viernes, 15 de diciembre de 2006
¿Obviedades?
A punto del sueño, tras un día agotador a fuerza de ganarse el pan y perderse seguramente satisfacciones, una palabra de cuatro letras, que es la palabra por excelencia en su lengua, le espabila bruscamente. Se pone a buscar en el Diccionario Filosófico de André Comte-Sponville y da con ella...
Vida. La más hermosa definición que conozco es la de Bichat: "La vida es el conjunto de funciones que resisten a la muerte" (Investigaciones fisiológicas, I, 1) Es un caso de conatus, pero específico: una determinada manera, para un ser dado, de perseverar en su ser desarrollándolo (crecimiento), reconstituyéndolo (mediante los intercambios con su medio: nutrición, respiración, fotosíntesis...) adaptándose y, finalmente, tendiendo a reproducirse (generación). Vivir es realizar el esfuerzo de vivir: el duro deseo de durar es el verdadero sabor de la vida en nosotros, y el principio, como muestra Spinoza, de toda virtud (Ética, IV)
El término designa también la duración de este esfuerzo: la separación entre la concepción y la muerte. Una vida vale menos por esta duración, sin embargo, que por lo que se hace en ella. Por lo menos, así sucede para la mayor parte de los seres humanos: la meta es la felicidad, no la longevidad; la norma es la humanidad, no la salud. Aquí nos alejamos de Bichat o de la biología para encontrarnos con Montaigne y la filosofía. "La muerte es el final, no la finalidad de la vida; es su extremo, y, sin embargo, no es su objeto. Debe ser para sí misma su propio objetivo: su propósito, su recto estudio consiste en regularse, conducirse y soportarse" (Ensayos, II, 2) ¿Hay que aprender a morir? ¿Para qué, puesto que lo haremos de todos modos? Mejor aprender a vivir: eso es la filosofía misma.
Ha respirado profundamente y se siente apacible. Ahora se irá a dormir a pierna suelta. ¿Y luego dicen algunos que las palabras no salvan?
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El duro deseo de durar...impresionante Spinoza. Verdad como puños.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con Comte-Sponville y con Montaigne en que hay que centrarse en vivir (y con los espicúreos en que hay que disfrutar de la vida) y que el fin es algo que no debe ser pensado, ya que es inevitable. Lo que ocurre es que meditar en el fin sirve también para bajar los humos de los humanos (la presuntuosidad, la soberbia, el afán de dominio, la avaricia, etc.) Dilemas de siempre. Gracias por traer el tema, F. Un abrazo.
ResponderEliminarReivindicáis a los clásicos para comprender lo contemporáneo. No está nada mal. Nada nuevo bajo el sol y mejor interpretado por los viejos observadores que por los alegres transitarios de ahora mismo. Gracias, Zeleste y Parod.
ResponderEliminar¿ Es tu niña?
ResponderEliminarLo importante es respirar, disfrutar. Lo peor llega solo y sin avisar la mayoría de las veces.
Saludos
El duro deseo de durar...cuando se apaga ese deseo...ya nos fuimos.
ResponderEliminarAquí, aunque muy tarde, te respondo. ¿Se nota?
ResponderEliminar(Nota. Soy un desastre para detectar a veces correos, perdón)
Un deseo intenso, con más o menos ilusión, pero perseverante. Relativicemos.
ResponderEliminarFáckel:
ResponderEliminarambas citas me parecen ciertas y tan razonables.
Salu2.
Y a mí. Las lecturas ayudan a comprender y a aliviar. Incluso a reducir los miedos.
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