De qué manera me rozó
el relámpago de su palabra desmesurada?
Fue en un otoño triste
o bajo una tormenta de sonrisas?
Estaba dentro de un útero
o cogía caracoles tras el aguacero?
La sentí crecer entre las nubes
o en una tarde fría sobre un pupitre?
Pasó cegadora ante mis ojos
o aquella niña se me cruzó y caí?
...Y si acaso arrancó impetuosa
desde unas páginas con garabatos?
Sentí el feroz destino de los hombres
o la espina angelical del pez?
Era lluvia o fuego o lágrima
o la sangre incandescente que fluía?
Llenó mi océano
con la furia de su oleaje colérico?
Me sentí capitán
o demasiado herido por un amor incauto?
Desparramó su sal
sobre mi rompeolas de vidrio?
Fui feliz o apenas el esperma
que cae sobre la piel de las vírgenes?
Por qué no salvó a España
de sí misma?
Cuántas preguntas se responden
en el paladar de las bocas amargas?
...Y si todo solo fuera
un instante al que luego llamamos poesía?
(En modesto homenaje a Pablo Neruda, que hoy cumple 105 años, y seguirá cumpliendo todos los necesarios. Lo siento, no reniego de la parte del poeta chileno que llevo dentro)
Me he sorprendido esta entrada, sentimiento vital, retador... magnifico homenaje a Neruda.
ResponderEliminarY tienes razón al reseñar que el término humanidad tiene también el sentido de dualidad con todos los claroscuros que eso conlleva. A mi me gusta el otro sentido, el de compasión, afecto y solidaridad. Así somos, navegando siempre en la dualidad, supongo que para sacar algo en claro, para poder decidir al final un rumbo que sea el acertado. Un abrazo Fackel.
Pero no se trata de elegir uno y negar otro sentido. De acuerdo en que sería precioso cultivar el lado compasivo y de ayuda mutua. Pero el lado negro también define al hombre. Somos Jano, no lo olvides. Incluso todos los profetas y religiones que tanto predicaron siempre caridad, justicia y compasión traicionaron de hecho los conceptos. No es cosa de entrar ahora a analizarlo, es otro tema.
EliminarPues sí, no recordaba este poema estilo nerudiano de mi sentir íntimo, yo mismo dudaba de mí, jaj.
Creo que por entonces leí el Libro de las preguntas, de Pablo Neruda y quise proponer-me una colaboración.