"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





domingo, 31 de julio de 2011

Rotundamente humanos, ¿y eso qué es?


La humanidad es un concepto. Un concepto que se pierde de sí mismo en múltiples conceptos. Y como el concepto no es nada sin el vocablo, empieza a llamarse tribu y luego ciudad estado y luego nación o estado a secas o país o sociedad de consumo. No, no se llama cada vez a su manera, son los hombres que llegan al cabo de los siglos y que lo revuelven todo los que rotulan. Tal vez también la humanidad es una condición. Y como tal, un tránsito. Sí, no me cabe duda que sigue siendo la tribu y todos sus atributos. La esencia de las primeras agrupaciones se mantiene. Con sus evoluciones y variantes. No es un ente filantrópico, aunque ántropos y humano parezcan decir lo mismo. Sin embargo necesitamos sublimar el término, no sé si el concepto, y solemos decir hay que ser más humano, por ejemplo, o qué poco humanos son o bien qué humanidad hay en él, o están deshumanizados, y etc. Como si el término humano sólo tuviera connotaciones positivas. ¿Por qué necesitamos creer que lo humano implica sólo comportamientos positivos, cuando sabemos que abundan los oscuros, los siniestros, los destructivos y predadores? ¿Por qué reservamos la palabra humanidad para designar la bondad, la generosidad, lo constructivo, lo participativo, lo logrado? Cuando tanto existe o más, de todo lo contrairo... ¿Lo humanizado, lo deshumanizado? ¿Tanta soberbia o tanta debilidad o tanta necesidad tenemos para hacer de la etimología de la palabra una especie de doble faz? Jano nos obsesiona. También Sísifo. También Zeus nos acecha. Y Minerva no se queda atrás. ¿Acaso no lo hace Dánae? Los dioses clásicos son nuestras representaciones, y no precisamente marchitas, sino en vigor. Pero no pasamos de ser Odiseo. Algo debe haber en esa alternancia agitada del término lo humano, ahíto de deseo e insatisfacción. Algo de conciencia de que la elevación lleva consigo la caída. Algo también de que todo lo que sucumbe puede renacer. Algo de esperanzador y de posibilidad. ¿Debemos estar desesperanzados de la humanidad, de los hombres? Motivos hay. Pero no escape. La necesidad nos acucia siempre, salvo que nuestra desesperación personal nos conduzca a no aceptar nada más que el vacío. Algunos me dicen, desde sus escritos o desde sus voces: somos rotundamente humanos. ¿Y eso qué es?, les respondo por inercia. Muchas veces me gusta hacer ficción. Olvidarme de la cultura y la educación y el mundo de ideas y todo eso que me han inculcado desde pequeño. Imaginarme que pertenezco a los primeros hombres, que no voy a pasar de quince o veinte años a lo sumo, y eso con suerte. Imaginarme con el pensamiento de su tiempo y de su cerebro, avanzado en su momento y muy inteligente, sin los devaneos y caprichos en que incurrimos los humanos actuales. No es suficiente, pero me rebaja los humos. Quiero creer.


(Stalker, me has hecho pensar en el tema; no pretendo convencerme ni a mí mismo, simplemente dejar las puertas abiertas, porque las puertas se suceden unas tras otras en el campo abierto. Y por lo tanto jamás se cierran, aunque canse tanto atravesarlas. Es la paradoja del vivir. Acompaño este vídeo con un poema de Pablo Neruda y de su voz, que a mí me emociona, qué se va a hacer)







(La fotografía es de la iraní Shirin Neshat)

sábado, 30 de julio de 2011

Agota Kristof



En primer lugar, hay que escribir, naturalmente. Luego, hay que seguir escribiendo. Incluso cuando no le interese a nadie, incluso cuando tenemos la impresión de que nunca interesará a nadie. Incluso cuando los manuscritos se acumulan en los cajones y los olvidamos para escribir otros.

¿Crees, por lo tanto, Agota, que debe ser un ejercicio, como respirar? ¿Algo que sólo podemos hacer por nosotros mismos y, tal vez para nosotros mismos? ¿O como comer, o como amar, o como correr? ¿O como ordenar el pensamiento? ¿O acaso, Agota, como recuperar los recuerdos para buscar sentidos de nuestra vida en ellos? ¿O debe ser como un coloquio permanente con nosotros cuando no es posible practicarlo con los demás? ¿Te parece que hay que escribir frente al dolor, para distraerlo? ¿O para prolongar la alegría? ¿O para obtener el gozo que no conseguimos con una relación exterior a nosotros mismos? ¿O para ser poseedores de nuestra soledad? ¿O para confirmar nuestras incredulidades? ¿Servirá para confirmar certezas o para aseverar incertidumbres? ¿Estaremos más seguros o más dubitativos? ¿Nos centrará más en este mundo? Pero como este mundo no es único, Agota, ¿no te parece que escribir es como desalojar capas de cebolla hasta encontrar el cogollo? ¿Nos perderemos en los mundos concéntricos y, muchas veces irregulares, que hay dentro de éste o por asumir el viaje encontraremos nuevos territorios? ¿Daremos con alguna luz? ¿Deberemos seguir escribiendo aunque nos acechen las tinieblas? ¿O más que nunca habrá que hacerlo por esa razón, para que la oscuridad anuladora no se instale en nosotros? ¿Para impedir que todas las presiones que nos rodean no nos engullan? ¿Habrá que intentar, persistir y prospectar en la escritura para que nadie se haga dueño de nuestra alma oculta? ¿Verdad que no debemos escribir necesariamente con la intención de que gusten nuestros textos a otros? ¿De que no debemos separar la ganga de la mena sólo porque otros esperan que hagamos una mera escritura productiva? ¿Y que no debemos ceder a la apariencia y a los criterios ajenos, los cuales no hay que menospreciar en ocasiones?

