...vivían ingenuamente en sus reinos, ellos en la confianza de que el depredador de los depredadores no había nacido todavía, como en una dulce espera que se nos antoja ahora a nuestros ojos equívocos, si bien la lucha por la vida también era una constante en aquellas épocas, como un sino, una manera de existencia arriesgada que o los consolidaba o les hacía desaparecer, y en casos no tan excepcionales los transformaba, pero aún no sospechaban que el depredador que iba a marcarlos a todos, como uno más de cuantos habitaban los océanos o los cielos o el matorral o el subsuelo o lo invisible, no había tomado definición de su corporeidad, y nunca llegaron a pensar que aquellos primeros gestos que observaron en otro competidor, el descenso de éste de los ramajes para andar encorvado por la tierra hurgando en cuanto se mueve, jamás imaginaron que la naturaleza deparara aquel capricho: imponer tal afinación de un ser capaz de interferir de modo tan extenso e incisivo en todos los demás seres y mundos
(Pintura de Ramiro Tapia)
Guapísimos, este en concreto formidable...
ResponderEliminarAunque algo severos todos ellos, ¿no crees? Sus razones deben tener.
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