Soy un número.Uno entre dos mil elegidos para este mundo. No todos los que caen alrededor tuyo te cuentan qué número es. Aunque también lo sean. Deben creer que por ocultarlo no son números. Y que les vas a apreciar más. Pero lo son. Todos somos números nacidos algunas vez, pero prescindibles para siempre en alguna ocasión determinada. También hay quien se cree que por ser solo un número arrinconado en el estante de un mueble va a perdurar. Pero envejecer amarillentos, corroídos por los ácidos de la impresión y poblados de cagadas de moscas y ácaros, ¿es vida? Un número. No sé si valgo más que un número humano. Habrá quien diga que seguramente, aunque eso de la vida humana suene como el no va más. Los números de los libros no nos lo creemos. Todos los días nos llegan noticias sobre la vida y muerte de los números humanos. Nada alentadoras, por cierto. En ese reino se han inventado dos estados que denominan números cardinales y números ordinales. Y que también se nos aplica. En nuestra apariencia somos solo lo primero. Pero es nuestro interior el que va a ratificar de qué modo somos también lo segundo. Somos cardinales por el sello que la máquina nos ha puesto en la piel. Pero nuestra transformación en ordinal se traduce en la preferencia e interés que el humano que nos acoja quiera otorgarnos. Somos el primer libro más leído o el segundo más interesante o el vigésimo mejor escrito. Todo eso es aleatorio para nosotros, aunque para los humanos sea una trampa y se lo crean. Soy un número con vida. No creo que mi composición varíe mucho de los números humanos. Que ninguno de los dos seamos eternos ya dice mucho de nuestra fragilidad y limitación temporal. Ambos tenemos un cuerpo, una composición química, una materia capaz de contener y desarrollar ficción. Si se suma todos esos ingredientes se puede hablar de la naturaleza de dos seres de dos especies. También poseo una temperatura a la que arde, como sucede con el cuerpo humano, aunque en grados diferentes. Y mi ebullición varía, en función de la capacidad de los editores y del calor añadido que los lectores pongan. Mi materia sólida y mi materia líquida se combinan de modo imprevisible muchas veces. Eso solo lo percibe el receptor del texto. El texto es mi alma y si bien parece que se escapa cuando un lector entra en ella, en realidad deambula como cuerpo celeste o se recrea renaciendo sin fin. Soy un número. No voy a desvelar lo que contengo.
Aprobado
Hace 6 minutos
Ya ni siquiera es tan malo ser un número. Lo peor es lo que nos está ocurriendo : somos números y primos.
ResponderEliminarMe has puesto de buen humor. Nunca mejor dicho, hermano.
EliminarAmigo Fackel, somos un número y somos también otras cosas, a saber: contribuyentes, vecinos, peatones, votantes, consumidores, miembros, sujetos, eslabones de una evolución, etc. lo malo de todo esto es que a cada sustantivo se le puede añadir cun calificativo de la peor calidad.
ResponderEliminarSalud
Francesc Cornadó
¿Ves? Al igual que los libros, sin saber nunca si los hombres-número son más o menos ficticios que los libros-número.
EliminarSalud, Francesc.
Hay gente (mucha, demasiada) que con este juego de la máquina virtual ha dejado de ser persona para convertirse en número: uno es los cientos o miles de seguidores que tenga en feisbuk, tuiter y sucedáneos o es un cero patatero; cuándo se vayan al otro barrio se darán cuenta de que es sólo ese uno quién inicia el viaje, dejando en la cuneta vital a esos cientos o miles de falsas circunstancias.
ResponderEliminarDicho esto, yo ni feisbuk ni tuiter. Gracias.-
Razón te guía, Krust. Algunos ni se han enterado. Pero ya pasaba antes de la técnica virtual. E ídem como cuando nos llamamos ciudadanos y no hemos pasado de súbditos. GRacias a ti.
Eliminar...o una ecuación cósmica que sólo percibe de sí misma una mínima porción de sus múltiples y constantes variaciones (incluidas las Goldberg)...
ResponderEliminarSalud, amigo Fackel.
Tum! tu-ru-tu-tu-ru-tutu...
Eliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=t6bjqdll7DI
No sé cómo lo interpretarán los libros-número...
EliminarLoam, ¿por qué no esa ecuación cósmica?
Eliminar...¿Eh?...
EliminarMe parece que no te he entendido, lo siento.
Eliminar¡Casi veinte años me he tirado escuchando en mi trabajo, nombrándome por la "Ruta 7/25"... ¡Por fin soy libre...! Eso sí, no trabajo...
ResponderEliminarSaludos cordiales.
¿Libre de un número, de un trabajo, de unas órdenes, de un hartazgo...?
EliminarJejej...!! Pura ironía; ahora, pese a no trabajar, soy libre de esa ruta, pero preso del sistema que nos ata con un cordel, según qué largo para unos u otros.
EliminarSaludos.
No nos libramos de la peste nunca, pero hay que buscar parcelas de libertad interior, manque les pese.
EliminarHay demasiados números sin alma, ejemplares vacios, y por desgracia estan en la cúspide de la pirámide, como si alguna utilidad aportasen.
ResponderEliminarSaludos.
Sabias son tus palabras, Kalíkartes Ana.
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