Ayer me contaron lo de mi abuelo. Es probable que ya lo supiera, pero nunca lo había valorado y ahora la distancia del tiempo me hace apreciar su sentido.
La tarde en que murió mi abuelo, en un lejano y deprimido otoño español, Indalecio llamó a uno de sus nietos mayores, le dio tres pesetas y le pidió que le trajera un porrón de clarete de su taberna habitual.
Mi primo fue diligente y raudo a la bodega, a unas pocas calles de la casa del enfermo, pagó el porrón y lo llevó hasta donde yacía nuestro abuelo, aquejado de una especie de gripe repentina, cuyos elevados efectos febriles eran preocupantes pero no amagaban aparentemente un deterioro mayor.
Desde su lecho, mi abuelo Indalecio, acusando tal vez una conciencia clarividente de su estado que el resto de la familia no sospechaba, le regaló a mi primo una cartera que contenía veinticinco pesetas y le pidió que le ayudara a beber del pitorro. Mi primo observó que según apuraba el abuelo la boquilla del porrón sobre sus labios se iba quedando dulcemente rígido, y que por la comisura de sus labios le corría un hilillo de vino, cual último hálito de su esforzada y azarosa existencia.
Acostumbrados como nos ha tenido la iconografía religiosa a la extremaunción, a los últimos auxilios espirituales y a otras zarandajas absolutamente estériles, mi abuelo se había refugiado, a través de esa verdadera llamada interior que sólo los moribundos saben escuchar y distinguir, en un último deseo que fue capaz de expresar y satisfacer.
Es ahora cuando comprendo la decisión valiente, libre y decidida de mi abuelo que entronca con el valor hondo de los
Robaiyyat del persa
Omar Jayyam, tal como estos versos...
A los labios del jarro uní ansioso mis labios
pidiéndole una ayuda para mi larga vida;
sus labios en mis labios, me dijo sigiloso:bebe vino, que al mundo nunca más volverás.
Fonéticamente "Rubaiyat" es oxidado en catalán. Así quedamos mi amiga y yo demasiadas noches cuando hacíamos apología del ¡Bebe! de Jayyam...
ResponderEliminar¿El del dibujo es su abuelo Indalecio? ¿Y usté se le parece a su señor abuelo?
Besos
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarNo volver al mundo....tentador, es cierto.
ResponderEliminarAhogar las penas en vino, es real.
Cada cual tiene sus muletas para andar en esta vida. Y para irse también.
Mi abuelo me llevaba a una tasca pequeñita de vez en cuando. Y a una bodega que había en la esquina. Recuerdo el olor a moscatel. Mi familia se enfadaba por ello, pero a mí me parecía normal, más bien mágico, eso de ver el hilillo de vino caer del porrón y llegar a la boca. El día que murió mi tío, su hijo, fueron a buscarnos de muy mal humor y literalmente me arrancaron de sus manos. Me pareció injusto. Yo tenía cuatro años.Ellos no sabían nada de Omar Jayyam, y mi abuelo tampoco, pero...hay verdades que se extienden en el tiempo.Él murió a los seis meses.
Buen domingo.
Uno de los mejores recuerdos que conservo de mi suegro es los dos juntos, en el patio, bebiendo vino. Disfrutábamos de beber juntos. El día antes de morir, a pesar de estar muy enferno, serví dos vasos (estábamos solos), contra su costumbre apenas lo probó. Entonces presentí un anticipo de lo que iba a pasar y creí que ya nunca me sabría igual el vino sin él. Confidencia por confidencia. Un abrazo.
ResponderEliminarNo conocía ese vocablo en catalán, ¿es verdad, Rat? Oye, ¿y qué tiene de malo que me parezca a mi abuelo? Para mi no fue mal ejemplo.
ResponderEliminarNadie sabía, ni casi nadie sabe, de Omar Jayyam. El vino es un vínculo, incluso bíblico, que hasta los judeocristianos han tenido dificultades siempre para explicarlo...Vínculo con uno mismo y con el entorno. Exorcismo con las dificultades. Riesgo y frontera donde no se sabe ya si eres o no eres. Pero es tan interesante todo lo que contáis otros sobre experiencias familiares al respecto...
ResponderEliminarGracias por la confidencia, que nos nutre humanamente hablando, Francisco. No hay como traer a colación una muestra para que crezcan como setas en el entorno. Está bien saber que Omar Jayyam de andar por casa hubo muhcos, aunque no lo expresaran por el lado poético. O quién sabe, mi abuelo, por ejemplo, era un ser muy dulce, al menos conmigo, pero tenía su trayecto muy pisado (más que la uva, jaj)
ResponderEliminar"Rovellat" (oxidado en castellano) se pronuncia "ruvallat", que es como en mi imaginería se pronuncia el poema de Jayyam... bueno,si, está un poco cogido por los pelos, pero qué quieres, con la embriaguez ya se sabe...
ResponderEliminarCon respecto a su respuesta que es una pregunta, le respondo que si se parece a su abuelo en el espíritu, no tiene nada de malo. Y si se parece físicamente, tampoco.