Carta sin destinatario de una tal Marina Ivánovna L. hallada en los archivos de la Seguridad del Estado de la extinta URSS, sección Unión de Escritores Soviéticos:
“Acabo de saber que ha sido a la altura del corazón. No quiero imaginar el olor a pólvora sobre la piel que yo amé. No me desgarra tu manera de morir, sino el abandono de ti mismo. Sería inútil hacer llegar esta carta a un muerto. Pero necesito escribirla para salir de la obscuridad, siquiera por el tiempo que dure su escritura. Luego la quemaré o no sé, acaso la guarde con los recuerdos: algunos ejemplares de tu revista LEF, una macla de pirita que me dijiste que procedía de tu tierra y que la habías conservado desde niño; una flor que pusiste entre las hojas de aquel poemario que me obsequiaste una tarde de nieve en la calle y de calor en mi cama; varios dibujos a borrador que tus futurismos te hacían recrear mientras tomábamos café sin parar en madrugadas desveladas; aquella foto que te había hecho Aleksandr con el cráneo pelado y la mirada firme y desafiante, como si una locomotora atravesara veloz la tundra desafiando el descarrilamiento.
Si leyeras esto sabrías enseguida que no soy tu Lili eternamente deseada (o eso te empeñabas en demostrar), ni la Verónica Vitóldovna con la que dicen que has medio vivido el último año. No haber sabido de ti recientemente no me ha hecho pensar que me hubieras ignorado para siempre. No me citaste nunca expresamente en ninguno de tus poemas, pero yo siento que estoy en todos. Principalmente en aquellos en los que eres más explícito sobre el amor. No, no te permitiría ahora que dijeras que hay otras cosas más importantes que el amor. Aquellos arrebatos sobre la clase o el futuro o el valor revolucionario del arte se vinieron abajo cada vez que yo te tomaba. ¿Había en ese instante algo más importante que la caída de tu arquitectura entre mis brazos?
No puedo quitarme de la cabeza la idea de no haber llegado a tiempo. Mi duda es: si durante los últimos días de tu desesperación me hubieras encontrado ¿habrías hecho igualmente lo que has hecho? Un amigo común me ha dicho que hacía poco que habías preguntado por mí. No sé si yo te hubiera salvado o sólo habría llevado tu decisión a un aplazamiento. Acaso los dos nos hemos quedado con la duda. Tú por no haberte decidido a tiempo por la mujer en la que te veías renovado y sincero; yo por no haberte buscado con más decisión. ¿Serviría de algo que te revelara ahora que jamás he podido quitarme tu calor de la piel de mi mente? ¿Que tus mejores poemas no llevaban letras ni composiciones sintácticas sino que se hacían con las marcas de nuestra pasión? ¿Que tus mejores mensajes surgían de nuestros mutuos sentimientos? ¿Que yo acudía fiel a la presentación de cada obra que sacabas a la luz, aunque no me vieras, sometido y doblegado como estabas al ritual de los consagrados?
Mañana iré a ver cómo te rinden culto las autoridades falsas y las amigables, los escritores que te combatieron y los artistas que hicieron piña contigo, el pueblo curioso y los trabajadores esperanzados, que todavía los hay. Al fin y al cabo tu entierro será el epílogo de tu particular ópera bufa que, si lo presenciaras, te aturdiría: recuerda que siempre odiaste y te molestaron los despliegues aparentes. Llevaré tu pirita conmigo, la mantendré bien fuerte en el puño, para que enfríe esta quemazón que siento y que”
(la redacción se interrumpe en este punto, probablemente por la pérdida de una segunda hoja de papel)
Arrebatadora sinceridad la que despliega Marina, para buscar desesperadamente una salida a su mar de lágrimas... Me ha emocionado tanto, que supongo que esa memoria genética de la que habla el científico de turno, a cerca de la humanidad, está presente en esos párrafos desgarradores... ¿será empatía hacia Marian...? ¿Hacia Maiakovski?
ResponderEliminarTal vez nos veamos reflejados en ambas situaciones.
Un abrazo.
No sabes, Utopazzo, lo que agradezco que alguien se sensibilice y capte ese espíritu. Mucho.
ResponderEliminarBuenas noches, un abrazo.