Es sorprendente mirar la vida por el objetivo irreal. Te permite aproximarte más a lo que rozas, aunque parezca lo contrario. Y te sorprendes de tu propia perplejidad. Escuchas en la memoria a tu propia madre, y te parece que fue ayer, cantar con voz plateada el tango:
Sentir...que es un soplo la vida,que veinte años no es nada, que febril la mirada, errante en las sombras, te busca y te nombra...Y te lo aplicas. Te descubres con más arrugas, más despistado, con mirada perdida, bastante escéptico y, sin embargo, nada apaciguado, sumamente curioso, enormemente receptivo, aún muy intrigado y...a mitad del camino de tu vida, sin saber cuánto más va a ser tu vida. Sí, desde que descubriste que Alighieri comenzó su canto con una evocación a la perplejidad has hecho tuyo el lema. Solo que no le pones medida, ni tiempo, ni rostro. Siempre quieres estar a mitad del camino de la vida. Ni al principio ni al fin. A la mitad justa. Cuando aún es posible salvarse, o crees que es posible distinguir un destino reconfortante en la encrucijada.
Cuando creemos que asistimos al mundo de sueños sólo estamos dando por bueno todo aquello que nos rebela,nos desconsuela y nos angustia.
ResponderEliminarLa invocación de Dante termina en el mismo instante dónde comienza porque nada es ajeno y todo mensurable
Saludos
Ay, este tema, justamente este tema... cuando descubres que el camino está trazado, no hecho todavía, pues se hace mientras se vive, pero sí trazado... Acomodarse o quejarse, aceptarlo o entristecerse... pero está trazado y la capacidad de reacción es mínima...
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