"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





miércoles, 25 de septiembre de 2013

Pisando el aire




















...en pos de la aventura lo primero que pisé fue el aire, y cómo puede pisarse el aire habrá quien diga, pues hay distintos modos de pisar el aire, pero solo dos son decisivos, dos para cuya conciencia solo hay traición, la primera por la memoria que pilla lejana, la segunda porque no hay memoria ni presencia ni aire, pero esta es menos interesante, porque lo que importa es cuando empecé a pisar el aire, aire que se tanteaba, aire que se sorteaba y que se acababa apartando de uno entre gemidos y desasosiegos, no le dejaban a uno pisar el aire, y los pies no paraban de agitarse y todo el mundo temía que el aire no le sujetara, y ese temor que le trasladaban de la misma manera que le cambiaban de manos se pegaba a su piel y él no quería, no quería perder el pie sobre el aire, no quería sentir vacíos, porque el instinto le hablaba: el aire no es el vacío, la sensación le hablaba: el aire es tu propia energía, la leve tendencia a la seguridad le hablaba: agítate para que puedas aprender a caminar sobre el aire, y así aprendí, así comencé a sentir el elemento que no se ve ni se oye ni se materializa, y solo pisando el aire advertí que era más arriesgado pisar un tejido o una charca o un piso, y cuando ya había casi aprendido a pisar el aire decidieron que debía bajar a este mundo en el cual cada materia es un clima y un contraste y una adversidad, pero aquellas voces difusas y perdidas decían: es así, tienes que aprender a pisar lo que hay aquí abajo, pero yo me había acostumbrado tanto a aquella laguna amniótica anterior que solo sabía del aire y entonces no podía pensar si había prisa, nada se hacía pensando, y de la misma manera que me desgañitaba por pisar el aire me rebelaba por tomar posesión de él, y agitaba las manos y enervaba la cabeza y resistía las órdenes y rechazaba los consejos, y no había suficiente bondad en otras manos y en otras voces y en otros cantos que pretendían apaciguarme, no eran suficientemente consoladoras, hasta que un día alguien me asentó sobre unos muslos cálidos y me dijo: para aquí, danza en el aire, y a mí me pareció que aquel calor me envenenaba agradablemente y que era lo más semejante a lo que antes había conocido  



2 comentarios:

  1. Qué hermoso puedes escribir también. Sabes escribir reflexivo, crítico, divertido, contundente, enigmático...y hermoso, hermoso.

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    1. Ejercicios de estilo, quizás, gracias por esa sensibilidad tuya, Fedora.

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