"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





lunes, 30 de junio de 2025

Pongamos que ni uno ni el otro son los mismos

 



Pongamos que ni Dalila ni Sansón son de Rubens. Que salieron de las manos de un aprendiz copista y avezado a la sombra de Sorolla. ¿Y qué? ¿Sería menos bello? ¿Expresaría el episodio fantástico del forzudo y la traidora con otros cánones? La polémica viene de hace tiempo y sale de vez en cuando en la prensa. Hay especialistas en arte que cuestionan la autoría del cuadro de la National Gallery, pero la National Gallery, que seguramente hereda la tradición orgullosa y pragmática made in UK, no da el brazo a torcer aseverando la autoría del pintor flamenco, contando para ello con otros especialistas. El tema nos remite al más recurrente de cuántas obras no habrá en museos que no respondan a autorías originales, algo que no me preocupa en absoluto, pero que desde el punto de vista de la Historia del Arte convendría tener claridad al respecto. No, por mi parte no voy a restar contemplación y respuesta emocional a lo que me transmite el musculoso rendido -¿a una pócima o a un orgasmo?- en los brazos de la vendida a los filisteos. Si fuera de Rubens me maravillaré porque Rubens me gusta mucho desde que hace años lo descubrí en toda su apasionante monumentalidad El Prado. Si fuera de un copista de la escuela de Sorolla me admiraría por saber que plasma un cuadro, probablemente desaparecido, de un maestro de siglos antes,  y lo reproduce con una maestría nada objetable. 

Pongamos, de otra parte, que una Virgen recompuesta no es la Virgen original. ¡Cómo si hubiera vírgenes originales! Todas las vírgenes del cristianismo proceden de las diosas de todas las culturas anteriores y paralelas, incluso de las paleolíticas. Hay un continuum en la idea de reproducción de las diosas. La Virgen cristiana sería una diosa pero dependiente de la mentalidad patriarcal aún dominante. Sería una adaptación de aquellas diosas denominadas paganas por la religión dominante, pero reconvertida a las ideas doctrinales que la institución ad hoc fue marcando desde el Concilio de Nicea. Pero el problema para muchos de fe ciega no es este. El problema angustioso es que la cara de una escultura, una reproducción de ficción, un rostro de fantasía adorado durante los últimos cuatro siglos y que ha suscitado tantas emociones a fieles seguidores de tal Virgen les parece que no es el mismo, luego ya no es lo mismo. ¿Cambiaría por ello la comunicación entre el fiel y la adorada estatua? ¿Quebraría la misma fe por ello? Pero en las afectaciones psíquicas y emocionales del personal no me meto. Cuando en una recomposición los restauradores han modificado facciones del rostro, produciendo sin duda otro gesto, ¿cómo es posible que haya suscitado tanto rechazo? Está claro. Los dioses y las diosas, como las vírgenes, no existen sino en el imaginario personal y/o colectivo que si le mueves un elemento se encuentra perdido. Los detractores de la restauración de esta virgen prefieren, a tenor de las protestas, un rostro tradicional al que estaban hechos y no el más tristón y afectado resultado del arreglo. Esta no es mi virgen que me la han adulterado, probablemente digan. Y lo que no dicen: es que entonces también yo -mis creencias, mi entrega emocional y sensorial, el sentido que yo he tenido con ella, etc.- me habría adulterado. En fin.

Se ve que aquello de que somos animales de costumbres, y esto vale tanto para los de la National Gallery como para los de Sevilla, sigue en vigor.


 

viernes, 27 de junio de 2025

Lo provecto

 












