Al fin y al cabo vivimos dentro de una esfera, ¿no? La Tierra, o eso dicen. Pero dentro de esta esfera achatada e imperfecta, ¿no hay sino otras esferas que salpican, saltan unas sobre otras o se engullen o se ignoran haciendo caso omiso a los tiempos y a los espacios?
Esferas que ascienden en espiral y esferas que caen en vértigo. Esferas que flotan como si fueran ajenas a la ley de la gravedad y esferas que no levantan vuelo jamás. Esferas que revientan y esferas que se nutren. Esferas ostentosas y esferas humildes. Esferas que buscan la luz continuamente y esferas que no salen de las oscuridades jamás, ni lo pretenden.
Se me ocurren dos tipos opuestos de esferas.
Una burbuja, por ejemplo. Vivir como si no se viviera. A la defensiva, pretendiendo permanecer incontaminado, sin que roce la malicia, ni la adversidad, ni la responsabilidad, ni las ganas de prospectar. Misión imposible. Tal vez una de las mayores ficciones que el humano puede pretender. Desde una burbuja uno no se siente, ni se comprueba, ni se fortalece. Vivir alejándose permanentemente, sin encarar cuanto va aconteciendo en torno a uno, conlleva la negación. Pero también la burbuja puede representar esa belleza abstracta que todos nos gustaría que nos abdujera, y eso es lo que nos atrapa, una actitud abstracta que choca con la vida cotidiana, pero en la que, en ocasiones, nos refugiamos obcecadamente. No siempre las burbujas son transparentes. Tras esta apariencia con frecuencia se abigarra la ensoñación, pero también la indefensión y el escape.
Una canica, por ejemplo. El eterno rodar. Ni siquiera su inactividad implica parálisis. Al ligero contacto de otra canica la primera se activa. La parada de una canica es momentánea. Las canicas son impuras, en sus roces se desgastan, pero la energía que una descarga contra la otra activa a su vez la de ésta. Nunca se sabe dónde reside la fuerza de una canica. Tal vez sólo en la propia acción de unas sobre otras. Su apariencia opaca oculta otras visibilidades que sólamente cada una conoce.
Burbujas o canicas, todos somos furtivos: furtivos huidizos unos, furtivos transgresores otros. ¿Dónde nos hallamos cada uno? ¿En la burbuja o en la canica? ¿O pasamos a lo largo de la vida de un planeta a otro inadvertidamente?
De burbujas y sus metáforas, las mujeres del grupo
LA FURTIVA, de Castellón, saben lo suyo. Lo exploran, lo materializan, lo ritualizan con su danza. Definen su espectáculo como una propuesta poético-teatral, ejercitan el mundo de las esferas con una capacidad metafórica que nos dejó deslumbrados a los espectadores callejeros. Su ritmo de danza, apoyado en una selección musical potente y bien llevada, lo ejecutan con una conjunción deslumbrante. Fue un espectáculo cautivador. Así definen ellas el significado de la burbuja:
“La burbuja puede ser todas las cosas que queramos, incluso puede ser nada. La nada también es belleza en movimiento, pero también es la idealización del espacio, la opresión de lo propio y limitado del espacio. La burbuja es un espacio lleno de enigmas que encuentra sentido cuando el movimiento de los cuerpos inicia una danza ritual que, no sabemos por qué, nos cautiva y nos seduce. Pero ¡no es suficiente! Necesitamos encontrar el enigma que se esconde dentro de la belleza plástica de la danza. Porque la danza en si misma es enigmática como el fuego. Y ese debe ser el camino. Encontrar el fuego en la danza.”