En Berlín, por la noche, tenemos una velada de lectura. La gente viene para verme, para escucharme, para preguntarme cosas. Sobre mis libros, sobre mi vida, sobre mi trayectoria como escritora. He aquí la respuesta a la pregunta: uno se hace escritor escribiendo con paciencia y obstinación, sin perder nunca la fe en lo que escribe.



* Los párrafos en cursiva pertenecen al libro de Agota Kristof titulado La analfabeta. La escritora húngara, residente de 1956 en Suiza, murió el martes pasado en Neuchatel. Agradecido quedo a su obra, sobre todo a las tres fascinantes y demoledoras novelas incluidas en la obra Claus y Lucas. La ilustración es obra de Erika Kuhn, http://obraerikakuhn.blogspot.com/



viernes, 29 de julio de 2011

Qué buenas son las hermanas ursulinas...


No sé si somos imbéciles o simplemente incautos. Me desperté ayer con la noticia de que la Banca está aplicando las propuestas críticas del 15M. ¡Nada menos! Y nosotros, los tradicionales, creyendo en la democracia de parlamento formal y burocracia real. Los titulares: que el Santander, receptivo a las protestas y exigencias del movimiento de indignados, ofrece a sus clientes en paro o con bajada de ingresos la posibilidad de aplazar el pago de su hipoteca. Tanta sensibilidad me abruma. No sé si pretenden que recuperemos la fe en el sistema únicamente o que vayamos corriendo todos a solicitar el dinero. Claro que tanta bondad, sacrificio y entrega de ese banco enseguida ha sido contestado por el otro grande. El bombo y platillo en la prensa de ayer ha sido respondido con el charanga y pandereta de hoy por el BBVA. Que nosotros ya lo veníamos haciendo, oigan, andan diciendo los del segundo imperio bancario español, que ya veníamos ayudando a los hipotecados, que lo importante es el cliente (sic) Que siempre hemos sido comprensivos y la caridad es uno de nuestros lemas intrínsecos, aunque no se vea, por aquello de que lo que hace tu mano derecha que no lo sepa tu izquierda. Etcétera. ¿Quién saltará mañana con nuevas ofertas generosas? ¿Quién da más por menos? Voto a bríos, si precisamente ese principio no puede ser una práctica de la Banca, me digo. Si lo prohíbe la tendencia natural del enriquecimiento. Pues sí, seguro que mañana otra entidad saltará al ruedo de los crédulos con una medida radiante. Corre, Pepe, vamos al banco, que lo regalan todo, será la voz de los españolitos con la soga al cuello durante los próximos tiempos (de aquí al lunes sólamente, que Obama está a punto de pinchar y el Imperio en la antesala de la suspensión de pagos )

domingo, 24 de julio de 2011

Lo increíble es que nos ocurra a nosotros (Post of Norge)



Me escribe mi amigo Ö. H. Amundsen, de extracción social cristiana y conservadora, y lo hace agitado y convulso, timorato y retraído, extrañado y confuso, hipermoderado y a la defensiva:

Lo increíble es que nos ocurra a nosotros. No hemos hecho daño a nadie. Trabajamos para garantizar nuestro progreso y prosperidad. Integramos y proporcionamos medio de vida a algunas gentes venidas de fuera. Nuestro paisaje es exquisito y sumamente cuidado. Somos sumamente respetuosos con el medio, al menos con el próximo. Somos tranquilos y acogedores. Tenemos leyes y tenemos representación formal. Nuestra monarquía es simbólica y figurativa. Nuestro ejército era defensivo aunque las necesidades internacionales le ha vuelto cooperador. Nuestra policía no va armada regularmente. Se han respetado siempre los turnos de alternancia de gobiernos, en función de los resultados electorales. Nuestros partidos disienten entre sí, pero son moderados. Nuestro nivel de vida es elevado y todas las clases sociales se benefician de ello. La crisis de la economía en el sur del continente no nos ha afectado sustancialmente. Pero muchos van pensando que no sería lógico que tuviéramos que pagar por lo que no hemos generado. Nuestra prosperidad puede suscitar envidia pero no odio. Puede suscitar emulación pero no rechazo. Nuestro sistema educativo está plagado de recursos. Nuestra población no es extensa, pero sí muy tradicional. Es verdad que ciertos temores que creíamos lejanos, pero que en una situación de sociedad global se presienten próximos, han influido en la mentalidad de muchos ciudadanos. Es probable que los temores se traduzcan en inseguridad y la inseguridad en miedo. Es posible que el miedo haga que cierta gente se refugie en valores egotistas y arcaicos. Pero no es mala gente, es sólo gente que vacila y que se siente desprotegida. Es probable también que este bandazo en el pensamiento medroso de muchos ciudadanos haya reforzado un gobierno menos colaborador con el resto de los países, más conservador y más asustadizo. Hemos creído que sucesos como el de ayer les pasaba cada día a los afganos, a los paquistaníes, a los palestinos, incluso de vez en cuando a vosotros los españoles. Es la acción de un loco, seguro. Un ciudadano modelo que de pronto se ha perturbado. No puede haber sido por nuestro sistema. Demasiadas horas en Internet el chico, demasiado romanticismo histórico, demasiadas ideas de salvación compartidas por la Red. No, no puede haber sido por nuestro sistema. Por supuesto, quien piense que hay una conjura superior, o fuerzas organizadas del mal incitando al odio abierto, anda errado. No, no puedo entender que si ese chico odiaba a los islamistas haya volcado su rabia contra jóvenes de izquierda, por muy moderados e integrados que éstos sean. ¿O será que realmente a quienes odia es a los de izquierda, y más si son jóvenes, por aquello del futuro? No, amigo, no quiero creer en lo que me dices del huevo de la serpiente. Ya vivimos una vez hace setenta años uno de los efectos de aquellos huevos incubados nada lejos de nuestro territorio. No sé qué pensar. Estoy horrorizado y me cuesta asumir que el asesino sea uno de los nuestros. Estoy hecho un lío. Es increíble que nos pase esto a nosotros. El paraíso del primer mundo. ¿Se lo estará comiendo la serpiente? ¿Nos estará depositando sus huevos, como dices tú? No entiendo nada...



