Esta mañana ha aparecido Sugita, el cartero, eufórico. Ha subido la cuesta con una mano en el manillar y exhibiendo un paquete voluminoso en la otra.
- Casi atropello a tu amigo el danzarín, chica.
- No es mi amigo, Sugita. Es sólo un hombre que busca estar en alguna parte pero no lo consigue.
El empeño de su malabarismo desenfadado casi le cuesta una caída. Voy corriendo hacia él. Echa un pie a tierra y juega a darme y no darme el paquete. Mi madre mira desde la ventana de casa con un gesto de alegría congelada.
No, no es de papá, le grito. Papá estaría, en todo caso, para recibir, no para enviar, pienso. Donde él está lo único que podría remitirnos son señales de que sobrevive.
Sugita, el cartero, nos trae un nuevo obsequio de mi hermana Hitomi. Mi hermana envía regularmente alguna cosa desde la ciudad. Sugita está siempre encantado de hacérnoslo llegar. Sugita tiene que recorrer todos los días varias aldeas y despoblados para repartir la correspondencia. Tuvo suerte de que no le movilizaran. Su miopía acusada le salvó de la leva. Así que presta su servicio particular con tanto entusiasmo como los soldados, y no es menos delicada su tarea, qué va. Traer cada día noticias buenas y malas, si es que de los frentes de batalla puede llegar algo bueno, le hace tan importante para los pobladores del valle como lo que puedan estar haciendo por esos mundos las tropas del emperador.
El cartero salió con Hitomi durante un tiempo. Pero ella no soportaba el ambiente del pueblo y creo que tampoco se encontraba a gusto con nosotras. Para ella Sugita fue un chico más. Al poco de partir papá Hitomi se marchó a la ciudad.
Allí hay muchas posibilidades para trabajar en lo que quieras,
y no te mueres de asco, nos dijo tratando de persuadirnos y de aliviar nuestra tristeza. Sugita sigue creyendo que va a volver, incluso más rica y más guapa. Yo sé que Hitomi no volverá nunca. Ha probado el sabor del dinero fácil.
(Fotografía de Nobuyoshi Araki)
A ver, intentaré explicarlo: se me queda el pecho comprimido entre los pliegues del texto. Un saludo.
ResponderEliminarQue buen guantazo de realidad.
ResponderEliminarAbrazos
que entrañables los carteros de siempre, en cuanto a lo otro, es la cruda realidad, como la vida misma.
ResponderEliminarun besito
Susan. Respira, al fin y al cabo esto es como aquello...ceci n'est pas une pipe...Gracias por las sensaciones que me haces llegar.
ResponderEliminarSaludo.
Ataúlfa, la realidad real da muchos guantazos, millones de guantazos que se cobra en vidas y en todo.
ResponderEliminarBuena noche.
Las vidas dentro de las vidas son siempre muy entrañables. Pero todo pende de un hilo, no tan invisible, o si quieres de una tupida red de telarañas que se trenzan sobre los humanos.
ResponderEliminarBuen descanso.