Así me he encontrado hoy a medida que avanzaba la mañana.
(La imagen está tomada del libro Los mejores días, cuyos autores son Heinz Janisch y Helga Bansch, editado por Edelvives)
Así me he encontrado hoy a medida que avanzaba la mañana.
(La imagen está tomada del libro Los mejores días, cuyos autores son Heinz Janisch y Helga Bansch, editado por Edelvives)
Mientras uno sigue transitando su propio tiempo y el espacio que le prestan y que quieren negarle los que se creen dueños de la finca española, no acaba de sorprenderse. ¿De lo vivido o de lo soñado? Más bien de la ruindad tan extendida, de la miseria moral, de la insidia constante, de la infamia como argumento, de la canalla tan rastrera, de la pillería al asalto, de la falacia más burda, del acoso y derribo de los valores éticos, del hundimiento tal vez de la conquista democrática... Así que uno se refugia en la nobleza y claridad del verdadero poeta. Y al encontrar aquellos versos de Machado "...mala gente que camina / y va apestando la tierra" se le aparecen los rostros chulescos de los conspiradores, contiene su repugnancia, respira hondo y piensa para sí: lo que te queda por ver y por aguantar, acaso por padecer.
HE ANDADO MUCHOS CAMINOS
Antonio Machado
He andado muchos caminos
he abierto muchas veredas;
he navegado en cien mares
y atracado en cien riberas.
En todas partes he visto
caravanas de tristeza,
soberbios y melancólicos
borrachos de sombra negra.
Y pedantones al paño
que miran, callan y piensan
que saben, porque no beben
el vino de las tabernas.
Mala gente que camina
y va apestando la tierra...
Y en todas partes he visto
gentes que danzan o juegan,
cuando pueden, y laboran
sus cuatro palmos de tierra.
Nunca, si llegan a un sitio
preguntan a donde llegan.
Cuando caminan, cabalgan
a lomos de mula vieja.
Y no conocen la prisa
ni aún en los días de fiesta.
Donde hay vino, beben vino,
donde no hay vino, agua fresca.
Son buenas gentes que viven,
laboran, pasan y sueñan,
y en un día como tantos,
descansan bajo la tierra.
Todos están desnudos por dentro. Los dioses, los santos, los papas, las vírgenes, los mártires, los mandatarios, los condotieros, los mecenas, los tribunos, los dictadores, los CEO y la pléyade de personajes exaltados en ámbitos sacros o laicos, todos están desnudos por dentro y no solo por detrás. La desnudez interior es la peor desnudez. Es el vacío. Aparentes en sus imágenes de frente, a través de sus gestos hieráticos solo disponen del espacio robado al aire. Perímetros y contornos revestidos de atributos, símbolos, vestimentas. Fachadas. Acompañados de medios de comunicación fieles. Aquellas imágenes de peana y retablo que el Barroco ha perpetuado desde la conspiración retrógrada de Trento resultaron ser figuras de trampa y cartón, o mejor dicho, de trampa y madera de pino. Salvo las efigies de los museos, que probablemente hayan sido tratadas, la mayoría han sido pasto de termitas. Acaso la materia de que estaban hechas propiciaba la acción de los isópteros. ¿Llevarían de origen el embrión del vacío y de la carcoma de sus ideas? Figuras a medio hacer. Figuras que nunca fueron sino el rostro de las falsedades, disimulando u ocultando los vicios éticos llamados vanidad, soberbia, dominio, riqueza, manipulación...Portes colocados y dirigidos para imponer una visión ficticia de la vida. Estatuas huecas, demediadas, frágiles en el fondo, reconvertidas y sustituidas hoy día por nuevas expresiones técnicas. Las nuevas ideologías y conductas, remedo de las antiguas, también están rendidas a modalidades de cultos actualizados o con apariencia nueva pero que en realidad siguen respondiendo a las ceremonias y objetivos de toda la vida. Efigies de tribuna o de consejo de administración con sus días precarios que consideran de gloria. ¿Tuvieron y tienen alguna vez cuerpo aunque fueran producto del tiempo?
*Fotografía tomada en la exposición "Almacén. El lugar de los invisibles", del Museo Nacional de Escultura de Valladolid en 2019.