* Leo su carta con cierta perplejidad y bastante asombro. Creo que se debe recordar con sinceridad a los muertos de Noruega, en su mayoría jóvenes, que parece que por pertenecer a un país rico fueran menos muertos. No veo que en los blogs habituales se esté haciendo eco de la tragedia noruega, aunque sea para hacer aproximaciones a lo subyacente.


(La imagen que acompaña es obra del artista chino Xue Jiye)

viernes, 22 de julio de 2011

La profunda desnudez de Lucian Freud



Coincido contigo en que te interese la materia, me dijo el año de su exposición en Madrid. Mis desnudos son a primera vista carne, pero sólo a primera vista. Después son gestos, posiciones, contorsiones. También de la carne, pero no sólo de la carne. En este otro plano la carne es el reflejo de lo que interiormente está en cada individuo. Mi inglés es malo y es probable que le malinterpretase, aunque en su contexto todo casaba. Y él seguía hablando y hablando... Ahí entonces ya ves algo más que la carne abultada o fofa, o que una disposición de la carne. Empiezas a descubrir la materia en estado más concéntrico. ¿Por qué concéntrico?, le inquirí. Porque cada reflejo se debe al otro y se complementa con el otro. No hay contradicción entre la primera visión del cuerpo de un hombre o de una mujer y sus movimientos o paradas. Ni la hay con el estado del sueño, donde se vislumbra la personalidad entregada. Ni con el estado de ánimo, que tanto define la caída de los volúmenes. Pero mucha gente sólo ve tu obra como una obsesión de los volúmenes, le dije. Es posible que esa fijación lo sea porque me permite expresar lo que busco. Pero nunca me ha interesado pintar para mostrar una apariencia. El pintor de los cuerpos carnosos, me llamaban algunos amigos graciosos y con cierta malevolencia los críticos de mi obra. No todos mis desnudos eran de gordos, pero hasta en los flacos el volumen carnoso ha sido siempre un testimonio medido. Lo que a ojos del espectador es apariencia se trata de una cadena de manifestaciones cuya raíz última está implícita desde el primer rasgo. No creo que Egon Schiele, y perdón por compararme con este monstruo deconstructivista, y yo nos diferenciemos mucho en el tratamiento de la materia. Ambos perseguimos lo íntimo: el abandono del hombre, el malestar, el goce, la personalidad subyacente, la lasitud de su tiempo…y cómo se impone todo ello en el cuerpo que se ve. Lucian apuró su vaso de tinto, alguien llegó para interrumpir nuestra cháchara. Le goteaba por el mentón las últimas gotas del granate líquido.





* Lucian Freud murió ayer en Londres. Salud.


