"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





domingo, 28 de abril de 2019

Quien no ha no es. La utilidad de lo inútil. Nuccio Ordine





"En un relato autobiográfico, Vincenzo Padula -un clérigo revolucionario que vivió en un pueblo de Calabria entre 1819 y 1893- recuerda la primera lección de vida aprendida en familia, cuando todavía era un joven estudiante. Tras dar una respuesta insatisfactoria a una insidiosa pregunta de su padre ('¿Cómo es que en el alfabeto de cualquier lengua la A va antes y la E después?') el seminarista escucha con viva curiosidad la explicación que le ofrece su progenitor: 'En este mundo miserable el que ha es, y el que no ha no es'; por eso la letra a precede siempre a la letra e. Pero hay algo más: quienes no tienen constituyen en la 'sociedad civil' la masa de las consonantes, 'porque consuenan con la voz del rico y se conforman a sus actos, y el rico es la vocal, y sin ella no creo que la consonante pueda sonar'.

A casi dos siglos de distancia, la imagen de una sociedad dicotómica rígidamente diferenciada en amos y siervos, en ricos explotadores y pobres degradados a la condición de animales, tal como la había descrito Padula, no corresponde ya, o apenas, al retrato del mundo en que vivimos. Persiste sin embargo, en formas muy distintas y más sofisticadas, una supremacía del tener sobre el ser, una dictadura del beneficio y la posesión que domina cualquier ámbito del saber y todos nuestros comportamientos cotidianos. El aparentar cuenta más que el ser: lo que se muestra -un automóvil de lujo o un reloj de marca, un cargo prestigioso o una posición de poder- es mucho más valioso que la cultura o el grado de instrucción."


Magnífico primer capítulo del libro La utilidad de lo inútil. Manifiesto, de Nuccio Ordine, profesor de Literatura italiana en la Universidad de Calabria. Un librito que es una apasionada defensa de las humanidades, una reivindicación del saber clásico, una descripción de la útil inutilidad de la literatura, como él mismo dice, una revalorización de la cultura no mercantilizada. En él aparecen citados varios autores -filósofos, narradores, poetas- que merecen la pena, aquellos a través de los cuales uno se siente confortado. Un libro de apenas ciento setenta páginas que es lo que yo llamo un libro puente. Porque las consideraciones que se hacen en él, los autores nombrados, te remiten inmediatamente a conocer sus obras si no lo has hecho ya. Aquellas personas que se llenan la boca con ansias de espiritualidad -anhelos tras los que muchas veces se escudan oscurantismos y confusiones varias- bien deberían leer un libro vivo como este, material, tangible. Donde las ideas son carne. Amigos que pasáis por este blog, os lo recomiendo. Es pura y contundente sabiduría. Un fruto a paladear.





sábado, 27 de abril de 2019

Mimbres para reflexionar





En víspera electoral puedo hacer varias cosas. Una, sencillamente no pensar en nada de lo que nos ha acechado estas últimas semanas. Otra, leer poesía, como propone el escritor Julio Llamazares, pero como soy de comunión diaria con la peligrosa secta poética, no me significa nada diferente. Otra, mirar el paisaje no circunscrito por los hombres, pero qué difícil. Sin embargo, reflexiono, casi por inercia, y no porque sea de rigor hacerlo en este día. Reflexiono al leer la noticia de que España vuelve a ser el país de la Unión Europea con mayor abandono de la escuela. 

Léase https://elpais.com/sociedad/2019/04/26/actualidad/1556287218_097551.html

Con los mimbres de muchos compatriotas adultos que no han concedido importancia a su formación y al conocimiento, y con estos otros mimbres de novísimas generaciones, ¿qué cesto nos espera para los próximos tiempos? Y luego nos extrañamos de que la ignorancia presente y la racionalidad ausente concedan el voto a los políticos más aberrantes y reaccionarios. Ahí, ahí está el meollo.

Es una propuesta de reflexión.



(En las fotos, esculturas del leonés Morla)

miércoles, 24 de abril de 2019

El loco advierte a Naxos sobre las fuerzas ocultas



"Dicen que las voces divinas han enmudecido
Yo digo que los oráculos callan por su propia voluntad".

Gunnar Ekelöf, de Guía para el Averno, de la trilogía Diwan.