¿Me ves viejo, Cao? La pregunta de Xiao me inquieta. Nunca te he visto como un viejo, le respondo. Él insiste. Pero ahora, últimamente, ¿observas en mí el peso de la edad? Estoy cargado de arrugas, muchas anticipadas, mi sonrisa es cada día más morosa, mi andar más pausado y el pensamiento se desarrolla con lentitud cuando no con despiste. Eso, el despiste, es lo que más me preocupa. ¿Qué te digo?, se me ocurre. Creo que exageras, que haces de tus comportamientos algo cambiados o de tus propias transformaciones físicas un problema. O al menos lo anticipas. Tal vez, Cao, y es que uno tiene rachas. Saco la lengua al espejo y no tiene el color más saludable o trato de iluminar mi cara y es como si me faltasen motivos o al incorporarme de pie me cruje dolorosamente la rodilla, ah, y aunque argumento mentalmente me cuesta luego hilar un discurso ante otras personas. Eso, Xiao, es que tienes dudas sobre ese mismo discurso, no es otra cosa. Yo estoy en edad de ser más tajante pero basta que alguien se me plante delante señalando razones que yo no había considerado para que mi posición quiebre. Será solamente cansancio, porque razones para sentirse inseguro nos sobran a todos. Quiero pensar, Cao, que los años son nuestros verdaderos maestros. Los años y los poetas que mejor hablaron de la vida. Con frecuencia recito unos versos de Bai Juyi: "En días de juventud me asustaban días y meses / en edad de senectud no me afligen ni luz ni sombra", pero no estoy convencido de que yo piense así. ¿Ves, Xiao? Eso es que no has llegado a la edad provecta. Y que no obstante algunos rasgos fisiológicos vayan perdiendo lozanía tu mente pensante permanece más madura que nunca. Xiao esboza un rictus más animoso. Debe ser así, suelta, porque tampoco me siento abandonado por mis ímpetus sensuales, aunque estos se hayan distanciado de las urgencias de antaño. ¿Es interesante la escritura de Bai Juyi, Xiao? Es necesaria, mi joven amigo, porque mira, no te he cantado la segunda parte del poema, pero te la digo para que veas su honda capacidad reflexiva y, sobre todo, digerida: "Para aprender la igualdad en la enseñanza del vacío / une en la mente vejez y lozanía, muerte y vida". ¿Te gusta? Me parece sabia la conclusión, Xiao, pero aún estoy lejos de sentir el poema más allá de la superficie de mi piel.

Xiao ha esbozado un gesto amable y relajado, voy a llamarlo sonrisa. Es así como me gusta verte, le digo. El poder de la palabra puede destruir pero también activar la sangre, Cao. Y si la sangre agita aunque ya no hierva es que hay aún vida.




*Fotografía de Lee Jeffries.

miércoles, 25 de junio de 2025

Lo pusilánime

 










Ayer vino mi hermano mayor con un permiso del cuartel. Me contó infinidad de anécdotas y le encontré orgulloso y envalentonado. A mí me dieron escalofríos al escucharle algunas de las situaciones que está viviendo y debí poner cara de susto porque él se echó a reír. Eres un pusilánime, me dijo de pronto. Tendrías que acompañarme en lugar de dedicarte a tus estudios y tus letras. ¿Seré un pusilánime solo por no participar de las situaciones de riesgo que él me relató, Xiao? Xiao se rasca el mentón. Para él, ya se ve que sí, Cao, pero él está en el bando de los que han decidido que tienen que sacar pecho de su posición y en esa actitud construyen sus razones. ¿Por qué va a ser más débil quien opta por ejercitar su mente y dedicación a lo que no son las armas y la preparación para la guerra? Además un pusilánime no es quien reacciona y opina ante lo conocido sino quien se espanta por lo que ignora y no sabe valorar, quien por sistema se retrae ante cualquier motivo que le compromete su pasividad. Un pusilánime es quien entrega gratis su pensamiento al pensamiento de otros, quien abandona cualquier esfuerzo de tener criterio por sí mismo, simplemente porque así se halla más cómodo. Prefiere que otros decidan por él aunque corra el riesgo de pagar caro su sometimiento. No creo que sea tu caso, Cao, por lo que te conozco. Que te dediques a actividades distintas de las que se dedica tu hermano no te hace  más débil ni más pequeño. Es la fuerza de la mente y su capacidad de elegir la que define al hombre, no la delegación de su vida al interés de otros.

Xiao ha hablado con cierta acritud, pero no le he dicho que yo lo tengo claro. Que no envidio a mi hermano y que las experiencias se pueden tener interesantes y profundas si uno sabe dirigir sus pasos y, sobre todo, si no se vende al primer encantador de serpientes que pasa por delante. 