domingo, 17 de julio de 2011

A la orilla


…la última vez que estuve con él allí estaba a la orilla del río de la historia. Charlamos y charlamos y cayeron las horas como gotas de fuego. De tal manera nos impregnamos de un intercambio mutuo de inquietudes y de sospechas. Y las aceitunas bailaban en el platillo como sólo él sabía hacerlas bailar, mientras expresaba sus cuitas con aquel verbo calmo y a la vez contundente. ¿Eran las suyas o eran las de todos? Yo le decía: y tu poesía, ¿no cuenta? Cuenta, pero este año es aciago en poesía, me respondió. Y tras aquellas palabras intuí que el desaire de alguno de sus amores le había dejado flaco. Me vino de improviso aquel verso: y mordí duramente la verdad del amor, y me pareció un hachazo sacado del contexto. ¿Sacado del contexto? ¿O aquella defección era el contexto? Me contó que se iba a Madrid, que tenía planes, que allí se respiraba otro aroma. La oleada regeneradora que habíamos estado esperando toda la vida. Me pareció tan optimista como cabal. Tanto que me lo pegó. Si ves que marchan las cosas, avísame. No tengo inconveniente en trasladarme, le insistí. Él me miró elevando sus cejas y con el brillo de sus ojos me habló antes de que abriera su boca: tú eres un conservador en todo, Paco, no te moverías de aquí ni con los pies palante. Mira, hay que seguir buscando en lo inmediato y en el pasado. Los grandes de la literatura nos enseñaron más que letras. Más que historia, que gestos, que rabias. Nos dijeron que hay un camino por el que seguir, para llegar a alguna parte de una vez por todas. Yo estoy persuadido de que es posible ese viaje a alguna parte, malgré le pese a quien le pese, me dijo con ironía y galicismo. Ah, Paco, y quién sabe si no tendremos que hacer con la poesía algo más que lo que hacemos. Un esfuerzo, una exigencia, una necesidad, una extensión, un combate. Y aquellas palabras me sonaron tan poderosas y tan carentes de estridencia que no supe qué decir. Desde la otra orilla, Triana permanecía parada, que no muerta. Pasó un tiempo y luego vino lo que vino. ¿Recitaría una vez más aquella premonitoria rima...Ésos son, hermano mío, los seres con quienes muero a solas…?

sábado, 16 de julio de 2011

De sol a sol


…me he puesto a liar un picado. A veces parece serrín, pero con algo hay que matar el tiempo. Los señoritos, cuando vienen por aquí fuman en boquilla. Una vez le regalaron a padre una de las que gastaban. Pero padre no la ha utilizado. La tiene en un cajón por si algún día se lo recuerdan, pero él dice que de los señoritos no quiere ni la mirada. Menos que nada la mirada, repite padre, porque malo es que te claven el ojo. Nunca sabes si te van a pedir algo o te van a matar. Quien no conozca a padre creerá que exagera, pero sabe muy bien lo que dice. Y no le faltan razones. Son muchos años de aguantar sus exigencias, de dar mucho y recibir poco. Verdad es que hay algunos que son más generosos y procuran más por nosotros. Pero los peores son esos que viven en la capital. Cuando aparecen por aquí es para enseñar sus tierras a los amigos. Les llevan por las lomas a que vean los olivares y luego van a las almazaras para que esa gente bien de la capital se pasme viendo prensar la aceituna. También vienen a cazar, y eso nos gusta más porque siempre les sobran piezas y nos dejan algunas para la despensa. Pero nada es gratis. Y todavía nos sienta peor que nos lo den como limosna. Padre lo recoge a regañadientes porque no puede enemistarse, pero blasfema a sus espaldas. Padre dice también que esos señoritos andan bastante sublevados por lo de la reforma del campo que ha puesto en marcha el gobierno. Yo no sé qué es eso, pero cuando padre habla de ello es otro. Se le ve contento y a veces, cuando bebe un poco más, dice que se les va a acabar a los ricos su tiempo. Ni padre ni madre saben leer y escribir, pero desde que han hecho una escuela en la cabeza de partido de la comarca me hacen ir a ella. Que tiempo tendré para joderme la espalda, dicen. Mi hermano mayor ha aprendido las letras en el servicio militar. Le destinaron a no sé qué ciudad, más lejos que Madrid, y cuenta que hace mucho frío. A veces garrapatea él unas letras, pero siempre hay algún compañero que escribe por él. Cuenta que allí la gente es distinta, más seria y callada, pero que le tratan bien. Que suele comer embutidos que hacen en los pueblos y que no pasa necesidad. En la última carta dice que hay movimientos en los cuarteles, que no sabe qué pasa. Que siempre andan de maniobras. Padre se queda pensativo y se pone de un humor de perros cuando escucha. Suelta un cagüendiós y luego calla. No hay quien le hable durante mucho rato…

viernes, 15 de julio de 2011

La gravedad


…le he visto cuando pasaba por la plaza. Me pareció apesadumbrado, pero mantenía el aplomo. No le arriendo la ganancia. Cuántas veces hablamos mal de los políticos, algo muy propio del paisanaje. Pero la que le ha caído encima es de órdago. Tener que vadear corrientes dentro de la coalición que le ha llevado al cargo no es algo fácil. Tener que sortear las embestidas de los cainitas, que no hacen otra cosa sino agitar los ánimos del rencor, supone más riesgo. Aunque lo suyo es el lance y torea a los vociferantes con habilidad lo cierto es que está sometido a un equilibrio peligroso. Y que no se olvide de controlar a los militares, de los que se dice de todo, si es que los rumores no mienten. Los militares tienen una larga tradición frustrada y son capaces de volver sus fracasos hacia la teta que les nutre, con tal de justificarse como casta y de mantener el chusco. Se sabe de algunos mandos que presumen de estar con la legitimidad constitucional, pero en privado sostienen posiciones abiertamente opuestas a la ley. He visto cabizbajo a este hombre, pero cuando ha hablado con sus acompañantes su tono era firme y decidido. Ni sus enemigos se atreverían a decir que le falta entereza. Es intachable, pero las circunstancias, si no las maneja bien, pueden dar al traste con su empeño. El último crimen ha afectado tanto a los políticos como al Estado en general. Hay quien sospecha que puede ser utilizado para justificar definitivamente una nueva bravuconada de los sables. Se palpa una calma chicha, que dicen los marinos…

