Puedes pasar; pero espera a que descanse. Tus palabras se iban acercando. No porque tú vinieras ni porque yo avanzara. Tu presencia nunca era la proximidad de tu cuerpo, sino la confirmación de tu voz. No importaba si yo acababa de entrar al zaguán y tú permanecías arriba, impasible, amodorrada. Quien se adelantaba siempre era alguno de los tonos que, desde tu invisibilidad, aceptaban o rehusaban al visitante. Puedes pasar significaba: me ves, me ves de una manera que no me viste ayer, me ves en una parte del cuerpo, nunca en todo el cuerpo. Aquel verbo implícito era un tránsito. No como palabra, ni como ruego. Tenía que verte como materia que se hace a cada instante; que se deshace también, por lo tanto. Nadie que no haya entendido esto, que no te haya visitado con esa claridad tan precisa y rigurosamente fugaz, difícilmente entenderá tus autorretratos. No lo afirmo yo, ahora; me lo dabas a entender. Pero tú no pensabas en las imágenes que iban a quedar: tu trabajo, tu diversión, tu justificación. Puedes pasar quería decir también: eres parte, naturalmente oculta, de la película, de los contactos, de las pruebas que no deben salir a la luz. O si salen no deben clasificarse. Odiabas las clasificaciones. ¿Con arreglo a qué puede precisarse la calidad? ¿Por la nitidez, por el plano, por la explicitación del tema, por el encuadre? El valor de las imágenes, en tu apreciación, no tenía límites. Una parte del cuerpo, un todo difuso, unas sombras, un movimiento que corre la figura, la insinuación, el retorcimiento…Había un puedes pasar cuya dimensión no sale en ninguna toma. ¿Te gusta el eslabón de mis manos?, podías decirme hoy, como mañana me irías a pedir opinión acerca de si me gustaba tu pose de muerta. Cuando yo llegaba hasta tu pieza y te preguntaba: ¿has descansado ya?, desprendías las manos, te girabas, hundías la cara en la almohada y decías con eco de ultratumba: ¿y eso qué es? (Me llegaba de manera entrecortada, entre risas; tus dedos asomaban. Aleteaban)
Columnas de la dana
Hace 9 minutos
Nunca he podido escribir los diálogos que he tenido con ella, las ensoñaciones diríase mejor.
ResponderEliminarJamás la conocí hasta mucho después de muerta, por la bendita red. Sólo la escribí unas frases sueltas un día de mi cumpleaños hace algunos años:
tus rodillas dos Sansones torbellinos los tobillos
parece que tus trenzas se han echado a perder.Eso es todo lo que pude sacar afuera.
Veo por las varias entradas, que ella no te deja, y entre tus palabras tan hermosas, doy con unas que me parecen clave, "tu pose de muerta", eso es, eso es lo que nunca la abandonó, y quizás por eso tiene tanta importancia y misterio su obra.
Un cordial saludo
k
Aún no sé si Francesca obsesiona o es una clave para que salgan de uno muchas ensoñaciones, como bien dices. Es bonito saber que otras personas apreciáis a la Woodman. Un gran abrazo, Karmen.
EliminarVeo a Francesca Woodman inquietante, irreverente y colmada de sentimiento, pero hay algo en ella que desazona, ¿dónde esta alegría? ¿dónde esta la esperanza? Su bella protesta tiene un lado trágico que emociona y a la vez me entristece.
EliminarEs una apreciación bien diferente a la que tu haces, tal vez no la entienda.
Tal vez es que miramos al personaje desde un ángulo diferente. Habrá que seguir buscando. Aunque no creo sea fácil dar con su verdadero/s rostro/s.
EliminarMe ha recordado a alguien de quien guardo muchos y muy gratos recuerdos y a quien hacía tiempo que no recordaba con esta manera de recordar que tu recuerdo escrito me ha recordado.
ResponderEliminarMira, coincidencias que trae lo vivido, sea más o menos ficticio, pero igualmente sentido, ¿no? (Me suele pasar también algo análogo, sobre otros relatos)
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