Un día soñó que se levantaba en sueños. Que se apartaba de la cama a trompicones, rozando el galán donde estaba depositado el uniforme de recepcionista de hotel. Los pantalones de línea marcada rigurosamente, la camisa alisada, la chaqueta impecable colocada sobre la percha, la corbata de rayas diagonales azules y blancas rematando, como una medalla al mérito de la resistencia, el monumento al vacío. Sueña haber pisado el cinturón que, en un desliz inusual, yacía a los pies del mueble. No recuerda haber soñado si dio la luz, abrió puertas, bajó escaleras o pidió un taxi. Soñó que de pronto deambulaba por las calles en la frontera incolora de unas horas en que nadie parecía estar vivo. Ni los parranderos, ni los empleados del servicio de basuras, ni los moribundos. No era su barrio, ni circulaba tranvía alguno, y sus pasos no le conducían hacia el hotel donde trabajaba. Soñó que las farolas quedaban atrás, que paseaba relajadamente junto al cauce de un río, que se introducía por una senda de cañaverales y que el cielo no se definía. Tenía frío. Al intentar abrocharse los botones de la chaqueta comprobó que no tenía botones y que no tenía chaqueta. Se sorprendió de su descuido. La lluvia fina había dejado el suelo como una pista de cristal y sintió escalofríos, pero siguió creyendo que era un sueño. Se miró los pies descalzos y percibió que se le ponía la carne de gallina. Advirtió su espalda combada por tantos años de ademanes serviciales, órdenes precisas y horarios a contrapelo. Soñó que se quedaba dormido y que los clientes madrugadores del hotel le despertaban palmeándole con amabilidad. El portero de noche soñó un día que se levantaba para no ponerse ya más el uniforme.
(Fotografía de Shomei Tomatsu)
...o muerto en el retrete, como el portero de Der letzte Mann, de Murnau,
ResponderEliminark
Fíjate, a mi me ha recordado a otro muerto en el retrete: Andreas Plum, el inválido protagonista de La rebelión de Joseph Roth...
ResponderEliminarK de Karmen. Uy, qué bien esto de los blogs. Uno descubre lo que no conoce. Gracias, a ver cómo me las compongo para ver esta película de casi un siglo, ¿no? Se admiten sugerencias.
ResponderEliminarRat. Otro tanto. Debí leer esta novelita de Roth, el Joseph, que ya no recordaba este muerto. Y mira que no es para olvidar algo tan inusual, aunque no infrecuente del todo. Recuerdo que una amiga del Norte, cuando teníamos apenas diecinueve años, perdió a su padre precisamente estando sentado en la taza. Mera anécdota hoy, pero a aquella hija única le marcó una temporada, no sé si el fondo o la forma. Luego, ya ves que uno no sólo conoce mera literatura, jaj.
ResponderEliminarBeso.