Me paso la tarde leyendo Cancionero y romancero de ausencias. No porque ahora se cumplan cien años del nacimiento de Miguel Hernández, sino porque una persona a la que estimo mucho me lo hizo reverdecer hace poco tiempo. Miguel Hernández, tan olvidado, tan desconocido. Por cierto, la industria y el comercio, sensibles como siempre a la cultura, o mejor dicho al beneficio a través del objeto de negocio denominado cultura, ya han afilado sus armas. Sus productos. Vi ayer una sección en El Corte Inglés preparada para el evento, con una serie de ediciones de libros y el disco de Serrat, etcétera. El mismo gran almacén que no tiene inconveniente en llevar a firmar, cada vez que saca uno de sus inútiles libros, al inefable y conspirativo intelectual español del momento José María Aznar. Por cierto, uno de los personajes de la tríada pringada en la sangre de Irak.
Y es que todo vale para el negocio sagrado de las ventas. Es la hora de la democracia, digo de la primavera en...etcétera. Ahora toca Miguel Hernández y a vender. Igual, hasta con crisis de bolsillos y todo, cae algo. Bienaventurados los que diversifican su negocio, pues de ellos será el auge en la Bolsa. Suena de nuevo Miguel Hernández, aunque nadie lo entienda ni se viaje al pasado de nuestra historia para entenderla. Porque, ¿quién quiere leer a estas alturas a un amargo derrotado? Dentro de cuatro días volverá nuevamente al olvido. ¿Qué diría el bueno de Miguel de toda la lacra corrupta que adorna su tierra? ¿Qué diría de cómo subyacen residuos todavía de aquel régimen bárbaro que lo llevó primero a la cárcel y luego a la muerte? Acaso volviese a cantar uno de sus romances de dolor y oscura esperanza:
Yo solo.
Entre las cuatro paredes
yo solo y un volcán.
Nadie nos apagará.
Yo solo.
Yo solo sobre este lecho
de escarcha, y mi volcán.
Nadie nos apagará.
Columnas de la dana
Hace 24 minutos
No sea tremendista, por favor.
ResponderEliminarSi todo ello sirve para que los jovenes se interesen, bienvenido sea.
* Mi abuelo, cuando era pequeña y me veía un poquito triste, me decía lo siguiente:
Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en tus ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que mi alma al oírte
bata el espacio.
Cuando leí por primera vez a Miguel y vi que era un trocito de de uno de sus poemas, me hice adicta.
También se la cantaba a mis alondras cuando eran bebés y también son adictas y espero que un día hagan lo mismo y así, sucesivamente.
Le deseo un domingo estupendo
Ah, me olvidaba.
ResponderEliminarTengo el CD de Serrat. Pensé que no iba a gustar. Estaba confundida, me gusta muchísimo.
16 € gastados que merecen la pena, para mí, claro.
Saludos
"Ardo desde allí abajo
ResponderEliminary alumbro tus recuerdos."
Evidentemente la cita es de Miguel Hernández.
ResponderEliminarPrimero nuestro becerro de oro , el dinero,
ResponderEliminardespués la conciencia o lo que lleve a ella.
Exprimimos hasta los muertos...o nos arrimamos a ellos para nuestro lucro personal.
Buena mañana.
Aquí. No pretendía ser tremendista, simplemente escéptico. Y no puedo llevarte la contraria: si más allá del negocio hay una oleada de interés por la poesía de Miguel Hernández, pues formidable. Que lo sería hacia su propia vida y hacia las circunstancias españolas y el hecho, nada casual ni ligero, de la guerra civil. Que lo sería, si se sabe explicar, hacia las cuestiones siempre en litigio de la tolerancia, la convivencia y las conquistas sociales. La poesía de un buen poeta da para algo más que su escucha. Da para incidir en nuestra conductas. Si queremos y nos dejamos.
ResponderEliminarPor lo demás, yo estoy por rescatarlo y recitarlo e voz alta. Como a Machado, a García Lorca, a César Vallejo...pone los pelos de de la conciencia de punta.
Buen lunes.
Rat. No podías haber elegido unos versos más profundos y cálidos del "Romancero de ausencias". Los tomo y los prendo.
ResponderEliminarLa luz del sol echa un pulso al frío. Podrá.
Tula. Habría que cambiar el nombre del planeta, si fuéramos honestos y consecuentes con nuestra función tribal. Total, al menos quedaría más claro. En lugar de Gea o Tierra, habría que llamarlo, por ejemplo, eso...Becerro de Oro o Becerria o Becerrada...O Gran Ekónoma...
ResponderEliminar¿Los muertos? Sirven, sirvieron siempre, para enriquecerse otros, y ahora no quiero entrar en las formas de este buitrismo o hienismo humano (mis disculpas a las especies de las que utilizo su nombre)
Pero como nada es lineal ni opaco del todo, los insectos buscamos los intersticios en el sistema para descubrir la Vida, en este caso la poesía, expresión de Vida.
Cuidarse de los acantilados de la mediocridad, hermano. Ésa es la cuestión.
Siempre habrá quienes recuerden esa Celda 1009 de corazón; no por puro marketing y promoción del momento... porque este centenario es lo que toca, y el próximo ya veremos cuál es.
ResponderEliminarAún así, habrá quienes lo conozcan ahora en esta nueva ola expansiva por primera vez, y que realmente lleguen a apreciar cada poema y cada palabra.
"Los brazos no aletean. Son acaso una cola
que el corazón quisiera lanzar al firmamento.
La sangre se entristece de batirse sola.
Los ojos vuelven tristes de mal conocimiento."
Hola, Silenciointerior. Comparto tu opinión. A pesar de que todo lo que toca el comercio sea para beneficios, también puede servir para retomar un autor perdido. Es un toma y daca. Busquemos la parte que nos diga y nos aporte, no la que emponzoña y sólo sigue criterios de ganancia.
ResponderEliminarQué bien pareces conocer a Miguel Hernández. Incluso este Centenario es útil para recuerdos, recuperaciones o descubrimientos.
El mejor homenaje: releer y declamarlo.
La Tierra, hoy por hoy es un gran Supermercado. Eso es lo que es. Todo se compra y se vende.
ResponderEliminarSe compra y se vende lo más sagrado junto a lo más abyecto.
Me ha gustado mucho tu reflexión.
Ocurría ya mucho antes, pero ahora es una exageración. Creo que el producto, el mercado y el precio han dejado de lado al objeto en su estética y utilidad. A veces se trata de comprar por comprar. Sin remedio.
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