*Fotografía tomada de Novaya Gazeta.

domingo, 22 de junio de 2025

Lo pensil

 












Ayer al atardecer había templado, Cao. Se podía salir al huerto y allí me quedé un buen rato hasta que anocheció del todo. El vuelo de los vencejos, espectacular y saltimbanqui, me alejó de las fatigas de la mente. No podía quitarme del pensamiento algunas de las contundentes recomendaciones del estratega Sun Tzu, cada día más oportunas pero a su vez más odiosas a tenor de las noticias que nos traen los céfiros. Mas contemplar el imparable ejercicio de los vencejos me ayudó a dispersar las ideas funestas. No en vano dijo el poeta Chuang Tse que el sosiego de la mente cura enfermedades. ¿Sabes, Cao, que los vencejos viven permanentemente en el aire? ¿Que no tocan tierra sino para anidar y poner las hembras sus huevos y cuidar las crías? Te parecerá mentira y nuestra vista no lo advertirá pero toda su vida se desarrolla en vuelos que a nosotros nos parecen agitados y convulsos, y que seguramente lo son para poder combinar todas sus actividades. Alimentarse de insectos, aparearse entre ellos, acoplarse al viento, dormir en su espacio etéreo. Yo los llamo seres flotantes. Me ponen a prueba y siempre me vencen. Trato de seguir la distancia de su vuelo cuando de pronto han cambiado la dirección y ya no sé si están o no están.

Xiao ha callado de pronto. Permanece en un estado sereno. Xiao, ¿por qué observar a los animales nos aleja de la obsesiva fijación en nosotros mismos? No lo sé, Cao. Sólo sé que ayer, cuando la oscuridad no me permitía ni ver la casa del vecino, me entró una apacibilidad que me reconcilió con el animal que mora dentro de mí.



*Escultura de Alonso Berruguete.


sábado, 21 de junio de 2025

Lo maniqueo

 









La cabra tira al monte, dicen, Cao. La permitas lo que la permitas, seas condescendiente con ella, la respetes y alimentes, vendrá a comer y beber de tu mano pero en cuanto puede volverá a sus riscos. Porque lo suyo, lo de la cabra, son los terrenos pedregosos y elevados, donde campan multitud de especies de arbustos, desde los que se creen por encima de los mortales. Así te encontrarás individuos, si no te has topado con ellos ya, que harán ostentación de su orgullo de estar por encima del bien y del mal, pero que en cuanto puedan darán la cara por los que se definen como portadores exclusivos del bien. 

Me parece, Xiao, que quien alardee de estar siempre en el bien, siendo como es un humano sometido a pasiones y ambiciones, es un poco falso. Pero es que esas personas, Cao, definen lo que es el bien con arreglo a sus intereses y pretensiones, y condenan al que no está con ellos a permanecer en un supuesto mal persistente. Entonces, Xiao, ¿no son éticos? Esa es la cuestión, Cao, que la moral, el camino de la conducta es algo conforme a como lo ven ellos, no como una regla general admitida por la colectividad. Pero la colectividad, o parte de ella, Xiao, les sigue y se conduce como ellos señalan. Parte de ella, sin duda, porque las sociedades son duales, se dejan someter y hablan muchas veces con la voz de sus amos. Esa gente dirá que está contigo, que obra a tu favor, que desea que vayas por el recto camino, como si este fuera único. Pero a la postre solo te reconocen si estás con ellos. Dirán que respetan lo establecido, pero buscarán aliarse con quienes quieren supeditar lo establecido a sus objetivos y persecución de beneficios.

Xiao se ha quedado pensativo, pero no quiero que pierda el hilo. Le inquiero. ¿Me previenes por alguna razón en concreto contra esa manifestación caprina de algunos hombres? Amigo mío, es que he visto últimamente sus nuevas maniobras, que no son novedosas, porque siempre han interferido, siempre han mantenido un amplio poder e influencia, y a veces engañaban con una prudencia sospechosa. Pero solo se mantenían agazapados, hasta que circunstancias que les parecen favorables les hace emerger y no saben callar la boca. No creo, Xiao, que solo suceda en nuestro territorio, ese tipo de maniqueos los habrá por doquier. Naturalmente, Cao, los hay entre quienes invocan el Nirvana, o los que evocan el camino sabio del encuentro con uno mismo, o quienes proclaman que su reino no es de este mundo, o muchos otros que hablan de salvación y resurrección desde diferentes doctrinas, pero eso sí, sin renunciar nunca a obtener satisfacciones muy materiales en esta vida. ¿Con algún instrumento de poder en sus manos, Xiao? ¿Acaso tenías alguna duda, amigo mío?