Samos, la que cuida lo que queda del templo, dice que tenemos desatendidos a los dioses. Que apenas ofrendamos y recurrimos a solicitar sus favores, y opina que aunque el templo sea ruina quedan en pie el espíritu y la intercesión de las divinidades. También pregona por ahí que apenas se consulta al oráculo, y que todo ello sucede desde que tu presencia entre nosotros, Naxos, ha hecho confiar más a los supervivientes en sí mismos y les ha apartado de otras mediaciones, para mí improbables. Alónnisos, el loco, habla con estas palabras cuerdas al joven remero. Hay una complicidad entre ellos, incentivada porque además el hombre siente la necesidad de proteger a Naxos. Te prevengo contra las provocaciones de los creyentes más enfervorizados, avisa al joven. Naxos, cuyo temple reposado y ecuánime es cada vez más valorado en la ciudad, agradece las palabras del orate. Imaginaba que las fuerzas oscuras podrían acechar, pero todos sabéis que nunca me he inmiscuido en los temas que no están en la propia naturaleza. Es obvio también que desde que me he implicado más con vosotros no me interesa dejarme asesorar por la pitonisa. ¿A quién puede interesar acudir a ella cuando hay tanto que hacer aquí y podemos llevar a cabo con nuestras manos la obra de la reconstrucción? Pero cuidado, le sugiere Alónnisos, que los que siguen a Samos, la perenne vigilante del templo, insisten en que no es posible una reconstrucción si hay olvido de los hacedores eternos y de los inmortales. No estar a bien con las divinidades, va diciendo ella, puede procurarnos males mayores. Y que romper con la tradición de recurrir a la adivina es también una actitud peligrosa, pues priva a los hombres de la sabiduría de una mujer que intermedia entre ámbitos diferentes y en tensión. ¿Tú crees eso?, le responde Naxos. Mi mundo, como bien sabes, le interrumpe Alónnisos, nada tiene que ver con el de quienes se erigen en rectores de las vidas ajenas. Los mitos están bien donde han estado siempre, en la narración que nos han transmitido, y la adivinación puede ser un cuidado que se procuran los indecisos, pero nunca una ciencia. Samos no tiene otro mérito que haber mantenido en orden el lugar donde muchos hombres y mujeres depositaban sus esperanzas, tras las que había búsqueda, entregada e impersonal, de protección y seguridad. Samos ha vivido cómodamente años atrás atendiendo los cultos y las dedicaciones sagradas, y en absoluto ha participado nunca en los servicios prácticos a la comunidad. Cree que tus maneras de incentivar el resurgimiento de la ciudad, uniendo las fuerzas de unos y otros vecinos aleja a estos de las ancestrales creencias. En fin, Naxos, que esa mujer tiene celos de ti y teme que disputes su influencia. Si lo ve de esa manera, no es culpa mía, le replica con cierta euforia el remero. Levantar una ciudad de nuevo no es posible pensando únicamente en el ultramundo y en los acertijos. ¿Qué proponer? Las estatuas fueron mutiladas. Pues bien, ya se esculpirán otras nuevas. Los edificios, arrasados. Ya se alzarán sobre nuevos planos nuestras viviendas. Las sedes de las instituciones acabaron demolidas. Nuevas leyes y nuevos proyectos decidirán más que la piedra erecta. Las flotas mercantes venidas a pique se pondrán a flote bajo técnicas más útiles y modernas. Todo esto debe saberlo la tal Samos. Y si no lo aprueba encontrará enfrente a los habitantes de la ciudad. Alónnisos se sorprende del tono enérgico del joven. Está bien este ánimo, le dice, pero las cosas nunca son tan sencillas ni el proceso de realización un camino de rosas. Largos planes no siempre son correspondidos con recursos sencillos. Grandes ideas pueden perecer en su falta de concreción.  Y el esfuerzo colectivo se verá sometido a altibajos cuando las circunstancias no sean siempre favorables. Sé prudente, Naxos. No dejes que tus intenciones se pueblen exclusivamente de sueños.  




(Fotografía de Herbert List)

martes, 23 de abril de 2019

Feliz y placentero Día de los libros





Pues sencillamente eso, que el Día de los libros -quiero decirlo en plural, la singularidad siempre es equívoca- os aporte satisfacción. Mi deseo os lo hago acompañar con un poema titulado Tis'a, de aquella agrupación de poemas que titulé La sombra de la nube.



Tis' a


Libro abierto son mis manos

y sé que hay cien ojos clavados en sus páginas.

