De pronto, aquella piña. Abandonada a su suerte.
(No puede evitarlo. Una piña caída le enternece. Por cuán poco se afecta)
Una piña caída tiene a sus ojos mucho de orfandad. Pero en este caso de extinción. Extraviada del resto de las piñas. Ajada. Deplorablemente abierta. Inodora. Descolorida. Desprendida de su propia textura. Hay algo agónico en ella. De un tiempo que no se recupera. La traición de la temporalidad. También de choque con los elementos del entorno que la han cercado, derribado, avasallado. Una vez fue útero y por lo tanto hábitat de un fruto delicioso. Pero aquello quedó atrás. Ahora es una piña exclusivamente destinada a su consunción en la hoguera. Al final, nacer es terminar en fuego ajeno. Tal vez ni eso, y sólo se trata de una piña decrépita arrastrada por el viento entre los ásperos arenales de pinares. Consumirse por el camino. Perdida la esencia de permanecer firme en su constitución blindada, la piña se ha abandonado a su suerte. Ha hecho dejación de su propia fortaleza. Acontece un pingajo, un esqueleto. La materia es implacable. No entiende de milagros literarios. Sí de metamorfosis. Se transciende en una mano. La piña es una mano. Una mano que clama, que sujeta el viento, que enjuga las lágrimas de todos los hombres caídos. La piña, la mano, va encontrando entre dunas, pedregales y pantanos las huellas de todas las piñas, de todas la manos, que antes fueron cuerpos. La piña, la mano, un rostro, miles de gritos que nadie escucha. La nada no suena. El silencio gime pero nadie recoge sus suspiros.
Yo tengo una en mi mesita de noche. Me enternece la orfandad de la piña. Me enternecen todas las orfandades. Será por eso que soy madre adoptiva de piñas, piedras y seres en general (sean minerales, vegetales o animales). Y esto, aunque algunos de ellos ni siquiera lo sospechen :)
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Qué bueno, ser madre adoptiva de tanto hijo de desigual materia. Conozco el asunto. Me he tenido que controlar un poco porque me estaba pasando de tanta adopción. Incluso en el imaginario personal tiene uno mucho filium adoptado que, afortunadamente, va volando por ese mundo de dioses y diablos o perecen en el intento.
ResponderEliminar(Si alguno no lo sospecha, como bien dices, es problema suyo; tú a tus adopciones significativas)
Un abrazo.
Si estuviera en mi jardín, diría que la ardilla del pino grande ya ha hecho de las suyas.
ResponderEliminarY te hago este comentario, porque no quiero meterme en la metáfora que me sugiere tu texto. Es temprano aún y deseo un día alegre.
Un abrazo, Fackel.
Sí, seguro que las ardillas hacen de las suyas, pero nunca las he visto en los pinares castellanos. Al menos en este tipo de pinos. Yo creo que esta piña cayó por su propio peso. Como todo lo viviente. La pregunta consecutiva es: ¿qué hace que algo caiga por su propio peso, tanto en seres como en frutos, como en acontecimientos históricos?
ResponderEliminarPuedes meterte en la metáfora, eh. Es libre y está a disposición.
Se acepta el deseo de la alegría en la mañana. La alegría nos hará no sé si más relajados y optimistas, pero al menos nos concederá un buen temple.
Un abrazo.
"Al final, nacer es terminar en fuego ajeno", "la nada no suena", pero...la piña sigue oliendo a pino.
ResponderEliminarUn beso, hermano.