(Indagaciones I)
En la penumbra del desván, la última silla de los moradores desconocidos. Salvada del destrozo, hoy sólo sostiene una vieja maleta. Una mirada reseca avanza entre la suciedad y unos escasos trastos. Un cuerpo delgado, de caminar rendido y escéptico, se escurre sobre el piso evitando chocar con los objetos. Sus pasos dudan, sus pasos deciden. Ha levantado la persiana y dispersado la aureola de polvo. Al abrir la ventana penetra el aire gélido de la costa báltica. Mientras ventila la habitación presiente que está hurgando también en los recuerdos y tal vez esté rescatando enigmas. Demasiadas sombras en su pasado. Demasiados pecios de los que preferiría librarse. Siente el temor de que se catapulten sobre él nuevas oscuridades. Pero, ¿y si lejos del pesimismo que siempre le ha caracterizado encuentra algún signo, alguna explicación que arroje luz sobre su atormentada vida? No ha llegado en vano hasta allí para liquidar los restos que le pertenecen. Él fue el primer sorprendido cuando cierto juez de provincias le citó para comunicarle que era el heredero de una pequeña propiedad. Apenas reaccionó. Hace años habría hecho planes, habría llamado a algún amigo funcionario para que le aclarara el alcance de lo que iba a recibir. Habría corrido a localizar a una amiga para celebrarlo. Sin embargo, hoy la perplejidad no desbarató su capacidad de autocontrol. Ha tenido que informarse en una oficina estatal para enterarse de dónde caía la aldea. Ni siquiera había estado nunca por esta parte del país. El viaje no le ha hecho sentir emoción alguna. Sólo curiosidad, y mucha confusión. No le atrae la idea de un inmueble y de unas tierras que pueden mejorarle la vida. ¿Para qué querría él enriquecerse a estas alturas de su desilusión? Y no obstante hay una llamada oculta que le inquieta. Su lentitud es una mezcla extraña de prudencia y de turbación. Sospecha que hay otros significados tras un título de propiedad. ¿Quién ha podido legarle aquella finca y por qué? Según se va haciendo a la casa, un abanico de interrogaciones contenidas se va desplegando dentro de su mente. Pero no quiere pensar todavía en nada. Quiere contactar con un paisaje que le había sido ajeno. Contempla la pequeña huerta abandonada al pie del viejo edificio. Otea las colinas suaves que abren entre ellas un pasillo donde la luz adquiere un tono ligeramente añil. Donde la brisa, glacial y directa, arroja sobre su rostro una humedad cuyo aroma desconoce.
A veces se hace corpórea en nosotros la oculta sensación, de que todo nos sucede tarde.
ResponderEliminarQue enigmático Fackel. Quién y por qué?. Un nuevo camino que husmear. Averiguaciones. Qué contenía la maleta?
ResponderEliminarBuen día
Olvido
No siempre lo que nos sucede tarde es síntoma de irrecuperación. A lo que nunca fue claramente corpóreo puede seguir una corporeidad sorpresiva que nos hace saber más de nosotros, Par49.
ResponderEliminarAh, el enigma es la otra cara de la evidencia aparente, veamos qué viene después, Olvido.