Pero cien ojos no leen lo mismo aunque sigan el mismo texto.
No interpretan la vida porque quieran conocerla.
No leen para aprender
ni para creer en el significado de las palabras
ni para ser más abiertos que el propio libro.

Pocos aprecian su manifestación aparente y su sentido oculto.
Porque leer es traer lo que se muestra fuera de nosotros
y sacar afuera lo que llevamos dentro.

Mi libro no se ha escrito para deslumbrar ni para obligar
ni para que todos tengan que entender como yo entiendo
el corazón y los márgenes de la vida.

Mi libro se escribe desde el tiempo que no vuelve
desde el paisaje que no se ve
desde el aire que ya no huele a jazmín.

Pero cuando lo repaso te miro a ti y observo tu perfil
insinuante que presta atención a mi lectura:

en ti contemplo también cómo gira mi mundo.



domingo, 21 de abril de 2019

Vade retro, Satanás




El libro, conseguido en su día en el barcelonés Mercat dels Encants, me ha hecho reflexionar de pasada. ¿Quién osaría en 1901 editar en la católica y ultramontana España un libro del herético y denostado Voltaire? Nada menos que Zadig o el destino, Cándido y Micromegas se recogen en un tomito de apenas trescientas páginas, esperando al lector ilustrado y sin prejuicios, ávido de saber y disfrutar en aquel recién comenzado siglo que devendría convulso y cruel. Díce el medallón de la portadilla (en mi deteriorado ejemplar falta la portada) que lo edita Lezcano y Compañía Editores, Barcelona. Para quien quiera saber más, la tirada se haría en Tipografía y Litografía de Pertierra, Bartolí y Ureña, calle Provenza, 61 y 63.

La mano editora catalana viene de muy antiguo. Leo por alguna parte de internet que la editorial estaba especializada en narrativa erótica. No lo sé, pero en este libro que traigo a colación publicita al final otras obras. Algunos títulos: Esclavas del oro (La trata de blancas), de Ramón Sempau; Aventuras galantes, de Casanova; El trabajo, del conde León Tolstoi; Vida de las damas galantes, de Brantome. Sí, realmente no era un catálogo ni para analfabetos ni para beatos. Ah, me llama la atención que figura como residencia del director literario, un tal Enrique Gómez Carrillo, la ciudad de París. El subdirector, Tomás Orts-Ramos, figura por el contrario en Barcelona. Quiero pensar que el director literario adoptara la residencia parisiense por aquello de estar más cerca de las fuentes literarias modernas o de tradición avanzada y ver la manera de verter los textos al español. Imagino que publicar en España en 1901 nada menos que a Voltaire, para escándalo de jesuitas y el resto del poliedro clerical, era de una osadía y un valor encomiables. Cuántos clérigos no invocarían su nombre con aquel acompañamiento: vade retro, Satanás. No hablo por hablar. Yo he conocido en tiempos mucho más recientes esa misma actitud ante el pensador ilustrado francés.

   


miércoles, 17 de abril de 2019

Naxos y el cáliz obsequioso















"...y ya, antes que yo llegue a alguna meta,
aún no desengañado
me ligas a otro sueño".

Giuseppe Ungaretti, Sirenas, de Sentimiento del tiempo.


