Huele mi carne acre
y come de ella
Lame mis venas horadadas
y bebe mi sangre ácida
Hazme alimento en tus entrañas
Antes de que me despojen
la piel
Antes de que la luna borre
mi último perfil
y de que la lluvia desparrame
mis sentidos
Apodérate de mi cuerpo aplazado
a tu apetencia
En cada trozo
disperso por la nada y el silencio
hay aún algo que se recompone
El latir de quien desea aprehender en ti
la nueva vida
(Fotografía de Dieter Appelt)
Insisto en que aunque las palabras nos traicionen siguen brotando de ti, caudalosas...
ResponderEliminarBatirse con palabras contra los muros de la realidad no es poca cosa.
yo cada día estoy más embrutecido. Espero callar pronto.
Yo cada día estoy más revuelto. No son las palabras. Es la impotencia de los hombres. Es la miseria de su ineptitud. Es la estúpida conformidad con sus límites maltrechos. Es su renuncia a la creación. Es su miedo a sentir el mundo como propio. No, Stalker, no embrutezcas, que no lo creo. Nada de ser esclavo, nada de ser muerto en vida, nada de renuncias. Permanecer, tomar el testigo, prender la llama. Tal vez los muros no son tan sólidos como aparentan. No hay vida interior potente y justificada si no existe expansión exterior.
ResponderEliminarIndignémonos, pero resistamos.
Tus palabras me tonifican y dan fuerza, aunque tu sabiduría está totalmente fuera de mi alcance, por ahora. La ira ante la injusticia puede conmigo y me carcome.
ResponderEliminarAbrazos
A mi me carcome mucho más, siquiera porque soy mayor que tú, jaj. En serio, esa ira la percibí desde pequeñito y me dura. Si hubiera sido del Opus la hubiera llamado la Santa Ira, jaj. Pero mi ira -sospecho que la tuya también- no es nada santa ni falsa, es fogosa y trato de que sea creativa, es decir, como la cólera de los dioses. (Bueno, los dioses destruían mucho, uf, fulminaban diría yo)
ResponderEliminar¿Para qué sirve esta ira? También sirve para seguir caminando, indagando, distinguiendo, desbrozando.
(Tratando de evitar que nos afecte al cuerpo, claro)