jueves, 14 de julio de 2011

La calle


…dos pesetas les parece mucho. ¡Qué quieren que les haga! ¿Qué se lo regale? A los pudientes les pido cuatro. Sólo las horas que tengo que hacer entre este portal maloliente y la acera ya lo vale. Admito que con los obreros soy más condescendiente, sobre todo con aquellos a los que se les ve el pelo revoltoso. Sé lo que les cuesta a ellos ganarlo y las temporadas que pasan sin que les contrate nadie. Pero algunos vienen desde hace tiempo, son clientes a los que guardo ya cariño. ¿Cómo podría ahora decirles que no? No son mejor gente ni más limpia los pudientes. Muchos vienen ya ebrios y son muy desagradables. Sí, dejan más, pero a veces prefiero darles nones. Una tiene sus principios. ¿Los estudiantes? O son unos cobardicas o van de chulitos, sólo saben vacilar. Es perder el tiempo con ellos. Y el que viene a probar por primera vez te lleva un tiempo que no merece la pena. En lo que estás con uno de éstos te quedas sin el seguro. Sólo los acepto cuando no hay clientela. Hay un tipo de mediana edad con ademanes muy suaves. Viene de vez en cuando y sólo me mira y si yo le hago un gesto sube conmigo. No le gusta hablar mucho y le he cogido el tranquillo. Creo que porque le hablo también con dulzura. Para mí que es un cura. No sé, hay algo en el olor de su piel, y esas manos siempre tan pulidas. La ropa la lleva normal, como si fuera un oficinista, pero algo descuidada, sobe todo en los dobladillos del pantalón. Y el cuello de la camisa tan descuidado. A veces le tiro de la lengua, pero no entra al quite. Un día me pidió algo más duro; no me sorprendió porque una ya ha visto de todo. Pero no tengo queja. Paga bien y es amable. ¿Qué si no he pensado alguna vez en cazar a un solterón? Claro que pasan por aquí unos cuantos, incluso de los que tienen comercios. Tentada he estado, pero tendría que refinarme más. Y tampoco me gustaría hacerlo sin algo de amor. Pretender a estas alturas de mi edad enamorarme ni me lo imagino. Lo sigo pensando, pero tampoco quiero convertirme en la esclava del hogar de nadie. Aunque con los tiempos que corren sería ir a lo seguro. Conozco a algunas paisanas que lo han hecho. A unas les va mejor, a otras peor. Lo que sí que tengo claro es que esta vida no puede ser para siempre. Que no quiero acabar ni enferma ni tirada. Y nunca me ha atraído un trabajo ordinario, ni tener un patrón. Me gusta sentirme a mi aire. Por no tener no tengo ni chulo y eso les gusta a mis hombres, y hace que sea más atractiva a su mirada. Que sí, que la personalidad engancha tanto como las curvas, y en ese sentido no me va mal. Siempre que no cambien las cosas. Algunos señoritos de derechas andan metiendo miedo sobre cómo van las cosas en el país. Con nosotras no se meten porque nos necesitan. Pero haré una confidencia: en cuanto huelo de lejos a un pringao de esos con ideas de ricos pero sin serlo y que quiere salvarnos a todos le doy esquinazo. No les aguanto…




(Fotografía de Francesc Catalá-Roca)

miércoles, 13 de julio de 2011

La tejedora libre



…tengo problemas con mi novio porque no comparte mis inquietudes. Ya le he dicho, que si no le gusto así que se vaya buscando otra. Como si estar en los telares trabajando una buena jornada fuera agradable. Es verdad que me he mojado mucho, que he dado la cara bastante cuando ha habido que reivindicar mejoras. No somos bestias aquí dentro. Eso lo entendía mi novio, aunque siempre le ha dado miedo. Pero que ahora me haya afiliado a las juventudes y vaya por el ateneo lo lleva peor. Claro que no es porque su familia sea beata, qué va. Pero les gusta el orden, eso sí. No sé qué tienen los botiguers que en unas opiniones más generales son muy valientes, pero en cuanto les hablas de denunciar a tus patronos se espantan lo suyo. Mi novio dice que estábamos bien antes, que trabajar hay que trabajar y que tenemos que tragar muchos sapos y culebras. ¡Cómo si me lo tuviera que descubrir a mí! Éste no sabe que a estas alturas no va a enseñar al barbo a nadar. He trabajado como la que más y me he hartado como la que más. Mi novio quiere que regularicemos nuestra relación. Me insiste en que su familia tiene una posición desahogada y que si me canso de trabajar en la fábrica que tendré algo seguro con ellos. No niego que no le falta buena voluntad a mi novio, y sé que hasta ahora les he caído bien a los suyos. Pero que quiera llevarme al huerto de su manera pensar y de vivir no me va. No me gustan las dependencias. Ni tengo intención de casarme, ni mucho menos aguantar a una familia. Necesito disponer del tiempo de mi vida. ¿Qué corro riesgos? Claro, ¿es que aunque no me metiera en lo que estoy no los iba a correr? La patronal y sus políticos están presionando demasiado para que los trabajadores no seamos escuchados en las altas instancias. Si tienen que venir mal dadas no quiero que me pille sin mirar a la cara a los provocadores. Es duro todo. ¿Por qué siempre tienen que entrar en conflicto nuestras naturalezas con las normas de de la sociedad? Estos pensamientos no los tenía antes, y reconozco que los debates en el ateneo y las lecturas de mujeres libres me están cambiando. Pero yo me siento mejor así…

martes, 12 de julio de 2011

(Paréntesis por la muerte de Erik)


