Lluéveme. Lo acabas de leer en un muro encalado. Aunque eres un riguroso de la gramática no te hiere. Te sientes poseído y a la vez despojado. Las palabras llegan así. Como piedras o como destellos. No por ser incorrecta la construcción del tiempo te parece menos refulgente. Caes. Te sientes reclamado hasta lo más abisal de ti. Vuelves a leer el texto y te encaras con él. Juegas incluso a rehacer la expresión, conjugando el verbo de otra manera. No lo logras. Se impone como aceptable ese
Lluéveme. Hay además demasiado magnetismo y no puedes rehuirlo. Te atrae. Nadie hace una pintada para hablar del comportamiento de la atmósfera. Tal vez, detrás, Escher está presente. Recuerdas aquellos dibujos que desvirtúan lo real logrando que no se advierta. Espacios imposibles, donde la apariencia echa un pulso con el ojo, sin resultar por ello menos verídica. Donde el aliciente se encuentra en atravesar la perspectiva combinando planos diferentes y obteniendo resultados heterodoxos, sin que se note. Pero esto que lees no es la trampa de Escher revelada en palabra escrita. Estás en el mismo plano que la imagen de la pared. Y el giro rebelde y descarado te llega. A otro podría rechinar o confundir. No a ti. El lenguaje se dirige directamente a tu entraña. Te elige. Y el verbo se hace voz creciente. Y la voz se convierte en llama. En su prendimiento los verbos reflejos se desatan. Descúbreme o interprétame o aproxímame o sálvame. Una amalgama de conceptos que se trenzan como verbos desmedidos fluyen dentro de ti.
Lluéveme no es una súplica ni una solicitud. Es una exigencia. Vas hacia el muro y a medida que te acercas la pintada se diluye. Has penetrado en un territorio invisible. Apenas andas unos pasos y comprendes. Te miras pecho adentro. El tiempo verbal se ha aposentado en ti. La persona del verbo se hace conjugar. El imperativo dibuja frases libidinosas en los tabiques de tus venas.
Hay sin duda vocablos que nos impactan, a los que somos un poco rigurosos con la escritura, pero algunos nos atraen como un imán. Lluéveme para un imperativo ciertamente, pero muy sugerente por cierto... en el aire se queda.
ResponderEliminarUn saludo cordial
Es una interpretación aproximada, Carmela, se agradece. Incluso vocablos que vemos todos los días pueden presentarse como nuevos.
ResponderEliminarSaludos cordiales.
Me ha gustado mucho tu digestión de la gramática, la maldita gramática que nos limita; conato de rebelión, ejercicio de voluntad de poder de la "persona del verbo que se hace conjugar" hasta que el ignominioso imperativo con su voluntad de dominio(que es abuso de poder) la hace sucumbir.
ResponderEliminarTe felicito por esta fenomenal escritura
Un saludo
k
Karmen. Interesante planteamiento el tuyo. Si la gramática se digiere quiere decir que es un alimento extraordinario y de efectos multiplicadores. A veces tiránica, a veces exigente, a veces conductora, a veces indomable...nos enseña a ver que siempre hay algo más tras su uso, que siempre perseguimos otras intenciones. Se nos ofrece.
ResponderEliminar(Me sacas los colores, uf)
De momento, Fackel,y siguiendo con el símil,digamos presunto alimento; digo digestión como rotura, como proceso de dejar disponibles sus componentes,y a su vez absorbibles y a su vez incorporables al organismo. Esto último no siempre sucede, no siempre se incorpora,por eso dije de momento, y porque no tengo claro qué puede resultar, y si sería modificable a su vez esa membrana de absorción. Habrá excremento, residuo,eso es bastante seguro.Sujeto, verbo, predicado, ¿quién es qué?, ¿quién es el que?, qué es quién?, todo preguntas, y ahí estamos
ResponderEliminark
Karmen, das en el clavo. Veo que la lengua y su uso te hipersensibiliza tanto como a mi.
ResponderEliminarInteresante grafiti. "Lluéveme" es una orden. Y podría significar muchas cosas. Aquí la palabra, el verbo es un caleidoscopio. En ese caleidoscopio caben muchas interpretaciones. Desde las más libidinosas hasta las más espirituales.
ResponderEliminarA todos nos hace falta lluvia porque la sequía nos carcome el alma... y el cuerpo...
Fantástica entrada que me ha encantado leer...
Podría haber sido un grafiti de mayo del 68, en el París efervescente que propugnaba "La imaginación al poder".
El uso del lenguaje, aliado de nuestras apetencias, sueños y anhelos, forma caleidoscopios de libre uso, sin duda. Necesitamos humedad y necesitamos oxigenación, ambos van de la mano, para sentirnos vivos en cuerpo y en ejercicio intelectual y de comportamientos. Pues ahora no recuerdo, pero acaso ni era un grafiti, solo más bien una pulsión motivada ¿por? Ah.
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