- Oh, diosa. ¿Qué te hace estar pensativa?
- El acontecer de los hombres.
- Pero tú que participaste en la batalla con los Gigantes, ¿vacilas ahora acaso ante la actitud de los mortales?
- No dudo, pero me siento afectada. Pues no sé si cuanto hice por ellos ha servido para algo.
- Si sirvió tu apoyo a héroes como Aquiles o Menelao en la contienda decisiva de Troya, o protegiste activamente a Heracles, cuyas gestas eran arduas y sobrehumanas, o fuiste en socorro de Perseo cuando Gorgona le puso en un brete o incluso echaste una mano impagable a Odiseo, ¿qué te hace creer que cuanto has provisto para los hombres ha caído en saco roto?
- Su necedad. Su permanente ofuscación en no entenderse entre ellos. Su afán por perseguir lo inalcanzable aun a costa del otro, en lugar de solicitar su ayuda y contribuir al éxito de una causa común.
- Pero los humanos te reconocen. Antiguamente levantaron templos y estatuas para honrarte.
- Aquel gesto no me conmovió. Siempre he deseado de ellos otra condescendencia.
- Cultivaron un elevado culto a tu representación.
- Nunca necesité que me honraran. No obstante se ve que cuanto hacen los mortales en nombre de los dioses o del dios único que inventaron después para su propia comodidad lo hacen para sí mismos.
- Te muestras desagradecida, a tenor de tus palabras.
- Son ellos quienes no saben agradecer mis enseñanzas en la vida cotidiana ni labrar su seguridad para tiempos venideros.
- No se puede decir que hayas sido una diosa de la paz precisamente. Pues todas tus acciones en el mundo del mito han sido guerreras y no en vano los artífices te han representado con el yelmo corintio, la égida firme y la afilada lanza.
- Quien me recuerde solamente pertrechada para la contienda ignora la faceta que más me interesa que acepten los hombres.
- Ciertamente sería de desagradecidos olvidar que ya en aquellos tiempos lejanos tu nombre invocaba una celebración. Se te reconocía en las expresiones creativas. Se organizaban festividades donde las artes, la poesía, la música o el debate filosófico emergían en una competencia feliz que tú habías auspiciado.
- Y en ese sentido siempre he anhelado que los hombres, recuerden o no mi nombre, pues las expresiones de la imaginación humana son cambiantes, dediquen el cultivo de toda clase de artes e impulsen el desarrollo de la justicia y la razón como signos hacedores de paz y convivencia.
- En gran medida son herederos de tus advocaciones y han procurado, no sin dificultades, desarrollar tus propuestas.
- Lo acepto. Pero temo que últimamente anden perdidos.
- La confusión ha sido una constante histórica. La indecisión, un latido perturbador. El error, un agujero en el suelo bajo sus pies.
- Mas no han aprendido lo suficiente. Nunca acaban de aprender a valorar correctamente los riesgos, ni a conjurar los peligros, ni a optar claramente por lo constructivo. Entiendo que es la condición humana. Es obvio que los dioses que ellos inventaron nunca les hemos resuelto el problema de la existencia. Pero ¿no es precisamente ese esfuerzo que los hombres impulsan lo que les otorga el gran valor y el inmenso sentido de la razón de vivir?
- Tú misma dices bien, diosa. ¿Por qué, entonces, entristecerte? ¿Por qué esos devaneos estériles? ¿Qué más puedes hacer por ellos?
La deidad no responde, porque sabe que la respuesta la tenemos los hombres. Me ha mirado fijamente. Sus ojos glaucos me transportan. Si yo fuera su enemigo, me fulminarían. Si tratara de seducirme, me rendiría. Pero me traslada quietud, invitándome a hacer del pensamiento reflexivo el acto más prudente. Es ahí cuando sé que no estoy ni en su poder ni en las manos de nadie. Y sé que es lo que espera de mí. ¿Consistirá en eso la pizca de sabiduría que uno debe cuidar?