Un paréntesis para otro paréntesis. ¿O es otra cosa la vida, Erik Clavería? Te hice la foto, ¿cuándo? ¿hace veinte años, más o menos? Cuesta fijar fechas de un pasado que parece próximo, pero que la dispersión nos lleva a todos a hacerlo más lejano. Aquellos tiempos que aún andabas por la presidencia de la Federación de Asociaciones para la Sanidad Pública, con la que algunos empecinados miembros de asociaciones vecinales conectamos. Si no recuerdo mal, también andabas por la alcaldía de La Granja, cargo del que nunca hiciste objeto de vacile alguno. Y andabas también, naturalmente por ese espectro perpetuo de la izquierda de la izquierda, ésa que nunca gana y siempre se debate entre taifas y recomposiciones, pero que es donde siempre se han fraguado ideas y voluntades interesantes. Te hice la foto con la vista de fondo de la ciudad que Umbral en su día tituló capital del dolor no descaminadamente, pero que en esa época en que apareciste por ella era capital de ilusión y de fuerza social. Pero todo eso ya es anécdota. Como contigo no tendría sentido pronunciar palabras esotéricas, simplemente te digo: me gustó tratarte. Y fin de jornada, hermano campechano.

lunes, 11 de julio de 2011

La agenda


…tengo que recorrer varias alquerías. No me falta trabajo, ni siquiera ganas. La mayoría de sus usufructuarios son modestos. Para llegar a ellas tengo que atravesar campos de almendros y rieras que se vuelven peligrosas en las épocas de lluvia repentina. Suelo encontrarme con grupos de jornaleros parados, los que no han sido seleccionados para la labor. Tienen gesto agrio y su palabra es socarrona. Si no viviera por aquí y no fuera conocido la percibiría como amenazante. Les sobran razones. He parado a la entrada, la bici a un lado. Me quito las pinzas de las perneras del pantalón, entro. Va a parir la vaca y soy imprescindible. No tanto para el parto en sí, puesto que en la mayoría de los casos la naturaleza provee. Pero la naturaleza tampoco es la perfección y en ocasiones depara dificultades. La gente de la alquería mira más al maletín que a mi cara. Pero lo que llevo dentro de él serviría de poco si mi habilidad, no siempre consecuente, no me hiciera observar y saber decidir a tiempo. Son ya algunos años de oficio. Mis amigos me dicen que estoy en lo mejor de la vida. Nunca he entendido muy bien la expresión. Tienes que estar en cada momento en lo mejor. Supongo que lo dicen porque el cuerpo me permite ahora una agilidad y una dedicación de las que cuando sea más viejo careceré. Pero ilusiones no me faltan. En general, los propietarios y los trabajadores de la comarca me respetan. En parte porque soy necesario, en parte porque saben que no me callo. No callar es un riesgo. Sé de algún envidioso que otro que me tiene señalado. Envidia de que me exprese con libertad, de que comunique mis ideas y las razone. Que implique a los pequeños arrendatarios a navegar en un barco común con los jornaleros. Muchos no estaban acostumbrados a un veterinario de este tiempo. En muchas partes, esta figura que encarno es paralela a la del médico, el maestro y el cura. No sé hasta qué punto consideran los pudientes al veterinario al mismo nivel que los otros. Tratar con animales no es tan excelso para ellos. Pero a mi no me afecta, más bien me beneficia porque no me crea ataduras con esa gente. Jamás podrán entender lo que es un animal, la sensibilidad y ternura que tiene. Claro que en eso su mentalidad es pareja a la que mantienen sobre la gente obrera y campesina. Son insensibles, se ciegan, no dan el brazo a torcer. Me respetan por mi título, pero les dan miedo mis argumentos cuando comentamos sobre las circunstancias del país y sobre la condición de la gente humilde. Creo que les da miedo hasta la agenda que llevo siempre encima…

