El día que hice esta fotografía la conocí. Si dijera que es la que miraba al fotógrafo con atención no aclaro mucho, pues todas estaban expectantes, circunspectas y pendientes del flash. No se encontraba ella entre las más escondidas ni tampoco entre las que esbozaban sonrisa. Tampoco era de las de rostro más grave y menos todavía de las de apariencia ausente. Ninguna de las presentes podía ausentarse ante la eternidad de una fotografía. No voy a entrar en características anatómicas ni en formas de vestir, muy similares tanto en unas como en otras. De las alturas de aquellas mujeres ¿qué podría decir para dar pistas? Las de las primeras filas, dominantes en el grupo, no se llevaban mucho entre sí. Y la que daba más alta se debía a un sencillo calzado pequeño burgués que decía más de su desclasamiento que de su talla. Me niego a señalar que se trataba de la joven situada en tal posición a contar desde la izquierda o desde la derecha. Ni de si se colocaba junto a la de rizos o tras la de busto generoso. Y tampoco me parece oportuno indicar si llevaba un uniforme de oficio o un vestido a la moda. Aquel día todas estaban galanas y, no obstante la aglomeración, se respiraba flagrante. En resumen, que decoro y buena presencia no les faltaba a ninguna de nuestras obreras. Si diré que ella, y debo revelar ahora que fue con la que conviví un tiempo después, hasta la separación de sangre y fuego a que nos condujeron las circunstancias no deseadas, mostraba doble mirada. O triple, o cuádruple. Con aquellos ojos que procedían de un campo abierto y extenso, un espacio que sugería algo así como que nunca hubiera tenido origen y no revelase poseer destino, me observó mientras colocaba el trípode, a la vez que ordenaba el agrupamiento para que pudieran salir todas, misión imposible, en la imagen. No fue fácil hablar con ella al final de aquella sesión pasajera. Todas las demás la reclamaban como si su opinión fuera decisiva. Yo tenía que volver al periódico y ella se veía obligada a atender a muchas de las asistentes, precisadas de consignas y ahítas de resoluciones que debían dar a conocer entre las mujeres de la ciudad. Estaba ya a punto de recoger la cámara para irme cuando, sorprendiéndome, interrumpió su tarea, se acercó y me dijo: ¿Cuándo va a salir el reportaje? Yo le respondí, aun no sabiéndolo con seguridad: mañana mismo si no tiene inconveniente el redactor jefe. ¿Puedo hablar contigo después de la publicación si no me ha gustado algo? Yo pensé: y si te ha gustado también, pero omití decirlo. Le respondí que naturalmente, que era una persona que corrige errores y deshace entuertos. Ella rio, yo me confundí, y entonces vi con claridad lo que había en el fondo de su retina. Fue aquello que observé lo que tiró de mí con fuerza incontrolable y lo que interrumpió para siempre mis días indolentes.
Es que Ortega decía "...Ellas son tantas, y yo tan sólo uno..."
ResponderEliminar¿Eso decía Ortega? Divertido. Aquellas mujeres fueron tan avanzadas como arriesgadas, pero no tuvieron tiempo de consolidar sus pretensiones libertarias. Ni todos los de su bando las admitirían y menos los facciosos marcados por la cruz y el pecado.
EliminarHay personas que entran en nuestra vida como un rayo de sol a sol. Y de repente, sentimos que brillamos, que hay algo dentro de nosotros que desconocíamos.
ResponderEliminarPor haber vibrado así ya hemos descubierto un tesoro, aunque esa luz se apague, temporal o definitivamente. Hay personas capaces de sacar brillo a la herramienta más oxidada y ajada, capaces de recomponer la gema más fragmentada, lo digo porque lo he vivido, o mejor dicho, lo he sentido.
Un abrazo.
Pues sí, tienes mucha razón, y ojo, que hay muchas más personas de las que parece que nos afectan e impactan. En cada ciclo de la vida las he conocido y han brillado, ya lo creo, ¿o acaso es que yo mismo he visto más luz de la que destellaba? Eso es secreto de sumario. Seamos divertidos, Ana, que la vida ha sido muy dura para mucha gente y lo sigue siendo y no sabemos lo que nos tocará (esto solía decirlo mi padre)
EliminarTu historia me ha puesto especialmente sentimental, y estoy haciendo una entrada en el blog pletorica de emociones, muchas gracias Fackel.