Xiao se ha sentado junto a un juncal. El rumor del agua lenta me aleja del ruido de los hombres. Deberías probar, Cao, dice.



miércoles, 18 de junio de 2025

Por qué hay que leer a Pasolini en estos tiempos

 


Por leer palabras como estas de una entrevista que Furio Colombo le hiciera en 1 de noviembre de 1975:

"- ¿Qué es el poder para ti? ¿Dónde está? ¿Cómo lo haces salir de la madriguera?

  - El poder es un sistema de educación que nos divide en subyugados y subyugadores. Pero cuidado. Un mismo sistema educativo nos forma a todos, desde las llamadas clases dirigentes hasta los pobres. He aquí por qué todos quieren las mismas cosas y se comportan del mismo modo. Si tengo entre las manos un consejo de administración o una maniobra de Bolsa, lo uso. Y si no una tranca. Y cuando uno usa una tranca empleo mi violencia para obtener lo que quiero. ¿Por qué lo quiero? Porque me han dicho que quererlo es una virtud. Ejerzo mi derecho-virtud. Soy un asesino y soy bueno.

...

 - Déjeme volver a poner en orden las cosas. Primera tragedia: una educación común, obligatoria y equivocada que nos empuja a todos a la arena de tenerlo todo a toda costa. Somos empujados a esa arena como un ejército extraño y sombrío en el que unos tienen los cañones y otros tienen garrotes. Entonces, una primera división, clásica, es 'estar con los débiles'. Pero yo digo que en cierto sentido débiles lo son todos, porque todos son víctimas. Y todos son culpables, porque todos están dispuestos al juego de la masacre. Para tener. La educación recibida ha sido: tener, poseer, destruir".


Por criterios de este tipo merece la pena leer a Pasolini. ¿No son palabras de una actualidad manifiesta en nuestros días, es decir, a estas alturas o bajuras de la Historia?

Estos textos se recogen en el libro Todos estamos en peligro, selección de entrevistas a Pier Paolo Pasolini aparecidas en Editorial Trotta.




lunes, 16 de junio de 2025

Lo permanente

 











Hay imágenes del pasado en que fuimos otros, Cao. Pero, Xiao, aunque crezcamos yo me llamo igual y me siento el mismo de siempre. Xiao está a punto de soltar una de sus advertencias fraternales. No te fíes ni de la impresión que tengas de ti mismo, simplemente porque sí, dice. Solo porque te veas como el hombre que sigue viviendo y adaptándose y a su vez reconociéndose. Ya viejas fotografías nos indican cambios en nuestras fisionomías y corpulencias. En algunos más marcados que en otros. Nos encontramos hoy día con lejanas amistades ¿y somos capaces de identificarlas al momento? Pero no es solo esa la cuestión. Lo de fondo es: ¿cuánto hemos cambiado en actitudes, en modos de pensar, en comportamientos? ¿Y en qué dirección lo hemos hecho? ¿Han sido cambios para ejercicio del bien y mejora de la convivencia o para enfrentarnos maliciosamente con el otro cuando no contra el mundo? Nuestras ideas, ¿han sido capaces de evolucionar de manera abierta y prestándose a interpretar la vida? ¿Han progresado pensando en la cooperación con los demás hombres? ¿Han ido dirigidas, no solo al goce y el beneficio personal, sino a la transformación de las condiciones de vida? 