domingo, 10 de julio de 2011

La crisis




…no nací para esto. No debería decirlo. Tal vez sea tarde para darme cuenta. Era la tradición. En las familias humildes siempre sobraban hijos. Dios los había enviado pero no había provisto por ellos. Otros se fueron más allá del océano, algunos a la guerra de Marruecos. No sé qué vieron en mí o si fue que me tocó. Después de tantos años predicando y administrando sacramentos, hoy dudo. Hay algo en el ambiente de la comarca que crispa. Los periódicos que llegan de la capital reflejan desentendimientos por todas partes, aunque conociendo a los dueños de la prensa me parece que muchos de los problemas que plantean están inflados o no son tan graves. ¿Será que están buscando que lo sean? Yo, que trato directamente con las gentes, conozco mejor los problemas que muchos de esos gacetilleros o que los diputados que discuten bizantinamente. Pulso la opinión, atiendo las cuitas de los vecinos, no les aconsejo para que obren en contra de sus tendencias. Confían en las medidas que ha tomado el gobierno y recelan de la oposición que practican los grandes propietarios rurales. Me siento extraño. Extraño entre los míos, extraño entre los feligreses. Cada vez me gusta menos ser aquiescente con los caciques y con esos funcionarios que van detrás de ellos, esperando prebendas a cambio de favorecerles negocios. Me enseñaron y enseñé que debemos llevar el mensaje a todas las clases de la sociedad. Pero el mensaje no cala de la misma manera. Diría que todavía menos en los pudientes, donde reina la falsedad, la apariencia y el pésame señor. Y ahora que presencio cómo se agudizan las posiciones me pregunto de qué sirve el mensaje. Da miedo reconocerlo, pero me falta la fe. O al menos la fe que nuestros superiores reconocen. Pero la otra, la que podría valer, la que debería asentarse en la justicia, la tolerancia y el reparto de bienes, no se manifiesta. Y si lo hace, no viene de nuestra mano. Creo que la fe de institución ha desplazado a la que de verdad requiere el mensaje del Sacrificado. Soy diferente, lo reconozco. Tal vez por eso, cuando ha habido reuniones de sindicatos campesinos, me han dejado estar en ellas, incluso me han permitido tomar la palabra. No me han importado las amonestaciones de mi superior cuando se ha enterado que he participado en actos que él llamaba mundanos y antieclesiásticos. Es probable que no sea el único que me porte así, pero esta vida entre dos aguas suscita angustia. Los clérigos hemos estando siempre besando la mano de los ricos porque, nos decíamos, nos daban de comer. También nos han dado de comer los de abajo y les hemos despreciado, y hemos hecho de correveidiles de aquellos. Si sucede algo, no podré actuar como hasta ahora. Sé con quién estoy, aunque no comparta algunos métodos…

jueves, 7 de julio de 2011

Los tiznados


…me estremezco al pensar que puedo pasar de nuevo por lo que ya pasé hace dos años; tal vez fue un error de cálculo o nos dejamos arrastrar por la vehemencia de nuestras ideas y por la ansiedad de las causas antiguas y justas que nunca se ven satisfechas; pero aquello acabó en desastre; muchos perecieron, yo padecí la detención y mi familia quedó al albur; la ilusión se mostró con su doble rostro; y el ánimo y la energía se trocaron en desgaste; paramos entonces todas las cuencas y montamos en los trenes que debían llevarnos hacia el corazón del país; sin carbón no tendrían combustible los burgueses, decíamos, y sin combustible quebraría su poder; además, íbamos pertrechados de nuestra más selecta herramienta; ya estaba bien de hacer saltar el interior de los valles, era hora de que los de arriba temblasen; ése era nuestro grito, el de los hombres rudos y temibles cuando nos ponemos en pie; el de los hombres tiznados en sus cuerpos y en su resistencia; pero la realidad resultó más cruel; ellos eran más poderosos que nosotros; y nuestras razones no bastaban para cambiar la historia de agravios y de trato indigno; cuántos guajes cayeron en el intento; ¿o fue una aventura, ansiosos como estábamos por imitar los aires de revuelta que venían de lejanas tierras?; aquel esfuerzo era insuficiente y los políticos no acabaron de entendernos; tal vez nosotros tampoco conjugamos la relación de fuerzas necesaria para lograr algo definitivo; o acaso no existe esa liberación que hemos perseguido siempre; no, no quiero ni pensarlo, no hemos llegado hasta aquí para que todo se convierta en humo; y ahora que parecía que las cosas se enderezaban, que nuestro pulso con los aristócratas se iba ganando, es cuando se oye hablar de intentonas que pueden dar al traste con nuestras aspiraciones; no quiero imaginarlo; preparados estamos para hacer frente común; no tenemos nada que perder…

miércoles, 6 de julio de 2011

Los de Gráficas



…nos han convocado a los de Gráficas esta tarde en Poblenou. Algunos compañeros llegados del centro del país cuentan que corren inquietantes rumores. La presión de los facciosos ha subido de tono, se hace sentir desde sus periódicos y emisoras. No es un secreto para nadie que en muchas partes los grupos más radicales, que preconizan el puño y la pistola frente al diálogo, siguen organizándose. Que en algunas partes tienen unidades paramilitares que invocan dioses, patrias y reyes del siglo pasado. Nadie sabe muy bien qué posibilidades tendrán y hasta dónde estarán dispuestos a llegar, aunque todos sospechamos qué fines pretenden y dónde se inspiran. El Gobierno debería ser duro con ellos y no perderles de vista. Se han crecido y si no se les enseña los dientes van a hacernos padecer lo suyo. El Pere me ha dicho que los del oficio quieren que se haga una tirada de carteles y pasquines dedicados expresamente a denunciar esas actividades delictivas. Algunos que forman parte de esas bandas trabajan a sueldo de los empresarios más recalcitrantes de las comarcas, como a principio de siglo. Nunca estuvieron los intereses de ellos y los nuestros tan impregnados de política. No puedes escapar de ella. O estás en una parte o estás en otra. El ambiente en el sindicato está caldeado. Así que los del oficio quieren comentar ideas y proponen que impulsemos en nuestras publicaciones mucho más las imágenes que los textos. Que letras ya hay demasiadas y se vuelven nublosas, dice irónicamente el Pere y que, en cambio, vivimos tiempo de fotografía y hay que adaptarse a ellos. Las películas del cinematógrafo están llevando a la gente nuevas visiones del mundo y bien pueden ser un modelo a seguir en nuestros mensajes. Yo había quedado esta tarde en el barrio de la Ribera con Gaia, así que he enviado a mi hermano pequeño que le diga que no me espere, que acaso salga tarde de la reunión. Gaia me ve últimamente muy alterado y, aunque ella comparte conmigo ideales y razonamientos, teme que me implique más y que eso interfiera en nuestra relación…