¿Dónde aprendiste a remar? La pintora de cálices, que no es de meterse en la vida de los demás, interroga a Naxos. De niño, responde él, mi padre me llevaba en su humilde barca a la pesca de cada día. Mientras remaba me decía: te enseñaré este oficio, tal vez algún día te sea útil y no solo recuerdo de la infancia. Ya ves en qué acabé, no solo en pescador, sino en un hambriento de aventuras, y ríe con mesura. Thera conduce al joven hasta un vasar donde se secan las últimas obras que han salido de sus manos. He terminado un kylix para ti, dice con voz tímida. El cáliz es esbelto, las dos asas producen un vuelo proporcionado, los colores son vivos y se compensan y las imágenes, estilizadas y pletóricas de movimiento, casi saltan de sus paredes. Es muy bello, no sé si me merezco un trabajo así, dice el joven emocionado. En el fondo de la pieza una mujer de pie sostiene la cabeza de un joven que la mira arrobado y que ha dejado a su lado un remo. He pintado otras veces a hombres con una lanza o un escudo, o brindando en una fiesta, o participando de una orgía. Hubieran estado o no en alguna clase de gesta me lo pedían. Ya ves, las obras son de encargo y no todo lo que se reproduce en ellas es auténtico. Pero muchos clientes se sienten poseídos por la apariencia. El tema guerrero es lo que más piden. Combates con enemigos imaginarios o con personajes mitológicos, como si ellos quisieran formar parte de la cosmogonía de los dioses y de los héroes. Pero tú eres hombre de paz y sé que no te agradaría ni lo sublime ni lo bélico. Podría haberte dibujado solo, y créeme que dudé, pero sé que también eres un hombre de amor. Thera baja la mirada, luego hace girar a Naxos para que contemple el exterior circular de la copa. En ella se ve que un hombre maduro es conducido en una barca; dos remeros, una mujer y un hombre, le acompañan. Naxos cree interpretar la escena. Está reciente la muerte del anciano ciego, has estado muy oportuna, dice el remero. Oh, no, Naxos, no se trata del ciego, no se trata de nadie, o bien somos cualquiera de nosotros. No veas ahí una escena de muerte, sino algo más valioso y esperanzador, la imagen de navegación por la vida. Pues el destino más valioso no es llegar a donde nadie habita, sino soportar el oleaje de cada día, la aventura de vadear lo ingrato y la felicidad de acoplarnos al placer pasajero. Te regalo el cáliz con una condición: que solamente lo utilices cuando tengas la sensación de haber obrado bien. O de haber llevado a buen término un trabajo laborioso y constante, por ejemplo. De haber aportado con sinceridad, poco o mucho, a los tuyos, y no olvides que ahora nosotros somos los tuyos, el esfuerzo y la mirada nueva sobre las cosas. Cuando bebas de esta copa beberás de la vida sencilla. Libarás la sustancia que merece la pena. Naxos le corta audaz. ¿Está incluido en esa condición el poder beber de ti? Eso depende de lo que busques en mi copa obsequiosa, contesta Thera sin rubor.

Ambos se han quedado mirando el cáliz, oliendo los últimos barnices, disfrutando con ligera perturbación las representaciones imaginarias.



(Fotografía de Ata Kandó)

lunes, 15 de abril de 2019

Los libros huérfanos o desvalidos




Me costó tres euros el otro día. Está impecable, parece un libro riguroso y abundante en información. Derroche de planos, dibujos, fotografías y textos que interpretaré con deficiencia, seguro, por mis limitados conocimientos de urbanismo y arquitectura. Pero siempre quise saber de esa planificación cuadricular, digamos, que tanto me recuerda a las ciudades romanas (como si uno hubiera vivido en ellas, vaya) y que es espectacular en nuestra ibérica Barcelona. Claro, que es fácil que el libro solo suponga para mí un recurso a una especie de paseos -recordados unos, imaginarios, otros- por esa Barcelona de aventuras más juveniles o menos provectas, tratando de identificar lo que pateé y sorprendiéndome con lo que desconozco todavía. Viajar sobre mapas y planos nunca se me dio mal. Y ha paliado muchas veces mis sedentarismos.

Naturalmente, lo mismo que me ha ocurrido con este libro especializado me pasa con los de otras materias cuando entro en una librería de lance, o de segunda mano. O de viejo, que dicen algunos. Caza y captura. O rescate, según lo oriente. Esa sensación como si entrara en un asilo de papel y de pronto me viniese el impulso de convertirme en protector de todos aquellos volúmenes -cada vez hay más en esos antros- o de recuperar su uso. De vez en cuando compro alguno que ya he leído, pero que si el título es interesante, no digo ya importante, lo regalo. Los libros no se merecen permanecer abandonados. ¿Cómo dejar olvidados allí las Vidas imaginarias de Marcel Schwob, por ejemplo, o un Camus o un Machado o una compilación de cuentos de terror de Machen, o El búho ciego, del persa Hedayat? Esos libros, me digo cual cruzado de la causa, deben ser liberados de la cautividad y hay que ponerlos en circulación para que puedan ejercer el rol y la libertad de ser leídos.

