Uno de los tópicos más enraizados, injustamente, en la mentalidad deficitaria de muchos españoles es aquel que ante situaciones (relativamente) enmarañadas de la vida social o política concluye falazmente en que
todos (los partidos, los sindicatos, las entidades cívicas, etc.) son iguales. Entonces, ¿quién se libra? ¿Todos somos iguales? ¿Es espíritu puro quien suelta la frasecita de marras? Esta expresión la vengo oyendo desde mi tierna infancia, ya bajo la obligatoria hégira franquista. ¡Precisamente ya se decía cuando sólo había libertad para unos! Paradojas. Yo creo que quien entra al trapo o le otorga carta de veracidad a un tópico ya desmerece por sí mismo. ¡Y a pesar de eso tiene derecho a mantener una opinión! Con frecuencia se esgrime el derecho a expresarse por parte de cada quisqui, lo cual en democracia resulta una perogrullada repetirlo, y sin embargo pocas veces se cita el deber, más bien el esfuerzo, que tendría que hacer cada ciudadano por pensar. Sólo ejercitando el pensamiento, es decir, recabando informaciones amplias y verídicas en lo posible, y desarrollando un razonamiento medido se está en disposición de intercambiar con el otro, es decir, de dialogar. Y de buscar la manera de llevar a efecto planes de convivencia a través de instrumentos jurídicos y políticos que van desde la comunidad más inmediata hasta el Estado. Pero claro, pensar y razonar y argumentar cuesta, en estos tiempos de realidades virtuales y juegos de consola. Como cuesta leer, acto del que ya Alberto Manguel opina que en el futuro
leer será un acto de rebeldía. ¿No lo está siendo ya? Naturalmente, las cosas no son tan simples. A los hombres nos pierden nuestros miedos, por una parte, el sentido cerril de propiedad de nuestros bienes adquiridos, por otra, y nuestro escaso afán en meditar sobre lo público y lo privado acerca de una vida sobre la que el tópico también suele decir
total, se vive para cuatro días... En cuanto tenemos algo (los españoles llevamos dos días de nuevos ricos, en el baremo de tiempo de las democracias occidentales) nos creemos los reyes de la Creación, se nos obnubila la mente y se nos calienta el bolsillo hasta límites exagerados.
Viene todo esto a cuento de la desapacible situación que estos días vive el ambiente políticomediático del país. Todos somos co-rresponsables de lo que acontece, pero no todos lo somos de la misma manera. De la misma forma que unos buscan -por vericuetos complicados y contradictorios, de acuerdo- salidas a cánceres encapsulados en el tejido políticos, tumores que, por otra parte, sólo se han generado en una pequeña zona de la península, aunque con repercusiones por todos los territorios. Y por contrapartida, del mismo modo que hay otro sector, capitaneado por el partido mayoritario de la denominada oposición y sus organizaciones satélites, que no tiene inconveniente en llenar de mierda la vida políticomediática, creando crispación extrema y posibilitando enfrentamiento civil, salvo que se haga un sano ejercicio de cordura y temple por parte de la ciudadanía. El todo vale, la desafección a las reglas del juego democráticas, el cuestionamiento de legitimidades elegidas libremente, la insolidaridad sobre causas comunes en las que todos debemos coincidir, se está abriendo paso peligrosamente con un rostro de fanatismo y de opacidad mental (aunque la derecha española sabe a por qué va) que da pena. Y la Iglesia, el Episcopado...¿qué? ¿Ahora no interesa hablar? ¿Nadando y guardando la ropa, como es costumbre?
Y como del fanatismo nadie estamos libres, me apetece colgar una parrafada del escritor israelí
Amos Oz, sí, ese escritor demócrata que reconoce a los palestinos, y que hace meses perdió a uno de sus hijos, militar en el ejército hebreo. Amos Oz, sabe mucho del tema como buen ciudadano de Jerusalén desde su tierna infancia, y lo cuenta en un librito titulado precisamente
Contra el fanatismo, editado en Biblioteca de Ensayo, de Siruela.