Me importa un pito que el personaje que lancea al dragón me haya vuelto la espalda. Lo bueno de que alguien te vuelva la espalda, sea animal fantástico o figura de leyenda, es precisamente que les ves por atrás. Y por atrás su entidad se desvanece. Nadie adoraría, en el transcurso de los siglos de culto a los ídolos, a unas imágenes huecas, aplanadas, sin terminar. El envés de las cosas o de los individuos, aun existiendo, no gusta. El otro lado de la vida espanta. Nadie me ha regalado en la fecha típica, que ha prendido solo y de modo parcial en el resto del país, un libro y tampoco una rosa, ni siquiera de papel, y no por ello me he sentido menos objeto de solicitud. Lo cual no quiere decir que me hayan solicitado. Además, nunca me falta el perejil en casa, y me viene el recuerdo de aquel piropo de la madre en mi infancia: perejil de todas las salsas que, en ocasiones, también lo fui de algunas grasas. Tal vez, a determinadas alturas de la edad, uno debe acostumbrarse a ver los acontecimientos, y no digo ya las situaciones, las personas o los objetos, por el lado de su espalda. Porque en todo hay un lado trasero. Probablemente en esa visión posterior haya más autenticidad y significativas claves para comprender cuanto compone la vida y nuestros comportamientos. De una mirada de frente ya sabes lo que te esperas: el héroe -o quienes se creen que lo son- amaga con rejonear al ser fabuloso. Pero el ser fabuloso -todo lo que nos sale al encuentro en cualquiera de sus formas- se resiste, se retuerce, se envuelve bajo los cascos equinos y la furia que pretenden acabar con él. Y esa especie de saurio con procedencia en el tan lejano como metafórico árbol del bien y del mal sabe que desgasta a su perseguidor. Pobre héroe inconcluso cuyo desgaste advierte la fiera maligna. Pobres de nosotros cuando mantenemos nuestra credulidad con quienes nos ofrecen su rostro con mirada de ingenuidad, de condescendencia e incluso de aparente bondad. Y que hacen gala de palabras que fingen entendimiento y acuerdo con las nuestras. Habrá que observarles por la espalda, que es realmente el espacio que desmiente la apariencia, muestra las debilidades y denota las insuficiencias. Alguno dirá: más que la espalda hay que mirar en la trastienda. Bueno, acaso a eso me refería. Mas no siempre llego a ese extremo de curiosidad. Uno va aprendiendo a ver venir al otro.
*Fotografía de un San Jorge y el dragón, tomada en la exposición "Almacén. El lugar de los invisibles’ del Museo Nacional de Escultura de Valladolid en 2019.
Érase una vez un niño que tuvo la mala fortuna de haber crecido en un período duro de la historia de su país. Pero él no lo sabía, aunque vivía en un ambiente de carencias y, por lo tanto, peleón.
Era un entusiasta del dibujo y no se le daban nada mal las cuentas. Así que tenía por costumbre llevar siempre en el bolsillo un cuaderno, un lápiz y una goma de borrar. No lo hacía solo por la escuela, a la que asistía gracias a que el maestro de la aldea donde vivía había convencido a los padres. Llevaba sus útiles también para entretenerse.
Y eso que no era ningún muermo. Jugaba con otros niños, se tiraba largos ratos recorriendo los barrancos de la zona y hasta en ocasiones se ofrecía de jornalero. Pero la tentación de los números y de las palabras era muy fuerte para resistirse.
Cuando algún vecino le pedía que le escribiese una carta a un familiar que vivía en el Norte, porque no sabía, el chico cogía el lápiz y transcribía lo que le decía el vecino. Y si un muchacho a punto de incorporarse a filas acudía a él para que le pusiera unas letras de despedida a la novia, el chaval se esmeraba y redactaba de su propia cosecha frases lindas sobre los sentimientos que le comunicaba el otro.
Ni que decir tiene que en su modesto hogar solía llevar registro de las menudas cuentas que ingresaba su padre y lo que debía su madre en el colmado.
Pero él se sentía feliz y libre cuando a la orilla del arroyo se ponía a dibujar una rana o los juncales esbeltos. Un ejercicio que a veces acompañaba de frases al estilo de las poesías tan impactantes que el maestro les hacía leer a los alumnos. Era frecuente que pensara: pero la vida que llevamos no es de poesía bonita. Y se le ocurrió que también podía escribir sobre la escasez y acerca del trato que los capataces daban a los jornaleros, algo que vivía él mismo, nada poéticamente, cada día.
Un día le mostró al maestro los dibujos y las poesías que escribía. Al maestro, hombre de vida y vestir casi tan precarios como los de aquellas gentes, se le iluminó la mirada. Atención, dijo a la clase. Vuestro compañero va a leer una de sus poesías. El chico, un tanto acobardado, no tuvo opción. Leyó un escrito con indecisión y voz quebrada. Pero al observar el interés que había concitado entre sus condiscípulos se envalentonó y leyó otra de sus poesías ante el asombro del profesor. Era evidente que el joven poeta necesitaba testigos a los que llegase el mensaje de sus poemas.
Los niños comentaron en sus casas lo que consideraban un acontecimiento. Desde las casas el afán de aquel muchacho llegó a oídos de los personajes que mandaban en el pueblo e incluso en los pueblos de los alrededores. Alguno de esos personajes dijo compasivo: es bonito que un niño salga espabilado, aunque dice unas cosas que son de mayores. Otro dijo: qué va a ser bonito si tiene palabras de resentido, y es solo un crío. Otro: un chaval con esa mentalidad a sus años es peligroso. El médico, el cura, el secretario y el alcalde siguieron jugando a las cartas en medio de la humareda de los cigarros y del hedor de bocas aguardentosas.
Luego llegó el tórrido mes de julio. Las mieses de los propietarios lucían espléndidas. Los olivares se hallaban sobradamente florecidos. Los vecinos comentaban noticias cargadas de inquietud. Se vio incluso que algunos de ellos se agrupaban alarmados, sin saber el chico muy bien por y para qué.
