Nunca como el otro día me había sentido piedra con tanta intensidad. Nunca, sin embargo, me había invadido la fragilidad, estremecida por el roce de buril de tus dedos. Aún permanece la huella carmesí, casi microscópica, entre las partículas desprendidas de mis bordes mellados. Justo era que la sangre te brotara oferente, veloz, lábil. Justo que se interpusiera entre dos climas e invadiera una textura tan desigual. Y yo, mármol apenas desgajado de su materia madre, caté su dulzor sugestivo. Dudaba si impedir o no aquel flujo vertiginoso; luego fui presa de azoramiento al reconducirlo. Probé tu sed a través del sudor agitado que emanó de tu miedo. No ocultaba su amargor, mientras mi superficie gélida perdía su condición, sin obedecer a la artista, sin resignarme a las leyes del acatamiento que se le supone al bloque hurtado a la tierra. Desde entonces vuelve a latir mi sustancia indómita. Temo que mis perfiles se resistan al escoplo y a las demás herramientas. Que quiebren fuera de las líneas marcadas por la descarada artesana. Que no quieran colaborar con el empeño de esa escultora salvaje por intentar que hable el lenguaje de fantasía que ella pretende arrancar de mí. Ah, si al menos las caras disimétricas de mi cuerpo cambiante fueran tratadas de nuevo por la terneza de tu ávida curiosidad. ¿Te atreverías a volver al taller de Emina y observar cómo me explora y me saca de mi letargo? Si arriesgas una aproximación a mi vértice afilado no te alejes de inmediato. Reprime el ácido latigazo de la linde de mi entraña. Contén su ritmo acerado hasta que no puedas sostener el efecto de la incisión. No temas el acerbo escozor del mármol más transparente que hayas encontrado jamás. Tal vez entonces te conviertas en parte de mí, cristalizados ambos en brumoso e invisible mineral.
(Fotografía de Inés González)
Ohhh, cuánta belleza, es una maravilla este texto! A esta altura todo se desdibuja y nos introduce en ese territorio donde con ojos o consciencia cerrada nuestro ser se abandona a la sensación inefable, cálida y acogedora del placer y la imaginación. Piedra, material noble, puro y corrompido por la mano del creador son parte de un todo, Jung en su día lo describió muy bien cuándo intentaba comunicarse con un trozo de mármol que hizo traer para su casa del lago de Zurich en Kusnacht; este texto tuyo habla de esa comunión, esa simbiosis de los personajes y la materia. Creatividad, sexualidad, emociones y sentimientos, la vida.
ResponderEliminarMe parece estupendo, además, que riegues tu portal con este ramillete de palabras placenteras, hay que salir, romper, hasta doparnos para protegernos de la ruindad demoledora que nos toca afrontar, leer, escuchar; todo es un vértigo que nos precipita al abismo, al callejón sin salida: las eternas crisis económicas que vuelven con más fuerzas que un virus resistente, las guerras, los quejidos de la tierra, harta, podrida de nuestras agresiones. Todo.
Bienvenidas tus palabras!
Gracias!
No conocía esa anécdota de Jung, pero te doy la razón: la vida humana se sintetiza -si es que puede sintetizarse, ya que es compleja, variada y de muchas dimensiones y direcciones- en crear, expresar la sexualidad, las emociones, los sentimientos. Tu comentario compensa mis propias angustias y ratifica mis escrituras. Bienvenidas las comprensiones por tu parte.
EliminarEl mármol blanco de Carrara es el aristócrata entre las piedras. Su frialdad no se debe a que marque distancia con pedernales, granitos y areniscas, sino a sus peculiaridades intrínsecas. Noble por naturaleza, nació así.
ResponderEliminarUn saludo, Fackel.
Probablemente. Aunque no debemos desdeñar al material más humilde, que han cumplido los destinos más necesarios para la humanidad. Cuanto más pienso en estas cosas más medito sobre el paso del ser humano por la Tierra. De qué manera ha transformado toda clase de materia, sólida y líquida, de qué modo ha inventado nuevos materiales. El asombro me invade y aunque a veces hacemos hincapié en el lado destructor del hombre uno se queda boquiabierto de lo que ha sido capaz de utilizar positivamente. No sé si la misión de nuestra especie consiste en acaparar y deglutir cuanto se ha encontrado en el planeta -y hay mucho sin descubrir- pero me admiro de la evolución a partir del desarrollo de nuestra mente y de nuestros sentidos. Saludo y conciencia.
EliminarAnte determinadas circunstancias, lo ideal sería transformarse en piedra granítica, basáltica, jade, mármol, caliza o mejor vidrio grueso...Mejor, meteorito, aunque no lo conozco más que de oídas. En otras, todo lo contrario. Lástima no poder decidir a tal res pecto...
ResponderEliminarSaludos
Convertirse en meteorito nos transformaría en extraterrestres, y las pasiones, fijaciones, anhelos y sentimientos múltiples son propiedades de la roca metamórfica llamada género humano. Pero algunos seguimos prospectando el retorno a la materia original, siquiera a través de metáforas e invenciones. Hasta las piedras renales o vesiculares cuentan en la aventura. Estamos tan conectados con la naturaleza...
EliminarEn el fondo, todos tenemos algo de Pigmalión y un poco de su obra. Ser solo una parte -que se puede- es asumir un solo rol. Y en la vida, tener un solo rol, aparte de aburrido, puede ser peligroso...
ResponderEliminarA mi modo de ver, también, lo considero sumamente peligroso. ¿Siempre implica el rol una máscara? ¿Es el rol una ocultación? Ah...
EliminarSi después de esta vida hubiera posibilidad de existir convertida la energía en algún elemento, pues elijo la piedra, un canto rodado no estaría nada mal.
ResponderEliminarCreo que podemos estar satisfechos de tener parte de materia de todo lo que antes se llamaba los reinos de la naturaleza. No solo por procedencia sino por nutrición continua. La ingesta nos hace cómplices, herederos y reproductores de todo. Piensa en ello.
EliminarAl hilo de tu enlace en Tot. Resulta, que sólo tengo un hijo. Tiene ahora 34 años. Se llama...Icaro.
ResponderEliminarSalut y gracias por el enlace
Como a Inés González, a mi también me maravilla el texto.
Salut
Con esa intención, Miquel, te lo hice llegar. Aunque en el artículo el filólogo hace una deriva. Hay que seguir descubriendo (aprendiendo, curioseando)
EliminarHe tomado este texto como una metáfora del amor en virtud del cual nos hacemos piedra para ser moldeada y pulida, es decir, transformada por el otro ser que es el hábil escultor al que nos ofrecemos para ser nosotros a nuestra vez los que lo transformemos a él. En la filosofía neoplatónica se expresa la idea de la transformación por el amor. Amamos y nos transformamos en el objeto amado. El otro día hablábamos de la homophrosine o simbiosis cósmica en virtud del amor. La metáfora del bloque de marmol que es tallado por el buril es plástica y muy efectiva porque expresa todo el proceso de transformación artística que vivimos cuando amamos. Saludos.
ResponderEliminarNo está mal la interpretación en absoluto, pero ¿y si nos hacemos amorosos cuando salimos un poco más de la piedra -o de la concha o de la cueva o de la jaula- en un viaje de ida y vuelta? No sé.
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