Lo que para algunos (los humanos) es un mero anuncio, para otros (la naturaleza en sí misma) es materialización. Pero también para la naturaleza es anuncio, lo cual la pone en ventaja sobre la humanidad. Manifiesta ya a sí misma la disposición del ciclo para que un árbol dé hojas, frutos y la savia, que se presumía dormida, circule vertiginosa y feraz. Los hombres, desde el principio de los tiempos de éstos, han permanecido expectantes ante el fenómeno. Si hoy nos produce alegría y la visión torcida de los hombres lo contempla como un ejercicio visual y estético que adorna nuestros campos y ciudades, ¿os imagináis la alegría desbordante de los cazadores recolectores del Paleolítico? ¿Saberse camino de un tiempo más cálido? ¿Saber que tendrán pronto una clase de alimento a su alcance?
Nuestras culturas, que tienden a convertir todo en símbolo y metáfora, se dejan deslumbrar por el efecto primavera. Y aplican el fenómeno a sus vidas, a su historia, a sus objetivos, a sus ilusiones. Así, se habla del florecimiento de las artes, del renacer de una cultura, de la eclosión de las ideas, del estallido de las revueltas populares. La naturaleza se debe reír para sus adentros al ver cómo copiamos los hombres sus gestos biológicos y los dotamos de palabras. Debe carcajearse de cómo mientras nuestro ciclo vital se ve modificado y conmovido a lo largo de un año, con diversos altibajos, que llegan incluso a la esencia del alma de un individuo, ella, en su aparente fragilidad y caída, que en absoluto lo es, se consolida y mantiene el pulso luz a luz, oscuridad a oscuridad, calor a calor, humedad a humedad.
Saquemos, pues, conclusiones de la floración que contemplamos. Llevemos la metáfora a nuestros tiempos y a nuestras sociedades -algunas de los vecinos del sur lo están haciendo con suerte aún imprecisa durante estos días- y levantemos el espíritu con racionalidad serena. Lo que no puede ser es lo que no puede ser. Que siga habiendo humanos de primera, de segunda, de tercera, de etcétera y de ínfima categoría. Mi plegaria para un día en que los árboles comienzan a insinuarse: que la floración llegue a todos los seres. La vida de los individuos de los países ricos ni es segura ni lozana ni saludable. Ni siquiera la vida de todos los ciudadanos de estos países es homogénea y está sumamente dividida y, o mucho cambian las cosas, o lo estará más. Habrá que ceder para que otros accedan a algo más que a mínimos y lo consoliden. De lo contrario, la primavera de la humanidad seguirá siendo un engaño.
Siempre habrá quienes esperen la primavera con ansia en las estaciones anteriores y futuras, y cuando la tenga al lado no sepan sacarle todo su jugo...
ResponderEliminarSaludos
Gran certeza. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarBueno, la humanidad es apenas la célula de una semilla, aún la semilla debe germinar, convertirse en árbol y luego, florecer. Falta tanto que parece que no hemos empezado. Me iré poniendo al día con tu blog, que veo que has publicado unas cuantas cosas. Me gusta leerte, y esta reflexión en particular es hermosa. Un saludo.
ResponderEliminarInner. Sí, la primavera también es efímera. No basta con preverla ni poetizarla. O se toma o se te resbala de entre las manos.
ResponderEliminarSalud.
Una certeza transitoria pero hay que ver en su instante feliz. Gracias, Emejota.
ResponderEliminarPero lleva tanto tiempo la Humanidad, ¿verdad, Susan?, probando y comprobando, que parece que repitiera los mismos ciclos que la naturaleza. Pero en sus relevos, se transforma. También tropieza infinitas veces, porque lo que la da fuerza también la obstaculiza.
ResponderEliminarPues si has perdido el hilo del blog, acaso te cueste ponerte al día. Soy muy caótico (como la naturaleza, como la Humanidad)
Avanti.
Hola, Fackel, vine a devolverte la visita a mi espacio y me encontré con un blog muy interesante. Si no te parece mal, voy a quedarme como seguidor.
ResponderEliminarTe dejo un gran abrazo y estamos en contacto.
Humberto.
Gracias por pasarte, Humberto. Puedes husmear cuanto gustes.
ResponderEliminarSaludos.