EliminarVaya, pues eso está bien, expresar cumple un papel muy saludable para la propia mente.
EliminarEl análisis que haces de esa foto histórica da idea de tu capacidad de observación. Me imagino a qué mujer te refieres, pero no me atrevo a concretar más. Sólo te diré que también me gusta. Te ha salido un competidor, como ves.
ResponderEliminarSaludos
Pues nada, compite, compite, nunca he tenido problema, jaj.
EliminarFijo, que la del mono con los bolsillos "abullonaos" no es pero està muy cerca. Un poco bruji si que soy, ¿ verdad?
ResponderEliminarAdriana
Si lo revelo pueden enfadarse las otras del grupo. Además teniendo en cuenta que en este viaje en el tiempo nos encontramos, calculo que hace mediados de mayo o junio de 1936 -hizo una primavera y un verano muy calurosos-, la situación puede ser embarazosa para el fotógrafo. El grupo, además, está risueño y esperanzado, probablemente por ese hálito de juventud y la fe en ideas nobles que desprende.
EliminarBuena historia robada a una foto de grupo.
ResponderEliminarEs que es una fotografía sugerente; la había visto de pasada otras veces, y no sé por qué de pronto me habla.
EliminarUn buen recurso literario el que has utilizado en este relato: la fotografía como elemento motivador que va dando lugar a un asunto con implicaciones sentimentales para el autor. Y salvo que tengas alrededor de cien años dudo mucho de que sea tema autobiográfico.
ResponderEliminarUn abrazo, Fackel.
Pues teniendo en cuenta que de aquella fecha hace ochenta y cuatro años y yo tenía entonces ¿cuántos? ¿veintiseis o treinta?, sí, creo que ya rondo el siglo y pico. Ya sabes, el tiempo no existe y la ficción es vía libre.
Eliminar¿Me las puedo quedar todas? No, no... no es por acaparar. Es por mi inseguridad congénita. Aunque ahora que lo pienso más, mejor dejarlas donde están. Al fin y al cabo no sabría que hacer con ellas.
ResponderEliminarA estas alturas de la vida, la inseguridad ya es fisiológica. Jajaja !!
Si se dejan, ya ves, tú mismo. Como muy mujeres libres que se tienen no se van a dejar por las buenas. Pero seguro que tu presencia y tu labia, y el ponerte de su parte, te proporcionará cierto éxito. Ahora que haces el comentario...¿sabes en qué pienso? En que sería de todas esas mujeres. Qué suerte análoga o desigual tendrían. Cuántas se mantuvieron firmes y cuántas claudicaron. Cuántas desaparecerían en poco tiempo, cuántas se integrarían en el nuevo paisaje, cuántas se exiliaron...
EliminarAsí que ¿existe un fisiología de la inseguridad? ¿O es a la inversa más bien? Bah, no te creo.
Cada vez me influye más el saber de las vidas de los otros. Mira, acabo de ver un documental sobre Lee Miller. Solo la conocía por ser una de las pocas fotógrafas de guerra que cubrió la Segunda Guerra Mundial, en Europa. Admiraba sus fotos y también una que le hizo su colega David Sherman bañándose en la bañera de Hitler, justo el mismo día en que el nazi se suicidó. Pero saber, mas cosas de ella, de su dura vida, de su violación cuando niña y mas cosas, me ha producido desasosiego.
EliminarA veces, es mejor no saber. (creo)
Cierto, pero Lee Miller era apasionante. Una vez escribí esto:
Eliminarhttps://lasilladek.blogspot.com/search?q=lee+miller
Mientras como chocolate amargo disfruto tus letras al leerte
ResponderEliminarSuficiente y sabroso argumento, que aproveche.
EliminarUn jugo estupendo de una imagen. Me ha encantado cómo narras un posible estado de abducción de esa mujer hacía el reportero.
ResponderEliminarMuy bueno. Un abrazo
Hay abducciones de un instante preciso, un tiempo personal análogo que hace coincidir a dos individuos, o simplemente el efecto de las feromonas, porque animales somos y muy selectos -u oportunistas- en el caso del Sapiens.