(Relieve de Atenea, de hace 2.500 años, en el Museo Nacional de la Acrópolis. Atenas)
Creo sinceramente que el relato pilla a Atenea en un mal momento. Quizás cosas del periodo. No sé; no entiendo de mujeres, por muy diosas que sean. Pero eso de que la entristezca la necedad de la especie humana, no puede ser otra cosa que un momento de flojera. Cualquier dios o diosa que se precie sabe de aquello que somos y de como somos. Seguro!
ResponderEliminarSe la perdona por tener esos ojos de color menta y miel.
A veces las diosas bajan de sus pedestales, se metamorfosean y tienen debilidades (preocupaciones) humanas.
EliminarSus ojos tuvieron que ser, bueno, son, de no poder mantener su mirada.
Atenea apoyada en la lanza, pensativa, quizás preocupada por el estrépito. En su gesto un anhelo de silencio que acalle tanto ruido.
ResponderEliminarSalud
Francesc Cornadó Estradé
Me preguntaba si Atenea pensaba o estaba decepcionada. Es que el ruido no solo no cesa sino que se ha vuelto totalmente babélico. Así nos va.
EliminarYa me gustaría conversar con Atenea, muy amada por los griegos por su sabiduría, nobleza y coraje. Se puede extraer mucho jugo de esta conversación, pero me quedo con un párrafo que me ha llamado mucho la atención: "siempre he anhelado que los hombres, recuerden o no mi nombre, pues las expresiones de la imaginación humana son cambiantes, dediquen el cultivo de toda clase de artes e impulsen el desarrollo de la justicia y la razón como signos hacedores de paz y convivencia". Nos vendría bien satisfacer sus anhelos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Esa frase quiere compensar el comportamiento agresivo y violento de los hombres en la historia. Pero no veo manera de que la humanidad satisfaga los anhelos ahí expuestos porque nunca podrá resolver el problema de la pulsión de muerte. Aunque suene duro. Pero habrá que seguir intentándolo. Bien estar, Ana.
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ResponderEliminarMuy interesante tu diálogo con la diosa, tan natural como sabio.
Y con un final insuperable... "Si yo fuera su enemigo, me fulminaría. Si tratara de seducirme, me rendiría. Pero me traslada quietud y..."
Si, los dioses existen: nacen en los sueños de los humanos.
Y en su soledad, como dijo cierto filósofo francés. Pero ahondar en su significado es otro tema; ahí queda.
EliminarΚαληνυχτα
Recuerdo un buen profesor de teología, este siempre decía que hay quien hace religión, y por supuesto, quien la utiliza.
ResponderEliminarEsta entrada me lo ha recordado.
Salut
Es un punto de vista. De todos modos me sigo preguntando hasta qué punto hacer y utilizar pueden ir separadas. Tengo mis dudas. Salud, hermano.
EliminarMe parece que los humanos ya hace tiempo que "pasan" de los dioses...
ResponderEliminarSaludos cordiales
Incluso del monoteísta, pero los ídolos modernos siempre están ahí, y fíjate cuántos hay.
Eliminar"Si sirvió tu apoyo a héroes como Aquiles o Menelao en la contienda decisiva de Troya, o protegiste activamente a Heracles, cuyas gestas eran arduas y sobrehumanas, o fuiste en socorro de Perseo cuando Gorgona le puso en un brete o incluso echaste una mano impagable a Odiseo, ¿qué te hace creer que cuanto has provisto para los hombres ha caído en saco roto?": quanta cultura!!!
ResponderEliminarEs el mito, no me lo invento; todo lo idearon los clásicos y luego otros lo han recogido.
EliminarA veces nos comen las dudas, incluso a las "diosas".
ResponderEliminarBrillante texto, es un placer leerte.
Un abrazo, Fackel.
Pero peor es que nos devoren las certidumbres a las que creemos certezas. Gracias, Rita por leer.
