Huella o cuerpo: crecimiento sobre otro ámbito posible. Perfil o fondo: impronta de lo perdido pero recordado. Nitidez o desvanecimiento: la imagen se resiste a la desaparición. Partida o regreso: nunca un cuerpo es el mismo. Búsqueda o reencuentro: curiosidad que se nos proyecta o memoria que anhelamos para preservar lo pasajero. No sabemos qué cantidad de significados puede haber aún por descubrir tras cada una de las piezas humildes que guardamos. ¿O acaso que coleccionamos? Esos reflejos de nosotros que nos ayudan a mantener no solo un recuerdo. Cada vez que los hallamos -en esos cajones de mesas viejas, en esas carpetas, en esos estuches en el fondo de un armario- nos azuzan para considerar, o mejor reconsiderar, lo que nos dijo o nos aportó aquella persona que conocimos. Importancia de esos objetos minúsculos a través de los que mantenemos un diálogo interior con seres que apenas frecuentamos. O siquiera con nosotros mismos, donde la cosita esa o la persona que hay detrás son motivaciones. Hablamos con quienes nos hemos distanciado o con los que han muerto. Lo que descubrimos puede ser cualquier materia, pero nunca es un fósil silencioso.
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Hace 1 hora
estamos signados a descubrir y considerar, muchas veces no se hace, porque solo se nos permite ser un breve tiempo del día ser seres humanos, el resto somos un número, parte de un porcentaje
ResponderEliminarsaludos
¿Nos pasaremos la vida descubriendo o tratando de hacerlo? Saludos, Omar.
EliminarColeccionamos momentos, granitos de arena para ir llenando el reloj del tiempo que nos queda por vivir. Después, acaban fosilizando en recuerdos duros como la roca... imposibles de olvidar.-
ResponderEliminarMuy acertada metáfora la tuya. Nuestro destino vinculado a la piedra...Lo peor si los recuerdos, fosilizados o no, se revuelven contra nosotros.
EliminarSupongo que todos tenemos algún tesoro escondido de valor sentimental incalculable, emociones condensadas en un objeto inanimado.
ResponderEliminarEl tiempo se detiene cuando nos perdemos en esos recuerdos, tristes por que son pasado, pero alegres porque representan una vivencia que nos ha llenado, y que nunca dejaremos caer en el olvido.
Un abrazo..
Pero pararnos en los recuerdos no tiene que ser negativo ni nostálgico solo, sirve de consideración, de visionar lo que hemos hecho o nos ha acontecido, hay claves que a veces se nos muestran en su claridad. Emociones y racionalidad se someten a prueba, cada una tratando de barrer para su casa. Un abrazo.
EliminarHola! El post me llevó a dos lecturas que hice por por estos días. Elegía, de Rosario Castellanos, con su propia piedra: "Nunca, como a tu lado, fui de piedra.
ResponderEliminarY yo que me soñaba nube, agua,
aire sobre la hoja "
La piedra es un símbolo tan fuerte!!!
El otro texto que me recordó tu post es "Los objetos nos llaman" de Juan José Millás. En uno de los primeros relatos, el personaje-narrador encuentra una vieja cajita de fósforos de su padre en un cajón de su escritorio. Un día se corta la luz, entonces enciene un fósforo y con ello ... enciende mucho más que eso ...
Saludos!
Ay, qué belleza la poesía de Rosario Castellanos y me refiero en general, no solo a esta. La piedra es un antiguo símbolo, y en la práctica lo fue tanto de construcción como arma. Y de ahí podemos hacer derivar cuantas metáforas gustemos. Piedra como fortaleza, pero también como identidad.
EliminarBuscaré ese relato de Millás, no me parece conocerlo.
Gracias por tu aportación, Florencia, y bienvenida.