Me abrumas, Xiao, no he vivido tanto como tú como para digerir estos pensamientos a la primera. No pretendo abrumarte, Cao, solo transmitirte percepciones que voy comprobando, que no intentan influir en ti, pero que te regalo, porque también hay que obsequiar a los otros con pensamientos sensatos y dudas constructivas. A lo largo del tiempo me he ido encontrando con viejos amigos en los que he observando renuncias, contradicciones, olvidos, traiciones y pérdidas de su propio norte. Tal vez sea parte de esa adaptación a la vida a la que nos vemos obligados. Pero en medio de tantos cambios, ¿cuánta inteligencia, sensatez y sentido cooperativo se ha cultivado o bien se ha desechado? ¿Sabes, Cao? Admiro a los hombres que pudiendo haberse agotado en sus ilusiones transformadoras o renunciado a esfuerzos benéficos cuando no haberse corrompido permanecen en una dirección honesta y exigente. Debe ser difícil eso, Xiao. Es costoso pero no imposible. De vez en cuando sé de algunos que desaparecen pero lo hacen en la plenitud de su permanencia. Tal vez por ello siguen siendo permanentes faros para nuestra propia conducta. Cao, cuando oigas decir a más de un necio que estos o los otros hombres son iguales en cuanto a dejarse corromper, ignora a ese necio. Hay hombres que saben estar en un lugar digno toda su vida. 


NOTA.

*En recuerdo y homenaje muy póstumo a Jaime Bueno Pardo, entrañable amigo de viejos tiempos que las circunstancias de la vida nos mantuvieron alejados, y de cuyo fallecimiento he sabido dos años después. Fue un irrenunciable y tenaz defensor de lo que merece la pena defender.  




viernes, 13 de junio de 2025

Lo belicoso

 










No puedo negarte, Cao, que siempre me han atraído las obras públicas. Sean caminos o casas, acequias o pantanos creo que cualquier tipo de obra representa el lado constructivo de la aventura humana. Porque además de responder a la utilidad necesaria se pueden ejecutar de manera armoniosa y estética. Pero Xiao, antes decías que lo negativo, lo destructor, estaba arraigado en el alma de los hombres con más relieve que lo que es edificante. En bastantes ocasiones, Cao, piensa que ambas actitudes, crear y derribar, son pulsiones de las que no nos libramos ni individualmente ni en una reacción colectiva. Además, hay tiempos de la historia en que los hombres parece que nos inclináramos más por levantar y beneficiarnos de una tarea de paz y otros tiempos en que un comportamiento belicista nos pone en riesgo tanto a quienes lleven la iniciativa como a quienes sean víctimas de esa determinación. Xiao, ¿toda guerra es justa? Toda guerra es injusta por naturaleza, Cao, aunque no creo que guerra y paz repondan a criterio moral alguno, pues los contendientes opuestos de hecho se amparan en justificarla el uno contra el otro de igual manera. Pero sin embargo todo el mundo vive preparándose para ella. ¿No es una contradicción que puede llevar a desenlaces desastrosos, Xiao? Lo es, lo ha sido siempre, pero el belicismo no nos puede tomar nunca por sorpresa. Ya dijo aquel ancestral pero siempre vigente Sun Tzu, y habrás oído hablar de él, que toda guerra se basa en el engaño. Por eso, cuando seas capaz, finge incapacidad; cuando estés activo, inactividad. Cuando estés cerca, aparenta lejos; si estás lejos, que estás cerca. Y el engaño, la extensión de la mentira en general, la manipulación para influir y condicionar la opinión social, ya se produce antes de llegar al enfrentamiento. ¿Quieres decir, Xiao, que quienes se organizan para la guerra y en un determinado momento entran en ella primero están llevando una guerra interior, contra el mismo pueblo al que dicen que van a defender? Saca tus propias conclusiones, Cao, y aprende a preservarte de quienes dicen que con las armas obrarán por tu bien.




* Fotografía de Leni Riefenstahl

jueves, 12 de junio de 2025

Lo hundido

 


Lo bueno de estar en un rincón de la tienda de Qi hojeando papeles es que oyes comentarios. ¿Comentarios que no deberías, Cao? Yo no los busco, ellos me llegan a los oídos. 