Eliminar
ResponderEliminar...Fíjate que escribes tan hermoso y creíble, que sin saber fechas de la foto , sin calcular sucesos y realidades, pensé por un momento, que era autobiográfico y real y te vi enamorado y muy feliz. Y es que sí, es hermoso y tal vez privilegio, descubrir, así, de golpe, esa doble-triple-cuádruple mirada y saberla o poderla alcanzar... Y sí, ocurre a veces.
Un placer, leerte. Gracias, Fackel.
Me has hecho pensar, por tanto, en el poder o en la ficción, o ambas cosas, de la palabra. Te diré que yo mismo al escribir eso me sentía trasladado a un tiempo y un lugar, sin ser, obviamente, aquello. Pero es que ese capítulo de la historia de este país, de esta vida, siempre me ha afectado mucho, al menos por referencias, obviamente. Pero también por interés en informarme y saber, más allá de los condenados y malvados perversos quisieron que supiésemos. Al escribir ciertas cosas llevo a cabo personales homenajes. Lo dejo ahí., Explicarlo todo sería complejo, largo y delicado. Pero agradezco que me entiendas un poco. El pasado y el presente se relacionan por mor de nuestra imaginación, nuestra voluntad y nuestra mejor intención. Pero...quién sabe si yo no pasé por esa experiencia que se relata en la entrada.
EliminarQuizás en todas la chispa de la libertad buscaba aflorar en sus retinas. En algunas sería más visible. En otras la chispa todavía necesitaba más tiempo para iluminar, o quizás con el primer soplo de viento en contra se apagó momentáneamente. Pero creería que sería imposible que se apagara definitivamente.
ResponderEliminarSin duda que esa chispa afloraba en la profundidad de sus miradas, pero no tuvieron tiempo de que se extendiera.
EliminarQue bonito escribes .Suelto, como si tú hubieras sido el fotógrafo. Volveré 🙂🙂🙂🙂
ResponderEliminar¿Y quién te dice, Berta, que no fui el fotógrafo? Salvando espacio y tiempo, naturalmente, y muchas gracias, cuando quieras.
EliminarUna fotografía histórica... un magnífico relato... y el pasado se hizo presente... la protagonista toma relieve en tus letras... en cada una de las frases nos la vas acercando, a modo de zoom, a nuestra mirada... las fechas no cuadran, pero tal cosa se diluye en el olvido, porque una historia tan bien contada es tan cierta y real como el lector la percibe...
ResponderEliminarMagnífico relato Fackel... No hace mucho andaba yo leyendo sobre este tema por determinadas razones que confluyeron... es un tema interesante...
Abrazo
Nunca me había parado a pensar sobre la foto, preferí elegir una mujer para que me trasladara a la época y al lugar y a las intenciones colectivas. Fue un tiempo tan apasionante como terrible. Somos hijos de aquellas circunstancias. Algunos más que otros.
EliminarGracias por tus opiniones, que siempre tengo en cuenta.
Qué bello relato. Expresas con finura cómo siempre existe alguien que destaca en un grupo y cómo a veces ese alguien se fija a en nosotros. Cuando eso ocurre la eternidad toma su espacio. Entonces esos recuerdos quedan adheridos a nuestra memoria y todo se torna diferente.
ResponderEliminarYo creo que sí... que te pasó. Con otra foto, con otro grupo... quizás... en otro tiempo, pero que más tarde te ocurrió y fue como un "dejá vù". Como si lo hubieras vivido ya.
Bueno... y si no te pasó me permito el lujo de creerlo así.
Escribes hermoso...
Un abrazo
Pero ese destacar de alguien ¿es por propiedad de sí mismo o por percepción subjetiva nuestra? ¿O por ambas cosas?
EliminarAh, el pasado, el tarro de las esencias que unas veces destapamos para saber cuántas esencias olimos y cuántas dejamos en el tarro.
Bueno, el fotógrafo estuvo, estuve, allí, el tiempo no existe para los audaces. Un abrazo.
Precioso texto, me encanta cómo va surgiendo la escena poco a poco, como la imagen que lo acompaña.
ResponderEliminarGracias por traerme hasta tu blog, Fackel. Si te parece bien me quedo por aquí de seguidora.
Un abrazo.
Bienvenida, puede echar un vistazo a lo que quieras.
EliminarBien estar.