Podríamos beber a dos bocas. Hay una esencia resguardada que acaba de ser esparcida para que el paladar se estremezca. Lúpulo, malta, trigo, cebada...la naturaleza habla y la mano del hombre elabora. Ahora se trata de disponer de la obra. Beber debe ser calmo. La sed no se sacia con el apresuramiento. La sed no se conjura con la temperatura ni con el resorte dual y traidor de la ansiedad ni con la cantidad de fluido ni con la palabra que se pretende estímulo. Decir ansío saciarme no sacia, hace aumentar la sed. La esencia es expulsada desde el recipiente y en su caída forma una aureola de espuma. Entonces la vista se enardece. Los labios se ceban de una materia mitad sólida mitad licuada. La lengua decide dónde ubicar el placer del trago. La boca, perceptiva y sabia, se sensibiliza a uno, dos, varios gustos. La garganta cede y decide. Disposición en guardia. Leve asunción de la sorpresa. Sentirse desbordado por la prueba. Bajo la espuma cortejante, la materia nutriente. Tal vez nos quedemos con ganas. Tal vez haya que pedir más.
Es todo un placer leerte.
ResponderEliminarUn beso
No haces remilgos con tu capacidad generosa. Pero si así lo sientes, me alegro mucho, sonrojadamente, claro.
ResponderEliminarCarpe diem, Rat.