He debido poner una sonrisa malévola porque Xiao, sin aprobar ni condenar mi actitud, parece estar expectante. Muy sagaz tú, dice, pero a ver, ¿qué has oído que te intrigue? Bien sabes, Xiao, que por allí pasan personajes peculiares, unos alardean, otros se muestran tímidos, los más bajan la voz ante ciertas confidencias. Y me sorprendió, y no entendía lo que quería decir, un tipo flacucho, con aire enfermizo y carente de gesto amable, que le comentaba a Qi que había perdido todas las batallas. Eso suena a grave y muy íntimo, Cao. Ya lo sé, por eso agucé el oído con discreción y hasta con respeto. No tengo experiencia suficiente para saber si de lo que se quejaba tenía base o era un lamento gratuito. Seguro que no era gratuito, Cao, sigue. Decía que todas las cosas que había hecho en su vida, y en las que había puesto tanta ilusión, no le habían salido bien. No solo que no le habían sido afortunadas sino por las que había tenido que pagar un precio. Bueno si no en todo él hizo hincapié en algunas en concretas. Cómo no había sabido cuidar las amistades. Cómo no se encontró nunca a gusto con su familia, donde el padre obraba tiránicamente. Cómo no había acertado al elegir sus amores. Cómo había sido traicionado en negocios que parecían limpios. Cómo la salud de la que había disfrutado de joven se había vuelto en su contra. Demasiados cómo, Cao, y se ve que oíste mucho, demasiado. Y al final, Xiao, ahogado en su propia angustia dijo aquello de que no había sabido estar nunca en el bando ganador. Que cuando parecía que una de sus elecciones iba para adelante algo cambiaba de pronto y se le venía abajo. Y que aunque resistía se sentía hundido. ¿A eso se refería con haber perdido todas las batallas? Me temo, Cao, que utilizamos términos bélicos para definir la vida, como si esta fuera un campo de batalla, una contienda, un enfrentamiento dentro y fuera de nosotros mismos. Suena duro y desagradable, Xiao. Xiao se piensa lo que va a responder. Luego, con lentitud y firmeza, da su veredicto. Las palabras traducen la severidad de los hechos y de las circunstancias. Acaso por esta vez te ha sido útil escuchar y, por supuesto, y aquí hace un guiño irónico, sin querer. Y muchas veces los términos guerreros interpretan la esencia de la vida con mayor claridad, por no decir exactitud, que los pacíficos. Da miedo lo que dices, Xiao. 

Pero Xiao se ha puesto a hablar con los albañiles que están reparando la acequia, acaso huyendo de la misma conversación que hemos mantenido.


 


* Fotografía de Jacques Henri Lartigue

martes, 10 de junio de 2025

Lo luctuoso

 










El otro día escuché a Qi decir que piensa cada vez con más frecuencia en la muerte. ¿Esa es buena o mala cosa, Xiao? Todo pensamiento sobre el devenir de la vida no me parece nunca mal, sobre todo si hay conciencia de ello. Qi tiene edad para percibir más cercano su destino. No es necesario que le acucie ningún tipo de enfermedad. ¿Te parece poca afección que haya visto caer a muchos de sus familiares o amigos? Por supuesto que no, Xiao. ¿Quieres decir entonces que cuando va muriendo gente del entorno es como si uno mismo estuviera viendo las orejas al lobo? Es sobre todo una sensación doble y opuesta, Cao. Por un lado te apena y en cierto modo te asusta ver desaparecer  a los conocidos. Pero por otra parte te elevas, y ya sé que es algo estúpido, al decirte: a mí no me está pasando todavía. Eh, Xiao, eso suena a consolación. Y no te consueles, Cao, no te consueles. La angustia por el hecho de lo que acaecerá siempre nos acompaña. Deberíamos reducir no tanto el pensamiento como el efecto sobre nuestro ánimo. Hay que evitar que sea un caballo desbocado. Pensando obsesivamente en circunstancias luctuosas nos restaría una parte de nuestra salud integral y por lo tanto de nuestras energías. Dar vueltas de modo recurrente al asunto debe ser solo una especie de juego. No podemos traicionar el instinto de supervivencia, al que además acompaña el disfrute que sea posible, ni rebajar la pasión por el conocimiento y la curiosidad. Me pregunto, Xiao, si conseguirá Qi sujetar el caballo o le estará arrastrando en el galope. Eso habría que preguntárselo a él, y acaso no se deje interpelar, pues ya sabes, Cao, que es muy discreto con lo que quiere. 