Cada vez más pisos de gente mayor que muere o va a una residencia son vendidos por sus herederos -¡hay que repartirse cuanto antes el valor del inmueble!- y los libros son lo primero que se expurga. Aquí quienes juegan el papel del cura, el barbero, la ama y la sobrina de Alonso Quijano son los herederos buscando la guita, que no la selección y calidad de la biblioteca. A los libros cada vez los quiere menos gente. Cierto que ocupan espacio -también la explicación puede ser excusa-, cierto que no todos los libros de que se disponen en un piso son de interés, pero también ¿no pasa que se dedica cada vez menos tiempo y ocasión a la lectura? Leer libros ya no constituye para gran parte de la sociedad una fuente de conocimiento, de placer, de recreación. De ilustración.

Cuando entro en una librería de viejo y veo cajas enteras recién llegadas trato de imaginar el lugar del que han sido erradicados más o menos violentamente. Pero me entra angustia. Las prisas por vender son siempre un mal vender, y además en este caso son cuatro pelas las que da el librero por una pila de libros. Hay saturación de ediciones, y de los libros que merecen la pena y tienen valor porque están descatalogados no creo que el dueño de la tienda informe a sus coyunturales proveedores. Y allí yace el ingente material, propicio a producir alergias por el polvo y los ácidos de las ediciones. Libros que se amontonan en esos establecimientos en vertical, en horizontal, en diagonal, por los suelos y los altillos, y cuya localización resulta cada vez más complicada. 




jueves, 11 de abril de 2019

Naxos. Las manos del agónico Thasos













"Nos alejamos del puerto, y los campos y las ciudades retroceden".

Virgilio, Eneida, III, 72.


¿Qué haces tú aquí? Ikaria, que llega con un ramillete de flores, increpa sorprendida a Naxos por encontrarlo junto al ciego postrado. Ya veo que vienes con tus flores, le responde Naxos con aspereza, pero yo he traído mi compañía al hombre que nos abandona. Puedes ver que Thasos se muere despacio sin soltar mi mano. Solo busca algo de calor que le dé sentido en la partida. ¿Pueden acaso una flores proporcionarle alivio a estas alturas? No discutáis por este viejo inútil, replica Thasos, sacando fuerzas de su letargo fatal. No estáis en este mundo para disputar los gestos de la vida. Las flores cumplen su cometido, las manos hacen lo propio. Todo depende de cómo y en qué circunstancias. Lo que hacéis conmigo en estos momentos en que ya me sobra todo no es solo simbólico. No convirtáis nunca los símbolos es suplantadores de las actitudes verdaderas y sobre todo no les concedáis mayor importancia que a los mismos hechos, por muy complejos que estos sean. Ahora, aquí, conmigo el símbolo adquiere todo su valor, pero es vuestra presencia la que me da el aliento que me regatea el cuerpo. Eso me basta. Pero yo percibo en vosotros la juventud que tuve y que siento lejana, olvidada. Vivo la compañía que no me ha faltado casi nunca, aunque no haya sido siempre llevadera.  Aprecio la escucha con la que me atendéis cuando ya no puedo enseñaros nada.

Las manos del anciano ciego están frías. El joven remero siente que se acelera el desgarro del hombre y trata de paliarlo apretando su mano, como si su calor potente y aún entero pudiera conceder al anciano un nuevo plazo. Thasos lo entiende, lo agradece. No tienes el poder de prolongar mi vida, le dice. Ni yo quiero que así sea. No es verdad que uno no desee morir nunca. Pero tus manos me devuelven la memoria que olvidé. Una vez tuve unas manos como las tuyas, Naxos. Siempre las tenía ocupadas, nunca se vieron pasivas. Mis manos creaban objetos, cooperaban en las tareas colectivas, indicaban los caminos a los viajeros. Mis manos daban seguridad a otros. Mis manos acariciaban. Mis manos salvaban. Nunca las utilicé para causar daño. A las mujeres les gustaban mis manos. Decían que no debía estropearlas, que rechazara trabajos duros, que no me expusiera al oficio de las armas. Cuando uno es joven y confía en la potencia de su cuerpo no distingue tope alguno. Piensa que a la salud de cada órgano le va a acompañar siempre la resistencia. Ingenuamente cree que la capacidad  de esfuerzo no va a mermar nunca. Esa confianza desmedida entraña el peligro de no valorar el riesgo. Cuántos hombres jóvenes no han perdido algún órgano de su cuerpo, cuando no su propia vida, exponiéndose a trabajos penosos, combatiendo en causas ajenas, arando desde el amanecer hasta la puesta de sol, saliendo a la pesca incluso en los días de temporal.