Hace un momento me he llamado a mi mismo experto en fanatismo comparado. No es ningún chiste. Si alguien sabe de una escuela o universidad que vaya a abrir un departamento de fanatismo comparado, aquí estoy yo para solicitar un puesto de profesor. Como antiguo jerosolimitano, como fanático rehabilitado, siento que estoy plenamente cualificado para el puesto. Tal vez sea hora de que toda escuela, toda universidad, organice un par de cursos de fanatismo comparado ya que surge por doquier. No me refiero sólo a las manifestaciones obvias de fundamentalismo y fervor ciego. No me refiero sólo a los fanáticos declarados, esos que vemos al otro lado de la pantalla del televisor entre multitudes histéricas que agitan sus puños contra las cámaras mientras gritan eslóganes en lenguas que no entendemos. No, el fanatismo surge por doquier. Con modales más silenciosos, más civilizados. Está presente en nuestro entorno y tal vez también dentro de nosotros mismos.
Altamente recomendable este pequeño libro, que incluye tres jugosos textos: Sobre la naturaleza del fanatismo, Sobre la necesidad de llegar a un compromiso y su naturaleza y Sobre el goce de escribir y el compromiso. Aunque el transfondo es la situación que se vive en Israel y los problemas de convivencia entre hebreos y palestinos, es clarividente y extensivo para los ciudadanos de cualquier rincón del planeta.
Aunque te comprendo, percibo no obstante en tu escrito cierta visceralidad contenida. Alabo tu condena del fanatismo, pero es difícil realmente mantenerse ecuánime, proporcionado, en la defensa de los criterios que buscan la solución a los problemas. Cuesta no estar avergonzado, molesto, desfallecido. Pero ése es el efecto de la variedad de intereses contrapuestos, y por lo tanto de criterios variados, que hay en las sociedades. Lo que más indigna es el escaso interés en la concesión, el diálogo, la búsqueda común de objetivos por parte de ciertos individuos y colectivos. ¿Tan contrapuestos pueden ser estos? Yo reomendaría menos orgullo, menos posesión de la supuesta verdad, menos hipocresía, pero ya nadie escucha las recomendaciones éticas. Ni siquiera la muerte de dos ecuatorianos que necesitaban trabajar en nuestros país mueve a la solidaridad de todos. La fijación cuasi dogmática por ciertos árboles les está impidiendo a algunos a ver el bosque. Y así no vamos a ninguna parte. Lo que preguntas sobre la Iglesia Católica...dicen que el Guadiana se oculta y vuelve a fluir...¿no están siempre haciendo de Guadiana esos propagadores del Amor y de la Caridad?
ResponderEliminarUn saludo, y paciencia, Fackel, mucha paciencia. Como decía el cantante Paco Ibáñez: "aquí no se salva ni Dios...etc."
Fackel. Las cosas no son tan simples. A los hombres nos pierden muchas más cuestiones. Los eternos "pecados" de la especie: la soberbia, la envidia, la prepotencia, el egocentrismo, la simplicidad, la vagancia mental, en fin, nos pierden nuestros propios límites. Pero eso no tiene solución. Siempre seremos de esa madera. Otra cosa es que el ingenio, manifestado a través del perfeccionamiento de la cultura , obre otras posibilidades que proporcionen acercamiento ycomprensión. De hecho, todo ha cambiado respecto a otras épocas. Pero los riesgos permanecen. La economía sigue siendo el reflejo del yo llegué primero e impongo las condiciones a los demás. El capitalismo socializado no ha proporcionado un mundo feliz a Occidente, y sin embargp el precio ha sido el capitalismo salvaje sobre el Tercer Mundo. El desenlace a un reto sobre un estado de cosas que está cambiando ya se verá. Las tornas pueden o no volverse contra los que han disfrutado antes.La gente, en España como en otros sitios, se mueve o se paraliza por cuestiones como seguridad, sobre todo de condiciones de vida y trabajo, como pretensión de sentirse alguien, por libertad de mercado que repercute en la tuya personal...Son los desafíos de la existencia -los de siempre pero actualizados en su complejidad- los que están detrás. Y ahí, de acuerod, ni las religiones salvan, aunque algunos se sigan refugiando en ellas: es más cómodo, al fin y al cabo el espíritu de grey y de autoprotección del personal se manifiesta tanto en las iglesias como en los partidos (en los nazis, para qué contar)
ResponderEliminarTodo es complicado, difícil de interpretar, pero al menos no reduzcamos, Fackel. Nunca. Es propio de humanos que quieren avanzar el indagar, el buscar explicaciones a todo. No cesemos en esa motivación.
Saludos entrañables.