan la vida llamada consciente, también la conjuran, la exorcizan, la salvan. Lo que sea antes que enloquecer en un mundo de locos. Calma siempre, Ana.
EliminarAcabo de enterarme que en Gamonal ha ganado el pueblo, espero que cunda el ejemplo. Podemos!!!
ResponderEliminarTula
Todo sea por la conciencia, ¿no, Tula? Pero el viejo que llevo dentro me dice más que el demonio que me acompaña que habrá truco en este ¿desenlace? por parte de la autoridad. No en vano vienen períodos electorales y se harán las cosas acaso de otro modo, hasta con consenso de la oposición socialdemócrata que ha estado tan calladita. De momento el fotograma de hoy es desprestigiar al movimiento ciudadano (ya han ido por ahí un alcalde, un cargo de Interior y hasta el innombrable presidente) Para la derecha es incómoda la voz de los políticos de izquierda, pero la voz y la acción de la sociedad con otras formas de representación y práctica democrática les espanta: se rompe el juego del control, y eso es tocarles las vísceras.
EliminarAlegría por lo que toque, pero nada de ingenuidad.
Los sueños con teléfono suelen indicar incomunicación. Tendrás algo que decir o que escuchar que no se hace pausible. Bueno, como casi todos, no? abrazo!
ResponderEliminarMe lo pensaré, Fedora, no había pensado en ello, pero no sé si las voces del ven, ve o voy son de llamada telefónica precisamente, o tienen otras connotaciones. Buen sábado.
EliminarBuen texto Fackel
ResponderEliminarun saludo
Irene
Instintivo y subjetivo, Irene, qué se le va a hacer. Gracias.
EliminarExcelente, Fackel.
ResponderEliminarY preciso...
Un abrazo
Buscar la diana no significa acertar en ella, acaso ella nos busca a nosotros. Un abrazo, Javier.
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