Ikaria mira al viejo con una emoción respetuosa, sabe que ha sido su valedor mientras otros la han incomprendido. La propia debilidad obliga al ciego a interrumpirse una y otra vez. Ha tomado también una de las manos de la chica. Manos que rezuman los múltiples aromas de las flores. Se sabe ya en una barca que va a partir a través de aguas tibias. Apoyado en dos remos que va a soltar en cualquier momento. No se aferra a nada. Pero, él que ha sido cantor de viejos poemas y narraciones, se sigue entregando a la palabra, hasta que esta le deje a la intemperie. Mis manos enamoraron, dice el viejo con una sonrisa casi infantil. De mis amantes escuché: Thasos, acaríciame como nadie sabe hacerlo. O bien: Tus manos hablan. Tus manos son tu verdadero cuerpo. O aquello otro tan intenso: No me separes de tus manos. Y todas ellas exponían los espacios más sinuosos y curvos de sus cuerpos a mis dedos precisos, a la palma lenta que se abría y se deslizaba con una inercia natural. Como si se tratase de una premonición de lo que me iba a suceder algún día, ellas cerraban mis párpados, silenciaban mis labios y ajustaban la cadencia de mi cuerpo, mientras pedían que les recorriera a ciegas. Con lentitud y fingida torpeza, que apreciaban. 





(Fotografía de Herbert List)

martes, 9 de abril de 2019

Personajes que huyen de la foto (Homenaje personal)




Una fotografía puede ser eterna. Pero los personajes que salen en ella van desapareciendo poco a poco. Entre una toma antigua y la actualidad hay una serie de secuencias que cada actor ha recorrido a su aire y modelado en sus circunstancias. Quien más o quien menos guarda en su casa imágenes de distintas etapas. Otros solamente en su memoria personal. Pero la fotografía original, doméstica e inocente todavía, se resiste a admitir las ausencias que se van imponiendo. Es fiel, aunque la realidad la haya traicionado. Algunos personajes ya salieron hace tiempo en busca de un autor inexistente. Otros van partiendo paulatinamente. Para la fotografía no hay traición jamás. Una vez, a una edad, en un lugar y en la mejor de las situaciones posibles, el juego, estábamos todos juntos esperando a Godot. Es decir a esa deificación limitada que es el acontecimiento de vivir. Porque la vida, no obstante sus afirmaciones pretenciosas o, simplemente, la obligación necesaria de estar siempre creciendo, tiene tanto de una obra de teatro del absurdo. Saludo al último desaparecido de la imagen, mientras me recreo en el agradecido tesauro que es el recuerdo. Lo único que torea clamorosamente a la muerte, aunque no la evite.



lunes, 8 de abril de 2019

Cosas que no harás en Denver cuando estés muerto




Preciso argumento de El Roto. Yo añadiría que el dolor y el sufrimiento, como secuelas del mal, llegarán mientras vivimos. Me parece que los demagogos que hablan hipócritamente de preservar la vida (a su manera) no lo reconocen ni hablan honestamente de ello. No quieren dejar de imponernos a la fuerza su sadomasoquismo ideológico. Miren, si quieren, que sufran ellos. La Democracia no se lo impide, pero que no manipulen la Democracia para seguir instaurando su reino del dolor y de  la destrucción de nuestros cuerpos. 

(Iba a colgar otra cosa, pero la viñeta de El Roto, aparecida en El País de hoy, es tan poderosa que quiero compartirla)



jueves, 4 de abril de 2019

El ciego moribundo hace llamar a Naxos





















"Ay amigo, ay muy único amigo
qué nubes tan negras esperan el día del festín del sol".

Forugh Farrojzad, del poema Tengamos fe en el comienzo de la estación del frío. Nuevo nacimiento.