Aquella madrugada al niño lo despertaron con brusquedad.
*Dedicado al chico anónimo de entre 11 y 14 años cuyos restos se han encontrado en una fosa de fusilados de Víznar, Granada, en 1936. Su cráneo presenta dos orificios de bala, lo cual indica que los miserables pistoleros que habían asesinado a los demás hombres hallados en la fosa perpetraron con él también el crimen.
https://www.lavozdelsur.es/actualidad/sociedad/lapiz-goma-dos-disparos-en-cabeza-encuentran-restos-nino-fusilado-en-36_313449_102.html
* Pintura de Otto Dix.
La historia de las vidas humanas es la historia de las fragmentaciones. Somos fragmentos desde el nacimiento y vamos formando un todo de fragmentos a lo largo de la existencia. La misma constitución física, el comportamiento corporal en cada fase de nuestro tiempo vital, nuestras ideas y pensamientos variopintos, los proyectos que llevamos a cabo y las realizaciones obtenidas son una muestra sucesiva de fragmentos que vamos engarzando. Empalmar unos viejos con unos nuevos implica desechar otros para siempre. Con la vejez los trozos que hemos sido y que han tenido un nombre y unos apellidos van deteriorándose en porciones cada vez más pequeñas. Y no digamos nada si antes del proceso natural de desgaste definitivo no ha habido un sismo que nos haya quebrado de pronto o en breve tiempo. Tal vez los arqueólogos del futuro de nuestro (re)descubrimiento cuando ya no existamos sean nuestros hijos o nietos. O si no hay sucesores gente que se aproxima a saber de lo que fuimos a través de alguna pista. Pero, ¿cuál será la técnica que unifique nuestros fragmentos ya disueltos? Acaso el recuerdo y la buena voluntad y acaso la mejor intención. Pero casi siempre la ficción. Fiel compañera esta en nuestras existencias y me temo que aún más cuando hayamos muerto.
*Pintura etrusca de la necrópolis de Cerveteri representando el combate mortal entre Aquiles y Pentesilea.
Hay un grabado de la serie Desastres de la guerra que Goya titula Para eso habéis nacido. En él se representa una escena de matanza humana. Un amontonamiento de cadáveres abigarrado que parece emitir el vaho pestilente de la muerte o la sombra envolvente del espanto. Un sobreviviente reacciona vomitando ante los cadáveres, sin duda una instintiva y natural reacción por el horror que le produce aquello. Para eso habéis nacido es una coletilla amargamente irónica con que Goya remata la imagen. No hubiera hecho falta. El verdadero lenguaje está implícito y la clave es ese vómito. La auténtica denuncia. Al Goya genial, clarividente, testigo, acusador y de atormentada personalidad, no se le puede objetar ni enmendar nada.
Me ha venido a la mente ese grabado cuando he relacionado dos textos. Por un lado las interpretaciones que se exponen en el ensayo Goya y el abismo del alma, del profesor húngaro László F. Földényi. Por otro, dos textos del poeta sirio palestino Ghayath Almadhoun, en su web Poetryng the World!. Dejo aquí dos textos suyos, Nosotros y Masacre. En ellos late el vómito de Goya y el de Ghayath Almadhoun.
Israelíes: acordaos de la soah, si es que aún os queda una pizca de compasión. ¿No sirve de nada la memoria del pasado? ¿No es norma ética la experiencia del sufrimiento que vuestros mayores padecieron bajo el holocausto nazi? Lo padecido, ¿solo os ha enseñado a ser verdugos y a reproducir la opresión, el apropiamiento y la muerte sobre los vecinos de Gaza? ¿Creéis resolver el problema expulsando a vuestros hermanos palestinos de los territorios y ocupándolos a sangre y fuego? Decís combatir el terrorismo pero engendráis terrorismo a dos bandas: con vuestra actitud directa y violenta y germinando el odio en los otros, cuyos hijos no os lo perdonarán en el futuro. ¿Pensáis que vais a poder vivir en paz de ahora en adelante, si es que alguna vez lo habéis hecho, solo porque el respaldo de los Estados Unidos os permite vuestra acción terrible de estos días? En nombre de la dignidad, de la legalidad, de la inteligencia y de una moral merecedora de tal nombre aristotélico, acordaos de los siglos en que fuisteis perseguidos. Contasteis siempre con la simpatía y solidaridad de muchos de nosotros que, incluso en un país como España que, en el pasado, aun siendo tan de aquí como los cristianos, fuisteis expulsados por un reinado católico, seguimos valorando y recordando a nuestros hermanos sefarditas del exilio forzado. Pero habéis traspasado todas las líneas rojas de la convivencia, del justo humanitarismo y, simplemente, de la generosidad y la tolerancia con los otros. Impidiendo la paz, la vida digna y el reconocimiento de los derechos humanos. Ahora mismo vuestro crédito está por los suelos.
*Foto tomada del Memorial Yad Vashem sobre el holocausto nazi, sito en Jerusalén.