EliminarExcusas de mala perdedora. Todo el problema subyacente se transparente de sus palabras. El monodios y la pereza humana, manifestación de la ley universal del mínimo esfuerzo. Cuando las cosas nos iban mal, tener que discernir qué dios era el culpable. ¡que pereza! Más fácil con el mono dios.
ResponderEliminarTambién podría ser que le aprieta el casco. O es dolicocéfala de exposición.
Saludoss fackel
Tal vez por eso ha triunfado en el esquema mental humano el monodiós, por la comodidad, la simplificación, la expresión reducida a costa de venderse el ser humano a la idea de depositar su primogenitura en las manos de alguna casta ( esta como intercesora caradura entre lo que es y lo que no es)
EliminarLos cascos y todo el equipamiento tenían que apretar lo suyo. Profesión guerrera.
En el fondo, los seres humanos usamos de los dioses en nuestro propio beneficio. No es de extrañar que estén hartos de nosotros y no respondan...
ResponderEliminarSi la relación imaginaria consiste en algo personal, sin mayores pretensiones por parte del individuo, allá cada cual con su imaginación. Cuando la relación tiene que estar mediada, como está, por algún ente empresarial que se reclama de tal religión y que persigue fines pura y fiera y egoístamente humanos, entonces vade retro.
EliminarAgora todos achamos que somos Deuses, que sabemos tudo...e no entanto, não aprendemos nada...A violência continua e o conhecimento?.... Fica esquecido... tão esquecido como a Deusa...
ResponderEliminarInteressante como sempre...
Beijos e abraços
Marta
El asunto es que históricamente se concedió a los dioses poderes que los humanos no poseían (y los dioses, como invención humana mucho menos) pero que consolaba a los mortales, y no sé hasta qué punto. Afortunadamente el desarrollo científico y técnico que ha aportado tanto a sociedades e individuos -independientemente del reparto social- ha convertido en cierto modo a los humanos en demiurgos concretos. Indudablemente tenemos nuestros límites pero nos ratifica en nuestro papel protagonista. Abraço, Marta.
EliminarSi fuésemos creación de dioses, ellos, al contemplarlos, se sentirán frustrados al ver qué somos lo que somos o se replantearan también su propio papel en nuestro destino al ver qué el producto no ha sido el que soñaron? Siempre interesantes tus relatos. Nos llevan a pensar, ejercicio que siempre se agradece. Un abrazo
ResponderEliminarCreo que nos verían como su divertimento, no les bastaría con recrearse en los de su propio género, lo interesante, Neo, es pensar en lo imaginativos que hemos sido los humanos siempre, dando lugar a nuestras propias proyecciones, tanto de logros como de deseos frustrados. La literatura -la palabra- juega un papel fundamental ya desde la tradición oral. De ahí aquellos tantos dioses...Feliz solsticio.
EliminarLos dioses están un poco hartos de nosotros.
ResponderEliminarLes aburrimos repitiendo siempre la misma/s historia/s, saludo, Alfred.
EliminarUn diálogo que no tiene desperdicio. Deberíamos bucear más en los mitos clásicos y disminuir al mínimo el ver la Televisión.
ResponderEliminarReflexionar sobre Atenea podría hacernos mucho bien.
Buenos consejos los que emanan de este interesante diálogo.
Genial lo que acabas de decir. Menos TV y más reflexión tras lecturas de los clásicos, sean de Ur, griegos, romanos, árabes o de la lengua castellana de hace siglos donde se pueden encontrar visiones de la vida magníficas. ¡Demonios! ¿Por qué ignoramos tanto a nuestros clásicos, por qué?
EliminarSigamos y hagamos acontecer.
Fáckel:
ResponderEliminarlos dioses deben de estar hartos de nosotros, tan desagradecidos siempre.
Ahora que ellos también son muy cambiantes y cabrones.
Salu2.
Pobres de aquellos otros, si ya no quedan...Impusieron un nuevo que dicen que sirve como un millón de los otros y al que parece ser que no se le puede pedir cuentas.
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