Me sobrecoge lo excluyente y atroz que resulta la violencia fanática. Ayer fue asesinado el actor de televisión y cine israelíes y también director de teatro Juliano Mer-Khamis, a manos de asesinos enmascarados. Hace años su madre había levantado el llamado Teatro de las Piedras, y luego de la Libertad, para niños de Jenin, en la Cisjordania, con objeto de apartar a los chicos de la ocupación israelí y del conflicto, y encauzar sus inquietudes y talentos. Con ello se trataba de devolverles la confianza, un sistema de terapia útil en la adolescencia, y utilizar este proceso creativo como modelo de cambio social. El teatro fue destruido por los tanques israelíes y en algunas otra ocasión sufrió incendios. En su espacio no sólo se ponían en pie obras teatrales sino que tenían lugar encuentros sobre los derechos humanos de los palestinos.
Leo que Juliano declaró en cierta ocasión: “Yo he elegido el lado de la justicia, no el de la nacionalidad o el de la religión. Políticamente soy palestino y lucho con los palestinos. No soy un judío bueno que ayuda a los pobres árabes. La lucha por la liberación de los palestinos es nuestra lucha como israelíes porque compartimos un futuro común”. Se cree que le han matado palestinos, aunque Juliano era alguien que caía mal a ambos lados. A los israelíes, obviamente, porque denunciaba su política y la combatía a su manera, y los conservadores no podían soportar su posicionamiento. A algunos palestinos islámicos porque acaso consideraban que su tarea era excesivamente pacificadora. Si es cierto, como sigo leyendo en pasajes de prensa, que los integristas no aguantaran su representación de “Rebelión en la Granja”, de Orwell, o que no admitían que niños y niñas hicieran actividades mixtas de teatro, todo era posible. Estaba marcado. Juliano Mer-Khamis pasaba de las amenazas que había recibido últimamente, pero no pudo detener las balas.
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Hace 15 minutos
Qué triste es no poder vivir conforme a tus principios sin tener que hacerlo amenazado, pero qué gran ejemplo hacerlo hasta la muerte.
ResponderEliminarQué su ejemplo perviva en el tiempo.
Un saludo.
Raúl, gracias por tu valiosa opinión, que comparto. Este tipo de personas, que tienen que pelearse con fracciones ultras a un lado y a otro de sus vidas, son los más sufrientes. Aunque no lleguen hasta el extremo al que ha llegado Juliano, viven en la hiriente incomodidad de los desencuentros, las amenazas, los desprecios.
ResponderEliminarAmos Gitai dirigió a este actor en varias de sus películas, ahora las veremos con otros ojos.
Salud.
A los extremistas se les podría aplicar aquel título de una obra de Pedro Muñoz Seca, "Los extremeños se tocan". La sangre que vierten tienen el mismo color, el de la libertad.
ResponderEliminarMi pregunta es si valió la pena, pero como las decisiones son personales y no cuestionables...supongo que sí.
ResponderEliminarun abrazo.
Cuando los intolerantes y fanáticos empiezan a hacerse dueños del mundo y de las situaciones, ha llegado la hora de que los pacíficos, los tolerantes, y razonables, les paremos los pies, si es preciso utilizando sus propios argumentos, o nos veremos arrastrados de nuevo a un abismo.
ResponderEliminarNo es la frase de nadie importante, sino la de un ciudadano más.
Felipe, me has hecho reír. Si no fuera por tu conclusión. Uf.
ResponderEliminarBuena pregunta, Tula. Yo mismo me la hago siempre, en casos extremos como éste o en otros menores y más moderados de nuestro entorno. Y siempre me digo algo análogo...supongo que de algo servirá.
ResponderEliminarGotitas somos en el océano transversal de la vida y de la historia, hermano.
Si comparto tu ímpetu y tu inención, Carlos. Mas...¿cuántos estarán, estaremos, estaríamos, por esa labor? Entre la ignorancia manifiesta de muchos por una parte, que se vende al mejor postor, y el egoísmo de los presumiblemente cultos, que ya están vendidos a lo irrenunciable con nombres y apellidos de sociedad de consumo y estatus social, la intolerancia probablemente irá calando. Un recurso hipócrita, una desfachatez bestial, una respuesta de cobardes que azuzará a la violencia cuando sea preciso. Más cerca de lo que nos pensamos.
ResponderEliminarTambién es la idea de un ciudadano más, de alguien que simplemente va por libre. Gracias.
Es imposible un mundo que se ocupa de poner muros en lugar de construír puentes. Que la tierra le sea leve.
ResponderEliminarUn saludo
Marcela. Pero el mundo abstracto y difuso está habitado por individuos concretos y sufrientes que sí tratan de tender puentes. Éste es el valor. ¿No escuchaste nunca aquella indicación de un profeta que vayamos a saber si existió...? Decía: los hijos de las tinieblas son más sagaces que los hijos de la luz. En cierto modo, puede. La cuestión es que los tenebrosos son además asesinos.
ResponderEliminarSalud a Juliano, sí.
Un abrazo.