Sospecho que hay una confabulación extraña y hermosa para que sea el segundo blog que visito en el que se escribe sobre moras, justo cuando he hecho recolección para hacer mermelada y también degustarlas, perla a perla, como tú dices. El sabor auténtico de la naturaleza se esconde entre sus perlas negras y en el jugo sanguíneo que por los dedos resbala. ¡Buen provecho!
Ahí estoy con tu duda, Francesca. Cogí tantas de niño, no obstante los arañazos en brazos y piernas...Pero las comíamos in situ. ¡Estupendas! Los pacharanes o endrinas son otra cosa, estaban al lado, pero no se comen en directo, son muy ácidos, pero se elabora una bebida exquisita con ellos.
Compruebo que las zarzamoras nos han tentado a todos en la infancia. Tus versos ilustran muy bien el recuerdo del riesgo a arañarnos entre las zarzas para finalmente conseguir ese pequeño fruto negro.
Lluvia, no solo nos han tentado sino que nos han arrebatado en nuestra infancia. Difícil evitarlas si nos las encontramos todavía por alguna parte de nuestra madurez avanzada. Merecía la pena arañarse (aunque no se deseara, era inevitable) para obtener el placer del sabor de una mora. Gracias por comentar.
"Yo he elegido ser un poeta troyano. Pertenezco decididamente a la facción de los perdedores: los perdedores, privados del derecho a dejar huella de su derrota, privados hasta del derecho a proclamarla. Ahora bien, acepto la derrota, no la rendición". Poeta palestino Mahmud Darwish.
EL PASEANTE VALLISOLETANO
LAS FRANCESAS. UN CLAUSTRO CONVENTUAL DE LUJO DE HACE SIGLOS INCRUSTADO EN LA ARQUITECTURA DE HOY
TÚ, LA EVANESCENTE
El alma condenada. De Bernini a Bartolozzi
CHITÓN
El mar de Aral
LA SILLA DE K
TAKLAMAKÁN
DICHOS Y CONTRADICHOS
LA DAME AU CHIEN
EL INGENIOSO HIDALGO DON QUIJOTE DE LA MANCHA
"-¡Ay! -respondió Sancho llorando-. No se muera vuesa merced, señor mío, sino tome mi consejo, y viva muchos años; porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben que las de la melancolía."
Son moras, verdad?? Recuerdo que si te manchabas costaba mucho quitarlas. Mi mamá siempre adivinaba cuando comía moras. Bien Fackel, muy bien.
ResponderEliminarSospecho que hay una confabulación extraña y hermosa para que sea el segundo blog que visito en el que se escribe sobre moras, justo cuando he hecho recolección para hacer mermelada y también degustarlas, perla a perla, como tú dices.
ResponderEliminarEl sabor auténtico de la naturaleza se esconde entre sus perlas negras y en el jugo sanguíneo que por los dedos resbala.
¡Buen provecho!
Isla, la mora es un fruto silvestre (junto con el pacharán o endrina) de mi infancia, ergo de mi memoria.
ResponderEliminarPor cierto, están riquísimas.
Buena descripción, Mafalda, que te salga bien la confitura. Lo más hermoso es cogerlas y comerlas in situ.
ResponderEliminartentador
ResponderEliminarTotalmente, Emiliano. Además el sabor tiene memoria.
ResponderEliminarMmmmmmmmmm, las moras...No sé si me da mayor placer recogerlas que comerlas.
ResponderEliminarLas moras tienen ese poder especial, el escribir unos versos tan deliciosos.
ResponderEliminarun abrazo.
Ahí estoy con tu duda, Francesca. Cogí tantas de niño, no obstante los arañazos en brazos y piernas...Pero las comíamos in situ. ¡Estupendas! Los pacharanes o endrinas son otra cosa, estaban al lado, pero no se comen en directo, son muy ácidos, pero se elabora una bebida exquisita con ellos.
ResponderEliminarAy, Mariola, que no quería autoempacharme.
ResponderEliminarCompruebo que las zarzamoras nos han tentado a todos en la infancia. Tus versos ilustran muy bien el recuerdo del riesgo a arañarnos entre las zarzas para finalmente conseguir ese pequeño fruto negro.
ResponderEliminarLluvia, no solo nos han tentado sino que nos han arrebatado en nuestra infancia. Difícil evitarlas si nos las encontramos todavía por alguna parte de nuestra madurez avanzada. Merecía la pena arañarse (aunque no se deseara, era inevitable) para obtener el placer del sabor de una mora. Gracias por comentar.
ResponderEliminar