lo encuentro echando en un vaso un aromático verdejo; coge otro vaso para mí, sirve y me lo ofrece; tal vez de lo que se trata es de afrontar el mundo de la mentira, me dice; como mecanismo de autodefensa nos acompaña siempre; nuestras fragilidades nos fuerzan desde la infancia a inventar engaños o participar de otros; nos parecía que la mentira proporcionaba caminos o situaciones que se nos antojaban cerradas: ¿las abría realmente o simplemente nos daban vuelos?; las mentiras vinculan, cubren, dan seguridad a mucha gente; todos hemos participado alguna vez mucho o poco de ese estado de cosas que era engañoso pero que nos proporcionaba tranquilidad y hasta confort; pero llega un momento en que la mentira resulta insuficiente, no cumple su papel; y fíjate, sin que ni siquiera sea cuestión de opciones personales, que las habrá también, el propio estado de cosas, en su caída libre traiciona; si la sociedad se refugia en la mentira, se protege y se justifica con ella, ¿cabe esperar algo que no sea un derrumbe?; existen cierto tipo de almas para las cuales la mentira siempre resultó insoportable, pero ¿al cien por cien?; podía resultarles repugnantes un tipo de mentira, la de los gobernantes, por ejemplo, la de las costumbres, la de sus contratistas, pero ellos luego reproducían el mecanismo en otro tipo de relaciones; la mentira es una moneda de cambio, tan antigua como el dinero; ¿será por ello que éste va tan relacionado con aquella?; el mundo de los negocios es también de engaños: ¿cuestan las cosas lo que nos dicen que cuestan, lo que nos cobran, lo que valoran libérrimamente?; la mentira ha sido parte de los elementos culturales heredados; salvo excepciones nos han contado mentiras desde el nacimiento, nos han conminado a participar de sistemas de vida enfangados, nos han promovido a trabajos y puestos donde la mentira era un pivote, nos han dicho que digamos aunque fuera mentira; con ese bagaje atrás, ¿cabe esperar regeneración?; ¿acaso se percibe otro territorio que no esté fecundado, fertilizado y ocupado por la mentira?; nadie se siente ni libre ni seguro ni autosuficiente del todo; ¿quién puede presumir de ser un ente coherente y consecuente en toda su integridad?; pero puesto que los humanos damos cancha a la mentira y aceptamos un cierto grado de cohabitación con ella, sin que al final nos depare sino el fracaso, ¿no deberíamos también plantarnos de vez en cuando?; revisar todas aquellas situaciones que se van enmoheciendo y quebrando bajo nuestros pies, que es decir tanto como bajo nuestro ser íntimo; plantar cara a los otros que mienten es hacerlo también con nosotros mismos; ¿nuestras flaquezas lo impiden?; están ahí, pero podríamos liberarnos de ellas, aceptando los hechos; ¿no será la gran mentira que vuela como ángel exterminador sobre nuestras vidas la de no reconocer ni reconocernos?; hace una parada, apura el vaso, degusta pausadamente el vino, y aprovecho: sí, pero, ¿cómo decidirse a afrontar a estas alturas la mentira sin proponernos la verdad?; ya ves, me responde casi absorto, nada nuevo bajo el sol
(Imagen de Martine Franck)
De todas formas yo distingo entre la mentira cotidiana, nociva pero tan inevitable, de la mentira interesada, del trepa, del tramposo. Naturalmente esta última me parece especialmente peligrosa.
ResponderEliminarAy la mentira, solo presente en las mentes de quienes la necesitan. Quizás solo ausentándose se pueda eludir. Bss.
ResponderEliminarNaturalmente, Ramón, hay todo un repertorio en que se mueve y nos movemos en la mentira. Tal que se inventaron otros términos: engaño, dolo, falacia, patraña,enredo, superchería, trola, etc. Sin pretender quitar ápice de responsabilidad incurrida en ninguna, aquella que trata de engañar desde alto nivel y con los recursos mediáticos y de poder es de lo que más me repugna. Claro, que se suele decir que hay engaño porque se dejan engañar otros. Muy relativo, pero en el aspecto de ls relaciones sociales basta ver el nivel existente que no me extraña. Muchos parece que están pidiendo a gritos ser engañados.
ResponderEliminarObviamente, muchos necesitan la mentira: mentir y ser mentidos, eh, a dos bandas. ¿Sólo ausentándose? Convivimos con mentiras como lo hacemos con la polución ambiental, la injusticia social o la sequía. La mentira no es solo conducta personal, sino INSTITUCIONAL.
ResponderEliminar¿Ausentándonos? Claro, el que no vive ni miene ni dice la verdad, no dice ni mú. Espíritu puro, vamos.
Amigo, si es cierto, si te entiendo, pero por ello me ausento, a mi manera, pueden pasar fácilmente quince días sin hablar con nadie y todavía no tiene que ver con ese espíritu puro, sino más bien con el ser consecuente con uno mismo. No se si me habré explicado bien. Bs.
ResponderEliminarAh, bueno, ese ausentarse es muy sano...Perfectamente explicada, tranquila. Después de todo esa ausencia ya la concentró cierto poeta hace siglos en estos versos:
ResponderEliminarVivo sin vivir en mí
y de tal manera espero
que muero porque no muero
UN abrazo.