Xiao gusta de hablar de los temas duros sin remilgos. Se ha quedado abstraído. Por cierto, dice de repente, hace poco leí un relato de un escritor ruso, que precisamente me lo había proporcionado Qi. En él el protagonista, que se encuentra atormentado por los dolores extremos de una enfermedad sin cura, y además se siente incomprendido por el poco caso que le hacen los familiares, se deja invadir de pensamientos negros. Entonces el autor lo relata así: "...Padecía en soledad los mismos sufrimientos sin solución y daba vueltas en soledad a los mismos pensamientos también sin solución. ¿Qué era eso? ¿De verdad que eso era la muerte? Y una voz interior respondía: Sí, de verdad. ¿Por qué toda esa tortura? Y la voz respondía: Porque sí, no hay ningún motivo. No había nada más aparte de esto, nada más allá de esto". Xiao, ¿me dejarás leer esa novela?, parece interesante. Te la puedo prestar, Cao, aunque acaso no vas a comprender toda la tralla. El ruso la escribió al comienzo de la vejez, cuando ya la edad le iba abasteciendo de conclusiones más definitivas sobre la aventura de vivir y, sobre todo, de la finitud.




domingo, 8 de junio de 2025

Lo envidioso

 












¿Por qué muchos envidian posesiones y logros de los demás pero no sus aptitudes, Xiao? Debe ser, Cao, porque a primera vista una propiedad o una posición social destaca más que el valor y el mérito de la persona, digo yo, ¿no? Pero no te fíes, en el fondo es obvio que envidian a su vez la capacidad y el esfuerzo ajenos, si bien su propio cegamiento suspicaz les lleva a no admitirlo públicamente. Pero el envidioso, ¿envidia lo que tiene el otro o a la misma persona que es objeto de envidia? Yo diría que ambas cosas. Desearía disponer de los bienes o facultades del otro y como no los va a tener centra su recelo en la persona ajena. Pero eso, Xiao, tiene que envenenar al envidioso. Tiene que ser un tormento su vida. Lo es, Cao. Y te diré más. La envidia les conduce a sospechar de aquel que ha conseguido recursos o reconocimientos como si los hubiera obtenido de manera ilícita o vendiendo su alma al diablo. Pero también hay individuos que por obtener cualquier beneficio se venden al mejor postor, Xiao. También los hay, pero es otro tema. Todo afán de celo enfermizo respecto a otros implica tal vez un desajuste de sus emociones que se ve acompañada por una insuficiencia cuando no carencia moral. ¿Será, Xiao, que esos personajes tienen por nacimiento una tendencia a la envidia? Creo, Cao, que  quien más o quien menos nos sentimos tentados a envidiar a otros. Pero acaso si se reconduce esa tendencia con una comprensión razonada, y sobre todo ética, la obsesión pasará a un plano insignificante que no afectará negativamente a las pasiones. A mí me parece, Xiao, que es un desastre padecer de envidia y también puede serlo para quien es objeto de ella, por cuanto este puede ser agredido por el envidioso. Sin duda, el riesgo es para ambos, así que toma nota, Cao. 

Si yo te dijera, Xiao, que envidio tu temple, ¿qué dirías? Que envidiarías una apariencia o un error o un sistema de autodefensa, siempre circunstancial aunque parezca que forma parte de mi carácter. Y que estarías envidiando algo de mayor gravedad que si envidiases mi huerto o mi taller artesano. 


* Grabado de José Hernández

sábado, 7 de junio de 2025

Sin más palabras

 



El Roto hoy en El País.

(Por mi parte copio y pego al reflexivo El Roto y se lo dedico a las nuevas generaciones a las que les están volviendo a contar mentiras y a las viejas por olvidar y no enseñar la verdad a las nuevas)



jueves, 5 de junio de 2025

Lo infame

 