(Foto tomada del fondo del International Institute of Social History)

martes, 5 de julio de 2011

Meseta


…está haciendo más calor que otros años por estas fechas; los pueblos de la meseta se vuelven más áridos; apenas salen las mujeres de casa durante el día; los hombres, a las tareas del campo, y al caer la tarde las viejas se sientan al fresco en los bancos a la puerta de sus casas; algunos de los que vienen de trajinar en la mies se juntan donde la tienda de ultramarinos que hace también de cantina; el clarete está fresquito y los porrones corren entre sudores y cansancios; hay jóvenes a los que no les importa andar de noche y se van en galera hasta el otro pueblo, que es mayor y tiene taberna, y se puede echar alguna partida tardía; aunque lo que ellos buscan es más bien encontrarse con las chicas más sueltas de ese pueblo y tentarlas; es normal, las cosas han cambiado y esta juventud es más decidida; unos chavales que han venido hace un rato han contado que hoy volvieron a pasar por allí un grupo de tres o cuatro individuos, todos con la camisa del mismo color; que tenían una altivez nerviosa y a la vez firme; dicen que repartieron unos papeles sobre política, donde se criticaba a las autoridades y a las organizaciones obreras; y que los tertulianos pararon la partida porque al que se quedó en la puerta se le marcaba un arma sujeta al cinturón; nadie de los que había en la tasca rechistó; casi todos los parroquianos son empleados del ferrocarril, algunos con carné de los sindicatos; cuentan también los chicos que dos de aquellos ferroviarios a punto estuvieron de levantarse y hacer frente a los provocadores; y que el médico de la mutualidad obrera, un tipo prudente y sensato, les detuvo; de no haberlo hecho podría haberse producido una disputa o algo peor; se sabe que en casos semejantes han llegado a las manos y que incluso los de las camisas azuladas han hecho uso de sus armas; es probable que sea el calor excesivo; no se siente la fresca y la luna tan inmensa parece que encendiera estas tierras hasta por la noche; esta calina no beneficia en nada a la tensión contenida que se viene viviendo últimamente; supongo que las cosas se suavizarán, pero todo indica que el asunto tiene mala encarnadura, como si una mano negra urdiera el desentendimiento…




(Fotografía de Eugene W. Smith)

lunes, 4 de julio de 2011

Terraza en julio



…hoy los he visto. Sólo conocía a tres de ellos, pero ninguno me ha causado una impresión grata. Dos han tomado refrescos, otros dos pidieron agua de seltz y solamente uno ha solicitado un licor del lugar. No sé, tanta abstemia en un grupo de hombres curtidos en su profesión me ha parecido extraña. Las fiestas ponen a la gente contenta y muchos incluso se pasan en desmesura. Pero este grupo es como si permaneciera ausente, como si la vida de la ciudad no fuera con ellos. Yo estaba en una mesa próxima. La algarabía dominaba, como es habitual en las terrazas de verano. Y más en estas fechas. Pero ellos no sobrepasaban la voz. Más bien utilizaban de vez en cuando un tono bajo, casi confesional. Si en alguna ocasión alguno hablaba más alto y con cierta euforia, el que parecía ser el dominante se encargaba de hacer un gesto con la mano para que atemperase sus palabras. Pero ese gesto se producía muy excepcionalmente. Daban la impresión de estar aleccionados previamente. No eran los mismos que otras veces han confraternizado más con la gente, alternando bromas y parabienes. Aunque, en honor a la verdad, nunca han sido muy campechanos. Cuando ha llegado el reportero uno ha mantenido la altivez, el resto el aplomo. Hubo quien ni siquiera se giró hacia la cámara. Pero todos mantuvieron el tipo. El reportero se mostró un tanto servil al despedirse, pero el grupo apenas le hizo caso y siguió a lo suyo. Se oyen demasiadas cosas estas últimas semanas, pero cuándo no se han oído. Es un país de rumores permanente. Se vive en un estado de acechanza verbal que nunca ha acabado hasta ahora como el cuento del lobo. De ahí que nadie se cree ya nada, y eso que las opiniones de la ciudadanía están cada vez más radicalizadas. Es rara esta gente. Sin embargo, están sometidos a autoridades superiores y tendrán que aceptar las órdenes. Al fin y al cabo es su oficio. Pero, ¿y si llegara un momento en que no las respetasen? Me intriga tanto silencio, sus ceños, esos rostros hueros, los ademanes aparentemente frágiles y prudentes en quienes no lo son…