Pero en esta marcha en la que se urgen no todos deciden. Ni el más ingenuo, ni el más arriesgado, ni el más sabio. Se impone el más fuerte. El que esgrime una cabalgadura y se eleva sobre los demás. El que agita una espada, por rudimentaria que sea. El que eleva el tono de la voz, sobrecogiendo a las otras voces hundidas cada una en sus pechos. El más fuerte puede acertar o puede equivocarse. Si obra bien en sus cálculos, será vitoreado. Si yerra puede jugarse el reconocimiento. En este caso deberá ceder o enfrentarse al grupo. Avanzar donde quiera que esté el horizonte siempre es arriesgarse. La comunidad se arriesga. Cada individuo se expone. Su suerte está vinculada. Una suerte pendiente de un instante. Nadie escapa de nadie. Nadie desea ser aislado. Nadie quiere pensar en el horror del abandono.
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Hace 16 minutos
Contundente y muy bien escrito. Y desasosegante también un poco...
ResponderEliminarEn el abandono de quién, del poderoso? Que les dén por saco...
ResponderEliminarLos hombres de barro sugieren más de lo que mi tecleo expresa. Gracias por seguir.
ResponderEliminarUn abrazo, Ramón.
Hay diversas manifestaciones de abandono. Diversas acepciones, diversos conceptos. Si fuera ésa que señalas...¿crees que es suficiente con mandar a los potentados a tomar por el saco? ¿Con eso se conforman o, mejor dicho, se deben conformar los hombres de barro?
ResponderEliminarBuen jueves, R.A.B.