Ve corriendo a donde el ciego Thasos, que se muere. El viejo te reclama. El emisario deja el aviso y sigue sus recados por las callejas del barrio bajo. Naxos abandona la tarea de ayudar a la preparación de las mezclas de caolín, lava sus manos en una pila y sube la cuesta hacia la casa del anciano. Le encuentra sin fuerzas, tumbado sobre un catre que huele a sudores. La habitación está ventilada, pero los miasmas de un moribundo compiten con el aire limpio por el espacio del cuarto. A su lado, una hermana también longeva le hace compañía sin capacidad para atender las necesidades del hombre. Thasos, me han alarmado, ¿qué se te ofrece? El viejo no tiene apenas fuerza en la voz. Esto se me va. Se me va el vigor, se desprende de mí el pensamiento, y hasta me parece ver. Pero deben ser recuerdos que adquieren forma presente, tangible, y que en la pesadez de un cuerpo que ya escasamente reacciona se instalan en el lugar de mis ojos opacos. Tan pronto veo episodios divertidos de mi juventud como siento el terror de cuantos nos hicieron mal. ¿Recuerdas que una vez te insté a que fueras un líder para nosotros? ¿Que tomases la iniciativa sin prejuicios ni ataduras a nuestro pasado, al que no debes nada? ¿Que buscaras con la gente más honesta una refundación de la ciudad? Sabes que no soy insistente, pero te diré que entonces tu llegada me procuró una ilusión esperanzadora. Ahora que me voy ya no percibo interés por nada. Esta lasitud me ofrece, al menos, una apacibilidad que se impone a los sufrimientos acumulados. No voy a quejarme tampoco de que vivir no haya merecido la pena, aunque no puedo evitar pensar que el inevitable destino final borra la medida de las cosas. Recorremos las edades como si lo nuestro fuese una construcción perpetua, un avance, con sus sinsabores y pasos atrás, pero triunfante, a través de las cuales transcurrimos siempre sobreponiéndonos. ¿Habrá un toque de la eternidad de la que dicen estar dotados los dioses en los cuerpos de los hombres? Hay variadas maneras de enfocar la vida, Naxos, y la mía, como ves, ha sido más bien reducida por causa de mi deficiencia. Un castigo que me ha condicionado tanto para limitarme como para desarrollar aptitudes interiores. A cambio de ese castigo mi mente se ha enriquecido al disponer de mayores posibilidades de reflexión y verme así poco acechado por los descuidos y las desviaciones que la gente normal suele tener. Mientras la mayoría flota con ansiedad y preocupación sin fin en esos mundos que quiere poseer, y perece en sus afanes de riquezas en unos casos o de subsistencia feroz en otros, yo limitaba los deseos de satisfacción de bienes y reincidía en las preguntas más hondas sobre la naturaleza humana. No pienses, Naxos, que soy uno de esos filósofos de escuela, mucho menos de academia, sino que creo que pensar y razonar no es una actividad profesional, sino un ejercicio saludable, necesario para una mínima armonía. Un esfuerzo que compense lo que no se alcanza o lo que se derrumba a nuestro derredor. No dejo nada a nadie, como no sean las palabras que yo haya concedido en múltiples diálogos a lo largo de mi vida. Si han merecido la pena mis modestos discursos jamás podré saber de sus efectos sobre la madurez de los hombres.

Thasos se interrumpe y cede al cansancio. Tiene cogidas las manos de Naxos. No te vayas aún, joven extranjero, dice. La proporcionalidad de tus manos da idea de la belleza que habita en ti.



(Fotografía de Toni Catany)



martes, 2 de abril de 2019

Advertencia de Rafael Sánchez Ferlosio




Rafael Sánchez Ferlosio en su libro de aforismos y otros (de 1993) Vendrán más años malos y nos harán más ciegos : "(Palabras-fuerza) No hay razón sin palabras, pero tampoco puede haber sin ellas fanatismo. En la palabra se manifiesta la salud de la razón, pero, a su vez, el fanatismo siempre aparece como una enfermedad de la palabra, una especie de inflamación absolutista de los significados. Toda predilección por una palabra en sí, al margen de un contexto, es un temible síntoma de predisposición al fanatismo".

Prevención y cautela, pues, ante la palabra sublime, absoluta, única, verdadera. Ya hubo muchas en el pasado con esas características, que se ensalzaron y a las cuales nos obligaron a adorar. Sigue habiendo aún demasiadas en nuestro país que concitan culto y exaltación. La palabra vale en tanto que sirve para razonar. Sin desarrollo lógico la palabra naufraga e incomunica. Se pone al servicio del mejor postor de la intolerancia. El culto a la palabra a-lógica solo nos conduce al infierno del desentendimiento.


(Rafael Sánchez Ferlosio murió ayer uno de abril)



lunes, 1 de abril de 2019

Las guerras no han terminado




No, las guerras no han terminado. No terminan nunca. Mientras sigan pagando los inocentes el precio de la ignominia de gobiernos opresores y de visionarios fanáticos que oprimen a su vez no hay paz que valga.


(Fotografía tomada de El País. Léase la noticia)