Antes de saber lo que era un amuleto ya sabía cómo era un amuleto. Porque la necesidad se anticipa al nombre. Porque la aspiración protectora es instintiva antes que consciente. ¿Cuál fue el primer amuleto de mi vida? Sin duda el pezón de mi madre. Ese ejercicio de asirme a él que es gesto y que es tendencia irrenunciable. Tiempo también en que hábitat, afecto y alimento son los tres rostros de la única razón verdadera del existir. Vinieron otros amuletos después. ¿En qué orden? La memoria es confusa. ¿Qué imágenes retengo? Acaso el dedo gordo del pie. Luego tal vez un objeto exento, a saber, la almohada o un pequeño elefante de trapo. Elementos culturales ya, más simbólicos, menos instintivos, no por ello menos superfluos. Allí donde se va abriendo paso el poder del símbolo, donde se concentra lo primario, donde se proyectan las necesidades protectoras se va a definir el sentido de los amuletos. ¿Me habrán acompañado durante toda la vida?
(Foto de Éric Marváz)
Gracias por la difusión, qué amable.
ResponderEliminarRecibe abrazos del alma.
Me encanta el texto.
Agradecido a ti, Éric, por tu espléndido y constante trabajo. Salud siempre.
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