Aquel mediodía de verano Yuri Zelma se asomó de manera precipitada a un espacio exterior y ya no regresó. Sus padres buscaron por toda la casa y por los alrededores. Recorrieron todas las estancias. Registraron los muebles, golpearon las paredes, levantaron la madera del suelo, sin obtener pista alguna de la niña. El armario de su cuarto no estaba descolocado ni había ropa tirada ni se echaba objeto alguno en falta. Subieron al desván, donde en ocasiones Yuri Zelma se refugiaba durante largas horas, practicando su vida interior. La claraboya permanecía sujeta, permitiendo el paso de una ligera ventilación. Por más que apartaron cachivaches y forzaron baúles, el esfuerzo fue baldío. Abrieron de par en par los establos, la caseta de las herramientas, el garaje. No encontraron rastro de ella. Preguntaron a sus amigos. No hallaron respuestas. Nadie le había visto partir. Nada había alterado el ritmo habitual de aquella mañana anodina y tibia. Inspeccionaron la huerta con escrupuloso cuidado, buscando bajo las higueras y entre las alineaciones de alubia verde, atravesaron el tinglado de lúpulo, incluso vaciaron el agua del pozo desde el que se repartía el riego por toda la finca. Miraron con atención los árboles más fondosos, se metieron entre la espesura de las zarzamoras y de las endrinas, pobladas de espinos, por si se le había ocurrido ocultarse entre ellas. Entre varios vecinos batieron los ribazos del riachuelo que bañaba los límites de la finca. El arroyo apenas cubría y se descartaba con facilidad cualquier desgracia. Era tan extraña la situación que la familia y los vecinos seguían pensando que Yuri Zelma estaba allí dentro. Tal vez escondida en algún hueco que pasaba desapercibido. Riéndose de ellos, incluso escudriñándoles desde algún altillo. Las últimas palabras de Yuri, intercambiadas con su madre y sus hermanos, seguían presentes como si se acabaran de pronunciar. De tal modo que más que inquietud, lo que sentían era perplejidad y hasta un enfado benévolo contra la desaparecida.
(Fotografía de la irlandesa Lucy Nuzum)
Pero no estaba desaparecida...
ResponderEliminar:))
De no ser por los tristes e hipermediatizados casos de menores desaparecidas diríase que Yuri Zelma se asomó de manera precipitada a un espacio interior.
ResponderEliminarPrecioso cuento.
Precioso mediodía
Fuera de toda nada
ResponderEliminarParalelo, Aragonía. Los cuentos
ResponderEliminar-no sé si esto es un cuento- son sugerencias. Y en ocasiones locas y sumamente imprecisas. Al menos desde mi modesto magín.A veces resultan metáforas, a veces fábulas. Por supuesto que esta desaparición no tiene que ver con los desgraciados y forzados acontecimientos o decididas voluntades que en la vida cotidiana suelen acontecer. Si es otra cosa, lo veréis en algún post ulterior. Y si no, todo quedó en esta abstracción ingenua, de la que la vida misma también está invadida. Más de lo que creemos.
Buena noche a ambos.