No te sorprendas, Cao, si te encuentras gente que practica la infamia pero la vende como nobleza. ¿Cómo es eso, Xiao? Ya ves. El canalla no gusta de reconocerse como tal aunque se porte con las conductas más arteras. Te señalará la luminosidad de un día de verano pero dirá que está cayendo la noche. Afirmará qué frío hace, aunque nos estamos asando. Proclamará lo bien que vivimos todos, aunque haya innumerables seres que se hundan en la miseria. Presumirá de la libertad multitudinaria si bien las cárceles estén a rebosar y los exilios vayan siempre a más. Pero eso no puede ser, Xiao, sería negar lo evidente. Pues el infame siempre niega lo evidente, Cao. Lo niega con rotundidad unas veces y otras reconduciendo a su interés particular lo que es obvio para todos. Y siempre haciendo de la mentira verdad. Bueno, su verdad, la inventada para lo que persigue. Pero, Xiao, él mismo queda en entredicho, la gente se dará cuenta. Oh, no creas. O sí, pero muchos aun sabiendo de la incongruencia malévola del infame acepta esa manera retorcida de contemplar el mundo. Negar la evidencia no tendría mayor importancia si se diera en una conversación divertida o superflua, sin trascendencia alguna,  pues todos caemos a veces en ese defecto. Pero ante hechos o situaciones determinantes adquiere un plano de gravedad perjudicial. Incluso para los propios seguidores de los infames. Xiao, eso les convertiría a estos en cómplices de sus maquinaciones. Por supuesto, Cao, ya está sucediendo, pero hay algo peor.  Se dejan tomar como idiotas, aceptan ser individuos sin personalidad propia y que además escupen contra su condición humilde.  ¿Hasta ese punto, Xiao? Mi amigo no duda y habla con la precisión que da la firmeza de pensamiento. Más allá de ese punto, dice. Cuando se ha traspasado el límite entre lo obvio y lo inventado y acto seguido se generan argumentos y situaciones de rencor y odio la infamia alcanza las cotas más inimaginables. Ya pasó otras veces. Pero la gente olvida. 

Ambos nos hemos quedado sin palabras. Como si el diálogo nos hubiera agotado. Xiao me mira con gesto de resignación. De pronto me motiva. Vamos a dar un paseo por el largo y florido camino de los almendros, propone.



* Fotografía de André Kertész.

miércoles, 4 de junio de 2025

Lo abrumador

 












Hoy Xiao está muy callado. Me ha dicho que no puede con el peso de la bóveda celeste. Y es que gusta de imágenes excelsas. Ya será menos, le he replicado. Pero él ha insistido con apatía. Ni siquiera puedo con la levedad de una de sus dovelas. Todo me abruma. El tráfago de gentes, el roce callejero, la vocinglería, la vaciedad de las palabras emitidas, la bulla de los mercaderes, las órdenes de los emisarios, las decisiones que los magistrados toman en mi nombre, las ansias desmedidas de muchos, la insensatez de otros. Mi propio pensamiento se me rebela y ramifica mi capacidad de entendimiento de las cosas. Así que compóntelas tú solo. Yo sería hoy un mal acompañante para quien tiene que descubrir aún el lado constructivo de la vida. ¿Ni siquiera puedo contar con tus comentarios triviales que tanto estimulan?, le digo más por animarle que por necesitar su guía. Ni siquiera. Es lo que tiene haber visto ya demasiado que no tiene solución o el haber dormido lo insuficiente sin recuperación. Ah, entonces es algo pasajero, Xiao. No sé. Es algo instalado y sin mucho aviso de que me vaya a abandonar.

He tomado una senda que va hasta los escarpes que acunan el torrente presuroso. Las margas lo vuelven más denso. El cielo, incierto. Serenidad. 



*Fotografía de John Heartfield


lunes, 2 de junio de 2025

Lo indeleble

 












Cao, no todo viene en los libros, acaso cada vez menos. Pero en las flores, y te sugiero que aproveches la primavera, hay mucho escrito. Si, ya sé lo que me vas a decir, Cao, que no reconoces todos sus signos. Pero están ahí, solo tienes que observar un rato, luego dejarte sorprender. Tal vez nunca los interpretes con la razón. Pero si te has emocionado un instante, si te ha envuelto su ritmo, si te ha embargado su despliegue es que has creado un vínculo con ese otro mundo. Pero, Xiao, es un mundo tan efímero el de las flores...Cuando te encaprichas con ellas empiezas a perderlas. Xiao hace una mueca de escepticismo. Pero, acaso, dice, ¿no sucede lo mismo con las relaciones humanas? ¿No son pasajeras las pasiones? ¿No son mutables los gustos?  ¿No es incierto el conocimiento? ¿No se tuercen las aspiraciones? ¿No es frágil la salud? Siento como que sus preguntas me bloquean. ¿Quieres decir, Xiao, que no hay nada indeleble? Eh, Xiao, escucha, espera. Pero Xiao se ha acercado a oler de cerca el campo de lavanda.